Tecnología y Consciencia

En el presente post comenzamos a hacer un resumen de algunas de las conclusiones a la que se llega tras leer el libro de Christof Koch, Consciousness, que venimos analizando en los siete últimos pots. Abordamos la primera de ellas, que lógicamente debe tener relación con la posible tecnología a desarrollar por los hombres en cuanto a la Inteligencia y la Consciencia, tema, como se sabe, fundamental de este blog. Lo que se indica es en parte positivo para los que trabajan en Inteligencia Artificial y en parte negativo. No se descarta que el hombre llegue a crear «máquinas espirituales» pero es muy probable que el camino sea más largo de lo que creen ciertos tecnólogos. Hay, además, una serie de dimensiones nuevas de la realidad que deben incorporarse tanto a la interpretación de lo que es el cerebro, la mente y la consciencia, como a su posible replicación en una máquina.

(Continuación)

El libro de Christof Koch (“Consciousness”) que venimos comentando es muy interesante y contiene muchos temas además de las tratados hasta ahora en este blog. Pero necesitamos ya terminar y lo haremos con el presente post y dos adicionales. Son, de hecho, tres las consideraciones finales que haremos, una en cada uno de ellos.

La primera tiene que ver con las posibles repercusiones tecnológicas de las ideas aportadas por Koch, Tononi y otros autores utilizados. No se debe olvidar que este blog se dedica fundamentalmente a eso, a saber qué aplicaciones tecnológicas pueden surgir de la actividad científica y de la pura reflexión relacionadas con el cerebro y la mente, y por extensión, con las actividades cognitivas en general.

La mayoría de las aportaciones de los autores tratados van en la dirección de animar a los tecnólogos a seguir trabajando en la Inteligencia Artificial Fuerte y en la construcción de robots de todo tipo, incluidos los androides y los ginoides. Los neurocientíficos creen hoy que el pensamiento y la consciencia son una cuestión de interrelación y complejidad de las redes neuronales (y los dos más tratados en este blog, Koch y Tononi, sugieren además que dependen de la integración de la información recogida en dichas redes) y no ven grandes problemas en que la tecnología creada por el hombre — a su debido tiempo, claro – sirva finalmente para construir “máquinas espirituales”. No ven de hecho grandes diferencias entre nuevas formas de vida basadas en el silicio y las fomas de vida animal que hoy conocemos basadas en el carbono.

La misma idea de la existencia de niveles de inteligencia y de consciencia y sus posible medida, defendida por Koch y Tononi, y su asunción de que en los animales existe una cierta inteligencia, una cierta consciencia, unas ciertas emociones y unos ciertos sentimientos (son seres sentientes, como el hombre), lo cual es verdad, en mi opinión, está llevando a que los constructores de robots crean que en ellos existe también una cierta inteligencia, una cierta consciencia y unas ciertas emociones, lo cual es, hoy por hoy, mentira, también en mi opinión.

Permítaseme decir, que tales científicos y tecnólogos son algo reduccionistas. Se niegan a admitir que en el hombre existan dos dimensiones, el cerebro y la mente, y aunque se asuma por algunos que existen en el interior del cerebro de cada persona, piensan, como indica Tononi, que hay una relación matemático-informacional entre ellas que podrá ser conocida con el tiempo.

En términos de simple especulación, no descarto tal posibilidad pero creo que habrá que hacer ordenadores y máquinas mucho más complejas que las actuales. Y no me refiero sólo a que las interrelaciones de los microchips y de los circuitos integrados tengan que ser mucho más numerosas, mucho más variadas y mucho más rápidas para acercarse a las mente humana, sino que deben incorporar otras características del cerebro y el cuerpo de los verdaderos seres espirituales, como el hombre, y de la vida en sí misma.

Se sabe que el cerebro humano es muy plástico, es decir que las redes neuronales cambian y que las sinapsis se conectan y se desconectan unas a otras, así como que se crean nuevas sinapsis. Es decir, el cerebro es algo verdaderamente vivo, con esos “impulsos vitales” que los científicos actuales no quieren tener en cuenta y los filósofos hace tiempo que dejaron de utilizar. Desde que se abandonó, de hecho, el vitalismo defendido en la historia del pensamiento por una serie de autores de los siglos XVII y XVIII y apoyado posteriormente por el francés Henri Bergson (1849-1951) con su “élan vital”, por Teilhard de Chardin (1881-1955), y en parte por Friedrich Nietzsche (1844 – 1900) y quizás Schopenhauer (1788 -1860).

Muchos no creen hoy, como decimos, en la existencia del “impulso vital”, pero da la impresión de que sin algo como eso, es decir, sin algo previo similar a la vida, las máquinas no podrán ser nunca espirituales. No se trata de que los circuitos de silicio sean cada más numerosos y más complejos, sino de que cambien continuamente como repuesta a impulsos exteriores y a experiencias diversas y que aparezcan y desaparezcan.

Parece mentira, y sin desde luego querer hacer juicios de valor contra nadie, que siga dominando entre los científicos la interpretación mecanicista del mundo. Por ahí no llegarán muy lejos en términos de interpretar lo que es la vida y la consciencia y, mucho menos, en términos de reproducirlas.

La importancia dada en los últimos posts a la Información, su composición de contenido y significado (parte material y parte inmaterial) y su posible existencia en el mundo que nos rodea, sin que sepamos cuál es su origen, aunque sobre ello hayamos hecho hipótesis algo “far out” en los posts anteriores, introduce otra complejidad adicional en la construcción de máquinas espirituales. La nueva orientación de construir máquinas que aprendan solas va en la dirección correcta, ya que, como hemos indicado en el post anterior, la inteligencia y la consciencia se forman a través de la interrelación con el entorno, o lo que es lo mismo, a través de la interpretación de la Información que existe en nuestro mundo.

Pero hay algo más, los neurocientíficos no están prestando atención a la revolución cuántica y consideran que lo que ocurre en el interior del átomo tiene poca importancia para entender el cerebro y la inteligencia. Salvando de estas posiciones, como es lógico, al ya repetidamente mencionado en este blog, Stuart Hameroff, y aunque no son neurocientíficos, al físico Roger Penrose, a filósofos como David Chalmers y a varios otros.

De nuevo creo, humildemente, que los neurocientíficos convencionales, por denominarlos de alguna forma, están en un error. Nuestro cerebro es cuántico y el hombre para hacerse un ser que no es una figura del paisaje, para hacerse imaginativo, creador, artista, inventor, emprendedor, descubridor, hombre de acción, etc… ha necesitado que en su mente y en su cuerpo aparezca la incertidumbre, la indeterminación y la ambigüedad. Reproducir los bits en un ordenador, en una máquina, no será suficiente. Necesitamos reproducir lo “qubits”, es decir, lo bits cuánticos, y aún así no será suficiente.

Por eso, y para no alargarme más en un tema que pienso seguir desarrollando, pero no ahora, termino con tres afirmaciones relacionadas con la tecnología de la inteligencia y de la consciencia ya esbozadas en posts anteriores:

• Para acercarnos algo más a la creación de verdadera inteligencia en las máquinas, es decir, de consciencia, será imprescindible el fuerte desarrollo de la Convergencia NBIC (Nano- Bio – Info – Cogno), así como el paso de los ordenadores actuales a los ópticos, a los biológicos y a los cuánticos. El software actual tendrá que evolucionar, por otra parte, hacia lo que ya se llama “wetware”, un software «húmedo» más cercano a lo que el hombre parece ser.

• Adicionalmente todo lo relacionado con la mecánica cuántica, en la que puede encontrase el secreto de la consciencia, tiene que abrirse camino en nuestro mundo, como hemos dicho en posts anteriores.

• Y, finalmente, a la Información (con mayúsculas), es decir a la Información “flotante” existente en nuestro Universo hay que prestarle más atención de la se le ha prestado hasta ahora.

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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