Nos detenemos en este post en el momento histórico en el que el hombre descubre y aprovecha la energía contenida en la atmósfera que rodea el planeta en el que vive. Tras aprovechar otras energías encerradas en fenómenos naturales como el viento, las corrientes de agua o el sol, el hombre descubre que la atmósfera en la que se desarrolla su vida, pesa y ejerce una fuerza considerable sobre todo lo que existe en ella. Tras descubrirlo aguzará el ingenio y aprovechará ese fenómeno para usos prácticos. La energía contenida en los primeros combustibles fósiles que utiliza masivamente (carbón mineral) en la época que comentamos será complemetaria de la atmosférica.
(Continuación)
La máquina de vapor tal como se utilizó inicialmente no es otra cosa que un mecanismo a través del cual el hombre puede aprovechar la presión que el peso de la atmósfera de aire en la que vivimos ejerce sobre nuestro planeta y sobre todo lo que vive sobre él.
Para el objetivo que perseguimos en este blog relacionado con la forma en la que el hombre adquiere la racionalidad científico-tecnológica actual, la máquina de vapor es un invento de gran importancia. Es, podríamos decir, un invento algo más científico que otros y viene precedido de la labor, diríamos que científica, aunque tal denominación no sea la más adecuada para la época, y a la vez manual en relación con la construcción de aparatos, de personajes como Evangelista Torricelli (1608 -1647), discípulo de Galileo, Otto von Guericke (1602 – 1686), Robert Boyle (1627 – 1691), Christiaan Huygens (1629 – 1695), los mismos Isaac Newton (1642 – 1727), Galileo Galilei (1564 – 1642) y muchos otros. El primero, por ejemplo, construyó el barómetro y demostró con él la existencia de la presión atmosférica, lo que fue posteriormente confirmado por Blaise Pascal (1623 – 1662); el segundo llevó a cabo en 1654 el famoso experimento de los dos hemisferios de Magdeburgo; el tercero construyó una bomba de aire e investigó, entre muchas otras cosas, sobre el aire, sobre la fuerza expansiva de la congelación del agua, sobre la densidad relativa, sobre la hidrostática y sobre muchas cosas más; y el cuarto que construyó un artefacto que hacía explosionar pólvora en un cilindro para mover un émbolo en él alojado y que tuvo como ayudante y colaborador al protestante francés Denis Papin (1647 – 1712) que fue el verdadero precursor de la máquina de vapor con la construcción de lo que podría considerarse la primera “olla a presión” de la historia. Los dos juntos publicaron en 1675 en Londres el trabajo denominado “Las nuevas experiencias con el vacío con la descripción de máquinas que sirven para lograrlo” en el que se describe un rutinario “motor de explosión”.
No se sabe muy bien lo que Savery, Newcome o Watt, los constructores de las primeras máquinas de vapor, sabían de los trabajos anteriores pero lo cierto es que los conocimientos que aportaban estaban ya en el ambiente en la época en la que ellos hicieron sus inventos. A ellos nos referiremos en el siguiente post.
También mencionaremos otro personaje de la época, John Smeaton, un ingeniero muy destacado, menos conocido pero que parece ser uno de esos eslabones perdidos que buscamos en nuestra indagación en este blog, que unen sus conocimientos “científicos” y sus experimentos con su capacidad inventora, su habilidad artesanal y y su actitud empresarial. Es interesante además porque procede de un área de búsqueda de fuerza y energía anterior a la de la máquina de vapor. Fue constructor de ruedas de agua e inspirador de lo que serían más tarde las turbinas, que además entró en el mundo de las máquinas de vapor e hizo recomendaciones para su mejora.
Demostró por ejemplo, cosas intrascendentes para nosotros pero muy importantes para su época, cómo que la rueda hidráulica que recibía el chorro de agua por su parte superior era más eficaz (un 63 por 100) que la que lo recibía por su parte inferior (un 22 por 100)