El presente post se dedica a resumir la postura de Henry Stapp en cuanto a la materia, expresada en el Capítulo 6 del libro que venimos estudiando. Defiende este autor a ultranza la teoría cuántica y dedica una parte importante del capítulo a mostrar el carácter intuitivo de dicha teoría. Dice, de hecho, que la mecánica cuántica es más intuitiva que la mecánica clásica y se adapta mucho mejor a la realidad del mundo. De la misma forma defiende la existencia del mundo conceptual de la consciencia del cual dice que es real e independiente de la materia y del que defiende su ontología. Concluye que la teoría cuántica sobre la materia y sobre nuestro universo, permite defender cuestiones como el libre albedrío, la importancia de los valores, la existencia de Dios y la posibilidad de situar las religiones de nuevo en el mundo de la racionalidad humana.
(Continuación)
Y llegamos así al Capítulo 6 del libro que usamos como referencia (INR), debido a Henry Stapp, cuyo título es: «Mind and values in the quantum universe».
Es un capitulo notable en el que su autor entiende la mente humana como el observador que hace que el mundo cuántico en el que vivimos se decante (en sentido cuántico). Yo diría que se “llene de significado”, al combinar el significado previo del mundo exterior con la capacidad de identificarlo y elaborarlo del cerebro humano. Se adentra además en el mundo de la consciencia, a la que no considera un epifenómeno, sino algo realmente existente al margen de la materia y que cobra existencia propia en un mundo regido por las leyes cuánticas.
Corrige y critica a sus compañeros de seminario y coautores del libro (INR), en cuanto a considerar a la teoría cuántica como contra-intuitiva. Stapp cree, precisamente, que la revolución cuántica está perfectamente en línea con la intuición humana y que es la mecánica clásica la que no lo está. Hemos vivido en ese sentido 300 años de error, o probablemente de visión simplificada de la realidad, en cuanto a nuestra interpretación de las leyes de nuestro mundo.
Dedica un amplio apartado a explicar el carácter intuitivo de la teoría cuántica, el cual aprovecha para describir el funcionamiento del cerebro humano en términos de dicha teoría. La relación mente-cuerpo cree Stapp que es un ejemplo claro de “quantun decoherence” y de entrelazamiento cuántico. Nuestro cerebro funciona como una nube de potencialidades y Stapp recuerda la concepción de la materia como potencialidad de Aristóteles y la conecta al principio de indeterminación de Heisenberg, según el cual la realidad es un “objetivo tendencial” entresacado de las múltiples potencialidades que existen en cuanto a la ocurrencia de acontecimientos.
Considera que el hombre es libre en sus decisiones, precisamente porque su mente es cuántica, y emplea el llamado en inglés “quatum Zeno effect», o efecto cuántico basado en una de la paradojas, o aporías, del filósofo griego Zenón de Elea (490 – 430 a. C.), que indica que si una partícula inestable, como un electrón, se observa continuamente nunca decae (o nunca pasa a un estado diferente al observado). La libertad personal, considera Stapp, puede usarse para activar el mencionado” efecto Zenón”. Todo ello significa que la mecánica cuántica está completamente en línea con nuestra intuición personal de los fenómenos mentales y que al contrario de lo que muchos opinan en cuanto a que la teoría cuántica no es relevante para estudiar las relaciones mente-cuerpo, resulta de hecho muy importante y muy intuitiva. Sólo hay que aceptar para ello la posición ortodoxa de la mecánica cuántica (debida a John von Neumann) de acuerdo con la cual nuestro mundo no está compuesto de substancias materiales, según se cree normalmente, sino de potencialidades relacionadas con las experiencias futuras.
“La más profunda intuición humana, dice en el apartado dedicado al carácter intuitivo de la mecánica cuántica, no es la captación inmediata y determinista del mundo externo. Más bien es el esfuerzo subjetivo de cada uno de nosotros lo que influye en nuestra interpretación de los hechos y lo que condiciona nuestra experiencia posterior”.
Considera además que la interpretación original de la teoría cuántica conocida como “interpretación de Copenhagen” (debida a Bohr, Born y Heisenberg) es pragmática, epistemológica y con claro sentido ontológico. Niels Bohr trató de entender la teoría cuántica, y el lugar del hombre en ella, manteniéndose estrictamente dentro de un marco epistemológico, es decir, científico; pero Werner Heisenberg dijo claramente que la realidad no está construida de materia, como se dice en la física clásica, sino de acontecimientos psico-físicos, es decir con componentes que pueden y deben ser descritos en el lenguaje de la psicología y con otros que pueden ser expresados en el de las matemáticas en el que se escriben las leyes físicas.
Todo lo anterior lleva a Henry Stapp a hablar de “Información, Dios y valores”, en el último apartado de su trabajo. Considera que el libre albedrío del hombre es similar a la libertad de elección que el universo cuántico tiene de establecer sus límites iniciales y las leyes que lo gobiernan. Considera también que esta situación permite la idea de un poderoso Dios que crea el universo y sus leyes para dar comienzo a todo.
No ve en ese sentido que la ciencia moderna pueda desaprobar tal interpretación religiosa de nuestro universo unida a la teoría cuántica y tampoco que pueda estar en contra de la “libertad de elección” o libre albedrío.
En uno de los últimos párrafos de sus capítulo escribe lo siguiente: “La sustitución de la mecánica clásica por la mecánica cuántica abre las puertas a las posibilidades religiosas que anteriormente habían sido excluidas de la racionalidad humana”.