El ser humano como individuo es mortal y finito pero la especie a la que pertenece y el mundo físico en el que habita parecen ser eternos. La humanidad además, da la sensación de tener un destino, mientras que el hombre aislado, camina sin rumbo, y más bien, por lo que se refiere a una mayoría de ellos, no sale de la espiral “subsistencia-placer-procreación-vida rutinaria”. Cada hombre no es mucho más que una célula de esa humanidad que tiene cientos de miles de años y sigue evolucionando. Sin embargo y para su mal, el hombre, esa pequeña célula, tiene conciencia de lo que ocurre, vislumbra el infinito en todas direcciones que lo rodea y se da cuenta de las incongruencias de su trágica existencia.
Cuando los hombres reflexionan sobre sí mismos, sobre sus fugaces vidas, sobre la aparente inutilidad de casi todas ellas, sobre el dolor, la enfermedad, la pobreza y la injusticia en las que muchas se desarrollan, sobre el inhóspito mundo que constituye su hogar, en medio de ningún sitio en un espacio inorgánico, tenebroso, desconocido y sin límites, surge la incomprensión, la rebeldía a veces, la angustia y, con frecuencia, el llanto íntimo y callado. ¡Pobres hombres!. ¡Pobre forma de vida perdida en las estrellas!. ¡Pobre sueño humano, apenas un fulgor en la inmensidad del tiempo y del espacio!.
Y a pesar de todo, el hombre ama la vida y prefiere cualquier forma de ella a la no vida, a su desaparición individual. Acepta su destino y ama el calor de su hogar, y el mundo cercano de su ciudad, su familia y su cultura. Ama las formas diversas en las que la vida se manifiesta: el arte, la ciencia, la tecnología. Ama la creatividad, las sensaciones, los sentimientos, el mundo extraño y metafísico de las ideas y esas profundidades del pensamiento, que lo conectan con algo eterno, profundamente luminoso y ciertamente no humano. ¿Quién escuchando una sinfonía, leyendo un poema, mirando un cuadro de Vermeer, entendiendo un teorema matemático, aprendiendo una compleja teoría científica, visitando a un enfermo, ayudando a un amigo, observando un atardecer o viendo crecer a un hijo, no ha sentido una especie de fuga hacia la eternidad, una conexión iluminada con otro mundo, una sensación de infinito bienestar y de inundación o ahogo, como si algo quisiera escaparse de uno mismo?. ¿Quién no ha dado la vida por buena después de algunas de esas experiencias?.
El hombre debido a esos sentimientos, y debido a lo que vamos conociendo de la vida en sí, biológicamente considerada, es un ser complejo. Y la humanidad es mucho más que la unión de sus partes. Verla avanzar, comprenderla y hacer conjeturas sobre su futuro, es una de las más continuadas y generalizadas actividades del hombre. En este blog se intenta intermitentemente hacer un ejercicio de ese tipo. Centrado, como enseguida se verá, en las nuevas tecnologías, las nuevas revoluciones y las nuevas convergencias tecnológicas que nos llevan, mucho más que nosotros las llevemos a ellas.
La humanidad ha vivido a lo largo de los últimos cien o ciento cincuenta años avances tecnológicos espectaculares, pero todos ellos pueden ser minucias en comparación con los que se avecinan. La última de las revoluciones, basada en la tecnología digital, que ha traído consigo la Sociedad de la Información y del Conocimiento, sigue acaparando gran parte de la reflexión actual pero muy pronto quedará superada por otras revoluciones y otras sociedades. La mal llamada Nueva Economía, la Sociedad Interconectada, la Sociedad Red y muchas otras interpretaciones explicativas del relativo nuevo mundo en el que vivimos, llegarán pronto a los libros de texto y se mantendrán entre nosotros durante algún tiempo, pero otros mundos y otras concepciones comienzan ya a surgir en el horizonte y merecen ser analizados y difundidos. Algunos de ellos apuntan a cambios mucho más radicales de los vividos en los últimos siglos.
Nueva civilización
Nicholas Negroponte, uno de los grandes gurús tecnológicos de nuestro tiempo, Presidente fundador del Media Lab del MIT, centro en el que se han gestado muchas de las aplicaciones “multimedia” avanzadas hoy en fase de difusión en la sociedad, lo dijo hace unos meses en Madrid: “La Sociedad de la Información, como revolución, es algo ya pasado. Lo que se nos viene ahora encima es mucho más importante: puede que estemos ante una nueva Civilización”.
Los Estados Unidos, el país más avanzado del mundo científica y tecnológicamente hablando, y también quizás el de mayor vigor actual en términos intelectuales, ha venido anunciando las revoluciones científicas de largo alcance relacionadas con la Biología y la Nanotecnología, ha prestado una atención inusitada desde antiguo a las Ciencias Cognitivas y, más recientemente, ha mostrado un interés serio por el transhumanismo y el hombre post-humano. Por no hablar de la propia revolución digital y de la Sociedad de la Información, obras americanas dónde las haya.
Más recientemente han dado un aldabonazo enormemente sonoro al anunciar lo que puede ser la gran convergencia tecnológica del siglo XXI. Se trata de lo que ellos llaman la convergencia NBIC (nano-bio-info-cogno), es decir la simbiosis profunda de las tecnologías de la información con la genética y la biotecnología, la nanotecnología y las ciencias del conocimiento.
Uno de los hilos conductores de esa convergencia está formado por la revolución digital, por el consecuente avance de los ordenadores y por la aplicación de ambos a otras áreas activas científica y tecnológicamente hablando. La Sociedad de la Información y sobre todo la tecnología en la que se basa tiene por ello más trascendencia de lo que muchos imaginan. Puede que el máximo de su potencial en cuanto a impacto en la economía, en la sociedad y en los individuos aislados haya sido de momento alcanzado a través de la gran convergencia entre las Telecomunicaciones, la Informática y Tecnologías de la Información y los Medios, especialmente los Audiovisuales, en el centro de la que nos encontramos. Mucho se ha escrito ya y mucho se discute hoy sobre esta convergencia, la cual dará todavía mucho de sí. Pero mucho más cabe esperar de la interrelación de la tecnología digital, que está en la base de esa Sociedad, con otras tecnologías. Es otra gran convergencia de alcance mucho mayor a la vivida.
La Sociedad de la Información, de la Comunicación o del Conocimiento, como alternativamente se la conoce, hace referencia, sobre todo, a los resultados producidos por esa convergencia de la Telecomunicaciones, la Información y los Medios en términos de tecnología, nuevos productos y servicios, nuevo tipo de empresas, nuevos tipos de trabajos, nuevas profesiones y en general, nueva economía. También y como consecuencia, nueva organización social, nuevas instituciones nueva legislación. Y finalmente, y a su debido tiempo, nuevas mentalidades, nuevas culturas, nuevos comportamientos y nuevos valores.
Pero a esa sociedad va a seguir con bastante rapidez una sociedad y una economía nuevas. Algunos hablan ya de la bioeconomía. Yo mismo me he referido en otras publicaciones al tema y he acuñado como próximas economías, y en forma similar al e-economy de nuestros días, a la g-economy (g de genetic), en la que estaremos instalados hacia la mitad del siglo, y a la s-economy (s de space) en la que el mundo estará muy activo hacia finales de siglo.
Las implicaciones serán múltiples y quizás podamos hablar de ellas en próximas entregas.