La Enciclopedia Francesa de Diderot y d’Alambert

Entramos en este post en el gran instrumento de difusión de las ideas de la Ilustración en Francia y en toda Europa, así como en los Estados Unidos y en otras regiones incluidas en lo que llamamos Occidente. Latinoamérica entre ellas. Después de haber mencionado con brevedad las reuniones, debates y discusiones llevadas a cabo en los salones de París durante la segunda mitad del siglo XVIII y después de haber mencionado algunos de los protagonistas más destacados de esos debates, nos concentramos en L’Encyclopédie, una publicación en la que se intentó poner juntos todos los conocimientos de la época, incluidos los más científicos y tecnológicos. Quizás por primera vez y de una forma comprensiva se aplicaron las capacidades intelectuales del hombre a todo tipo de conocimientos, desde los más filosóficos e intelectuales a los más científicos y técnicos.

(Continuación)

La labor que venimos realizando en este blog en cuanto al análisis de la racionalidad humana y su evolución en el tiempo muestra que la nuevas ideas de todo tipo destinadas a cambiar nuestra interpretación de las cosas, introducidas en general por genios y hombres muy destacados que constituyen cumbres del pensamiento, tardan siempre un cierto tiempo en difundirse en la sociedad y en ser aceptadas por todos. El orden existente, los intereses creados, las instituciones, el poder, el conservadurismo y la dificultad de un porcentaje alto de las poblaciones para entender las nuevas ideas y abandonar las antiguas, lo hacen siempre muy difícil.

En la Francia del siglo XVIII existía un régimen monárquico absolutista, una iglesia católica poderosa y fuertemente integrada en la sociedad y una nobleza enquistada hasta lo más profundo en el orden social existente. A grandes rasgos la iglesia y la nobleza que podían representar el 2 % de la población poseían el 40 % o más de las tierras, estando el 98 % restante formado por grupos muy variados como la burguesía en la que había ricos comerciantes, financieros y banqueros, artesanos y pequeños comerciantes, campesinos propietarios de sus tierras, arrendatarios y jornaleros, además de obreros de todo tipo y servidores domésticos en las grandes ciudades. Cuando las cosas venían mal en términos económicos y el estado se endeudaba, la población sufría hasta extremos inaceptables y el hambre y la miseria se extendían.

Eran tiempos difíciles para un porcentaje alto de la población en los que la corte y la nobleza disfrutaban de lujos excesivos pagados con elevados impuestos por la burguesía y los pequeños propietarios. Y lo que es más grave, no existía libertad y la Iglesia y la nobleza, podían hacer encarcelar, exiliar e incluso ajusticiar a cualquier persona por manifestar ideas contrarias a las creencias oficiales.

Muchos de los ilustrados, como por ejemplo Diderot, sufrieron cárcel, otros como Voltaire tuvieron que vivir exiliados la mayor parte de su vida, y muchos otros como el Barón d’Holbach, tuvieron que escribir y publicar en secreto y con seudónimos.

El siglo XVIII y la Ilustración en particular trascurrieron bajo el poder absolutista de Luis XIV (1638 – 1715 (vida) y 1643 – 1715 (reinado)), Luis XV (1710 – 1774 (vida) y 1715 – 1774 (reinado)) y Luis XVI (1754 – 1793 (vida), 1774 – 1789 (Rey de Francia) y 1789 – 1792 (Rey de los franceses)). El último ocupó el segundo puesto mencionado bajo la Revolución y fue finalmente guillotinado en 1793, el mismo año, con nueve meses de diferencia, en que fue también guillotinada su mujer, María Antonieta de Austria.

La Iglesia en particular tenía un enorme poder en aquella época y el sólo hecho de declararse ateo era motivo para el encarcelamiento y la muerte. Las publicaciones eran censuradas, prohibidas sin más y quemadas. Los jesuitas, como orden religiosa católica, y los jansenistas, como movimiento también católico, gozaban de enorme influencia y fueron antagonistas de la Ilustración. La intolerancia en general era muy elevada aunque no impidió que el siglo XVIII fuera el “siglo de la luces”, como ya se ha dicho en este blog.

La “Encyclopedie” (La Enciclopedia francesa de Diderot y d’Alambert, obra máxima de la Ilustración y medio fundamental de difusión de las ideas ilustradas), fue uno de los instrumentos más importantes para el despliegue y la extensión de la nuevas ideas. Sus editores fueron Denis Diderot (1713 – 1784), filósofo, ensayista, dramaturgo y novelista, nacido en Langres y Jean le Rond d’Alambert (1717 – 1783), brillante matemático y filósofo nacido en París.

Lo fueron también los numerosos salones de París en los que los llamados en la Francia de aquella época “philosophes”, o intelectuales, se relacionaban con las clases altas, con los altos funcionarios, a veces con sacerdotes mundanos e intelectualizados y con matemáticos y científicos de todo tipo, para, simplemente relacionarse, o discutir con cierta profundidad las nuevas idas y los nuevos conocimientos, incluidos los científicos y técnicos. Los salones eran en general mantenidos por ciudadanos adinerados y con mucha frecuencia estaban regentados por señoras que fueron conocidas como “salonnières”. De entre la cuales la más grande de todos los tiempos, según indica Philipp Blom, fue Marie Thérèse de Geoffrin (1699 – 1777)

Uno de dichos salones, éste creado y mantenido por el adinerado Barón d’Holbach (1723 – 1789), en su domicilio de la actual Rue des Moulins, número 10, que en otros tiempos fue la Rue Royale Saint-Roch, muy cerca del Louvre y del Jardin Royal, fue el lugar sagrado donde la Ilustración se difundió con más fuerza, sobre todo, la radical, y donde se gestó y en gran manera se realizó “L’Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers”.

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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