Colaborar con las máquinas es una de las muchas cosas que debemos aprender en relación con la Revolución Digital en la que estamos. En este post revisamos algunas de las propuestas de Erik Brynjolfsson relacionadas con dicha revolución. Especialmente en cuanto a la aceptación de los nuevos desarrollos y la necesidad de colaborar con ellos. En esa línea se mencionan las posiciones también favorables al nuevo mundo de otros autores muy conocidos.

Los argumentos de Brynjolfsson quizá sean algo subjetivos y no basados en hechos, como hemos insinuado, pero este autor no evita referirse a cuestiones más económicas y estadísticas como hace Gordon. Analiza, por ejemplo, la productividad, el crecimiento y el desempleo y llega a la conclusión de que la primera sigue creciendo. De hecho, en la última década (hasta el 2010), el crecimiento promedio de la productividad en los Estados Unidos fue el mayor de la historia. Explica además que en la introducción de la electricidad en las fábricas la productividad se mantuvo estancada durante treinta años, es decir, algo más de una generación. Esto permitió que los gerentes antiguos fueran sustituidos por nuevos gerentes acostumbrados a la nueva tecnología.
En cuanto al crecimiento, no es un problema a la vista de las tasas actuales y previstas en los Estados Unidos. Pero además, según él, existe una cantidad impresionante de crecimiento económico en los servicios gratis que la sociedad está recibiendo vía Google, Facebook, Twitter, Skype, TED, Wikipedia y muchas otras plataformas e instrumentos de la nueva economía. Su valoración es la de 300 mil millones de dólares anuales que no se contabilizan en las cuentas nacionales.
En el desempleo, por último, lo único que argumenta es que está desacoplado de la productividad. Históricamente ha crecido paralelamente a ella pero en los últimos años se ha distanciado y muestra un gap elevado y creciente.
Esto para mi es grave y muestra que las nuevas tecnologías no son creadoras de empleo. No es, necesariamente, que no exista crecimiento del PIB, ni innovación, ni crecimiento de la productividad, sino que las nuevas tecnologías no son generadoras de empleo, especialmente, no son generadoras de empleo no cualificado.
Las máquinas digitales eliminarán empleos
Brynjolfsson y McAfee lo admiten en sus presentaciones, la inteligencia de las máquinas eliminarán muchos empleos de actividades que hasta ahora se consideraban exclusivas del hombre. Esto no se lleva a sus últimas consecuencias en las explicaciones de estos dos autores pero da la impresión de que como dicen ellos mismos, podemos estar a las puertas de una época de gran abundancia. Yo añado que necesitaremos ocuparnos de las personas desempleadas, las clases medias y las de bajos salarios, sin condenarlas a vivir en el limbo de la mera supervivencia.
Nuestros autores sí que tienen una propuesta de actuación ante estas cuestiones, la solución está en que los hombres colaboremos con las máquinas más que compitamos con ellas. Es una idea muy interesante pero que forma parte, un poco, de las ideas imaginativas que los hombres siempre tenemos pero que necesitan plasmarse en cosas más concretas.
Cabe pensar en ese sentido en que, con el tiempo, todos, o una gran mayoría de la población, vivamos conectados a la Red y obtengamos nuestros ingresos de ella. Eso pasa ya hoy con muchas personas y el número de las mismas es creciente.
Intercambio de bienes de información y conocimiento
No entendemos muy bien cómo muchos podremos vivir del intercambio de bienes de información, conocimientos, cultura, educación y entretenimiento, y de una economía gratis total, o economía de coste marginal cero como la que describe Jeremy Rifkin (su obra de 2014) en su último libro, pero algo así pasó en la primera revolución industrial. Tampoco entonces se creía que el hombre pudiera vivir del intercambio de bienes industriales. Los fisiócratas en particular eran un grupo de economistas franceses del siglo XVIII, muy ilustrados por cierto, entre los que se incluyen a François Quesnay, Anne Robert Jacques Turgot y Pierre Samuel du Pont de Nemours, que calificaron de estériles las actividades como la manufactura o el comercio. Sólo la naturaleza y la agricultura, según ellos, podía hacer que surgiera un excedente económico, es decir que el resultado fuera superior a los recursos utilizados. Hoy sabemos bien que se equivocaron profundamente.
Optimismo sobre el futuro
En cualquier caso hay muchos otros autores optimistas sobre el futuro de la humanidad y que anuncian una y otra vez épocas de abundancia y orden para el mundo. Ray Kurzweil (su obra de 2012), ampliamente estudiado en mis blogs (economiayfuturo.es), autor de libros notables y padre de la “ley de los rendimientos acelerados de la tecnología”, y su colega en varios proyectos como la “Singularity University”, Peter H. Diamandis (su obra de 2013), autor junto con el periodista Steven Kotler del libro, ya publicado en español, Abundancia, son dos de ellos.
Más en línea con lo que venimos tratando hay que mencionar a Joel Mokyr (su obra de 1993), un historiador económico norteamericano-israelí, profesor también, como Robert Gordon, de la Northwestern University, y autor del conocido libro, La palanca de la riqueza. Creatividad tecnológica y progreso económico.
Este autor rechaza que estemos entrando en una época de estancamiento y permanente bajo crecimiento, e insiste, como Brynjolfsson y McAfee, en que muchos de los beneficios sociales actuales no están siendo medidos por las contabilidades nacionales. Muchos de los descubrimientos más importantes en la actualidad, dice Mokyr, generan productos y servicios cuya contribución al PIB no se está midiendo o se mide mal.
Las espadas están en alto en cuanto a nuestro futuro, especialmente el de los países desarrollados, pero la verdad es que a corto plazo necesitamos medidas urgentes para enfrentarnos a los problemas crecientes e insoportables de la población desempleada y la de bajos ingresos y pobres expectativas. En esa población se incluyen hoy, por cierto, muchos jóvenes.