Para hablar con cierto detalle de la segunda ley de la termodinámica nos ha parecido conveniente hacer un recorrido breve por los comienzos de la química moderna a lo largo del siglo XVIII y principios del XIX. Sorprende lo poco que se sabía entonces sobre la naturaleza de nuestro mundo especialmente en términos de sus componentes elementales. En este post se da alguna noticia de los primeros químicos ingleses, personajes que se preguntaron por los componentes del aire, el agua y el vapor de agua. No se había avanzado mucho en ese sentido desde los griegos y tardó bastante en que se formalizaran interpretaciones modernas cercanas a las que tenemos hoy.

A finales de siglo XVIII y principios del XIX dichas personas no eran muy numerosas en el mundo, se les llamaba filósofos naturales y pertenecían básicamente a tres países, Inglaterra, Escocia y Francia. También Italia hacía aportaciones y las había hecho de forma importante en los siglos anteriores, y pronto a lo largo del XIX se incorporaron figuras de otros países como Alemania, Suecia y otros.
Además del desarrollo industrial que se ha analizado ya en posts anteriores, en dichos siglos surgió la ciencia moderna. Newton, Huygens, Leibniz, Hooke, Boyle, Denis Papin y muchos otros dejaron bastante definidas las áreas científicas de la mecánica y el movimiento, la gravedad, el movimiento de los planetas y satélites y en parte comenzaron a estudiar la luz, el vacío, los gases y la fuerza del vapor de agua.
Muchas otras explicaciones eran necesarias en aquellos tiempos y de hecho las ciencias que las abordan hoy no se habían ni siquiera creado todavía, aunque como bien sabemos pocas cosas comienzan en nuestro mundo totalmente desde cero.
La química es una de esas ciencias, la cual en términos muy vagos hunde sus raíces en la alquimia medieval y sin mucho rigor puede unirse también al descubrimiento temprano del fuego por el homus erectus, al empleo histórico de diversos minerales, al descubrimiento de la metalurgia, quizá a la cerámica, y a otras actividades del hombre, más ligadas a su habilidad con la manos que a su habilidad con la mente y el pensamiento. El afán de los filósofos griegos por descubrir de qué están compuestas las sustancias de nuestro mundo y sus primeras hipótesis en cuanto a que todo está formado de los cuatro elementos básicos, tierra, agua, aire y fuego, es una primera muestra de ese esfuerzo intelectual para explicar nuestra naturaleza. Es un primer ejemplo de lo hoy llamamos ciencia, después de haber añadido al esfuerzo intelectual de interpretación y comprensión el complemento del método científico y de la demostración empírica.
La química moderna comienza, según algunos, con la obra del filósofo natural inglés Robert Boyle (1627 -1691), “El químico excéptico”, de la cual se ha hecho recientemente una edición en español. El francés Antoine-Laurent de Lavoisier (1743-1794), por otra parte, estudioso de la composición del agua, del aire y de la respiración, responsable de las denominaciones de hidrógeno y oxígeno y de otros avances recogidos en sus obras, especialmente en el “Tratado elemental de química”, publicado cinco años antes de su muerte en la guillotina en 1794, es considerado el padre de la química moderna.
Entre ellos hay muchos otros autores conocidos a algunos de los cuales haremos mención a continuación. Lo que caracteriza y guía sus obras es la búsqueda de los componentes elementales de la materia en todas sus formas y la forma concreta de la materia más allá de lo visible y manejable.
El británico Henry Cavendish (1731- 1810), por ejemplo, miembro de una acaudalada y noble familia, en la que ya su propio padre Charles Cavendish (Lord Cavendish) se dedicó a la ciencia, se interesó por los componentes del agua y del aire y por la densidad de la Tierra, entre otras cosas.
Joseph Pristley (1733 – 1804), al que se considera descubridor del oxígeno, aunque en paralelo, al parecer, con el ya mencionado Lavoisier y el notable farmacéutico y químico sueco, Carl Wilhelm Scheele (1742 – 1786), descubridor de muchos elementos y sustancias, fue un activo inventor y científico y autor de la teoría del flogisto.