Grexit: Pagar las deudas

El sistema capitalista actual más que basarse en que los capitalistas ponen su dinero en empresas productivas creadoras de empleo y actividad económica como ocurrió a partir de la primera revolución industrial, ha evolucionado hacia un sistema fuertemente basado en el endeudamiento y en una economía financiera que gira sobre sí misma. La deuda lo mueve todo y para que la economía funcione es necesario devolver el dinero prestado. Hasta ahí todos de acuerdo. Pero, ¿qué pasa si primero se ofrecen créditos sin limitaciones y después la economía no funciona y los créditos no se pueden devolver?. ¿Quién es responsable del no funcionamiento de  la economía?. ¿Qué se puede hacer de verdad cuando no es que no se quieran devolver los créditos sino que sencillamente no se pueden devolver?. En este post seguimos tratando el problema griego actual haciendo alguna breves referencias a esas preguntas. 

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Acrópolis de Atenas. Maqueta

Todo el mundo en Grecia y en Europa se está dedicando a encontrar un acuerdo entre acreedores y deudores. El Grexit es el foco de todos. Nadie parece prestar atención al funcionamiento de la economía. El crecimiento y el desarrollo en estas circunstancias es artificial y volátil. Milagroso nos parece a veces. Debemos tener cuidado con nuestras opiniones en situaciones en las que todo se viene abajo y no se sabe cómo recomponerlo. Una columna reciente en El País del 11 de julio de Fernando Savater nos ha llamado la atención en relación con la situación enfrentada por los griegos. Este autor tan admiramo por todos y referencia nacional en temas éticos, se hace una serie de preguntas bastante delicadas. Son, por ejemplo, las siguientes: ¿por qué ahora la dignidad y el orgullo se demuestran negándose a devolver o compensar lo que se pidió sin vergüenza?; ¿por qué es llamado “terrorista” el que presta 240.000 millones de euros a un país arruinado por sus eternas vacaciones fiscales y unas pensiones sobredimensionada, pero no quiere que sea a fondo perdido?, ¿por qué son ahora sólo los “acreedores” y no los “benefactores”?; ¿por qué son las exigencias de la troika las que hacen sufrir a la población griega y no tiene culpa el Gobierno que se niega a fiscalizar como es debido al Ejército, la Iglesia ortodoxa y los armadores, potentados que deberían salvar con sus impuestos a la patria en bancarrota?

Son preguntas oportunas ante gobiernos populistas e izquierdistas radicales sin conocimiento de cómo funciona el mundo y con la intención de inventar las reglas, y la leyes, a  medida de sus necesidades, sin saber tampoco cómo se hace funcionar una economía para asegurar su futuro. Lo hemos visto ya, y a lo largo de bastantes años, en el caso de Venezuela, locura y espectáculo dramático en tiempo real a la vista de todo el mundo.

Pero se le podría sacar punta a las preguntas de Savater en el sentido siguiente. Si nos referimos a personas más que a países, y a personas razonables más que a gobernantes incongruentes, hay muchas de ellas serias y consecuentes que nunca han dejado de pagar una deuda, saben el beneficio que prestan los bancos y las instituciones de crédito y son respetuosas con el orden establecido y no lo critican según sopla el viento. Algunas de estas personas se endeudaron de forma importante hace unos años porque querían ahorrar en inmuebles, por ejemplo, o porque deseaban ganar dinero contribuyendo a la riqueza del país creando empresas y actividad económica. No se las puede tachar de irresponsables en relación con el  endeudamiento en que incurrieron pues la alegría económica lo permitía y las ofertas de crédito no se podían rechazar. Literalmente los bancos les metían los créditos por los ojos a esas personas. Ni comisiones de riesgo ni análisis de solvencia ni nada de ese cariz. El director de la sucursal daba los créditos, incluidos los hipotecarios, de un día para otro.

Años después la crisis se abatió sobre todos como una gran y devastadora tormenta y tras ella tuvo lugar la austeridad de caballo a la que nos sometió el gobierno actual. Los negocios dejaron de dar beneficios y más frecuentemente dejaron de existir, los inmuebles y las infraestructuras creadas dejaron de tener valor o no se vendían de ninguna manera, que es lo mismo. Y los bancos ya no daban créditos en absoluto, ni siquiera para tesorería. Estas personas cumplidoras de las normas y dignas y orgullosas en relación con sus deudas, no pueden pagar ahora. Muchas se hunden calladamente en su fracaso, en su ruina y en su pobreza, asumiendo que fueron ellas las que se equivocaron, pero tampoco pueden considerarse indignas y poco orgullosas ante sus deudas si se preguntan por quiénes son los responsables de la crisis, y mucho menos si descubren que en gran manera fueron los bancos y otras instituciones financieras, es decir, los mismos que ahora los tienen cogidos por el cuello hasta ahogarlos.

No voy a defender las palabras de Pablo Iglesias en el parlamento europeo al calificar de “totalitarismo financiero” a lo que está pasando en Europa, sobre todo viniendo de alguien que parece un totalitario profundo, pero algo de lo que hemos dicho en el párrafo anterior está teniendo lugar en la UE. Necesitamos una reforma del capitalismo financiero y del papel de la deuda, una regulación efectiva del sistema financiero y de los bancos y una mayor atención a la economía real, industrial y tecnológica.

Lo gobernantes griegos deben ser respetuosos con Europa y sus bancos, pero hay una causa profunda de los males griegos y de los males de todos, que debemos arreglar en el mundo. Savater se ha referido a parte del problema pero no a todo el problema.

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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