Se sigue hablando en este post de la información tal como es usada por los biólogos moleculares. Se hace particular referencia al sentido real, no metafórico, de los conceptos de información, comunicación y lenguaje, los cuales pueden y deben utilizarse en biología molecular con toda propiedad. Lo que se almacena en el ADN es, de hecho, información, y también lo es lo que transcriben los ARN mensajeros y lo que reciben las proteínas. Se hacer referencia además al tema del significado, la semántica y la intencionalidad en la información que se mueve a nivel molecular , concluyéndose que tales componentes intangibles que se han asumido existen en la información a nivel de ser humano completo deben existir a nivel de sus células
Las explicaciones dadas en el post anterior sobre la información son muy interesantes pero forman parte de algo conocido y que se aplica de similar manera, a la consciencia, a la posibilidad de existencia del alma y a la idea misma de Dios. En todos esos casos se cree que existe una presencia inmaterial (una ausencia física, de hecho) que no tiene extensión como dijo Descartes (1596 – 1650), y que, realmente, no tiene ninguna relación con el medio físico y material que todos nos hemos acostumbrado a reconocer como lo único existente en nuestro mundo.
Muchos científicos dicen en relación con esta cuestión dos cosas importantes, una que no hay motivo para tratar de encontrar algo que no se ve ni se nota en ningún sentido, y otra, que no sirve de nada algo de ese tipo, que en el caso hipotético de que existiera, nunca podremos tocar, medir, ni ver. Dios, dicen los teólogos, es una “presencia” sólo identificable por la fe y que nunca podrá hacerse material por pura imposibilidad. Su naturaleza es tan distinta de la física que la sola hipótesis de que pudiera manifestarse en términos materiales ya haría de ese ser supremo, de esa fuerza superior, algo que ya no lo sería.
Muchas personas de fe hoy día insisten en la existencia de los dos mundos, el de la materia y del espíritu y en la total separación de los mismos. Una fórmula entendible, pero que a algunos no nos satisface demasiado.
A eso se refiere en parte el siguiente autor que escribe sobre información y biología en el libro que venimos comentando, Bernd-Olaf Küppers (1944 – ). Da por buenas las interpretaciones de Deacon, que son más comunes entre los filósofos, y se adentra en cómo la información y la comunicación tiene lugar en el mundo de la biología molecular. Este autor alemán nacido en Bayreuth, que estudió físicas y matemáticas en las universidades de Bonn y Göttingen y trabajó en el Instituto Max Planck de Química Biofísica, ha publicado importantes libros entre los que se pueden mencionar, “Molecular Theory of Evolution” e “Information and the Origin of Life”.
Comienza diciendo en el capítulo 9 de “Information and the Nature of Reality”, que desde que se establecieron las bases moleculares de los sistemas vivos, se ha sabido que todos los procesos relacionados con la vida están gobernados por la información. La información ha terminado siendo, añade, un concepto clave para entender la materia viva.
Sin el continuo intercambio de información en todos los niveles organizativos de dicha materia no podría mantenerse el orden que la vida necesita.
Considera además que no es sólo información lo que se mueve en el interior de los seres vivos, sino información y comunicación. Entendiendo la primera como la función instructiva y formativa de un mensaje, y la segunda como el proceso según el cual el emisor y receptor de una información entran en contacto y adquieren un entendimiento común sobre algún asunto.
Añade a sus dos términos iniciales, “información” y “comunicación”, un tercero, el de “lenguaje”, y siguiendo a Hans Gadamer (1900 – 2002), el gran filósofo alemán, renovador de la hermenéutica, es decir, del entendimiento o la comprensión, dice que el lenguaje muestra lo que debe ser entendido de las ideas abstractas de nuestra mente.
Su tesis básica en el artículo que comentamos es que en el interior de las moléculas funcionan los tres términos, es decir, que hay algo similar a la información, algo similar a la comunicación, y algo similar al lenguaje. Habla en concreto del lenguaje de los genes e indica que para los biólogos evolucionistas no hay duda en cuanto a que el lenguaje existe a un nivel inferior al del ser humano como tal. Viene esto último a cuenta de la interpretación más extendida entre los estudiosos de los seres vivos y del hombre en concreto, de que el lenguaje es una manifestación de los sistemas vivos complejos, como el ser humano.
Argumenta en este sentido que hablando en términos genéticos existe un alfabeto agrupado en unidades de información de orden superior y que se puede hablar de funciones genéticas similares a las palabras, las frases y la sintaxis.
Menciona al propio Johan Friedrich Miescher (1844 – 1895), descubridor de lo él llamó “nucleínas”, lo que hoy es conocido como ácidos nucleicos, que escribió que los ácidos nucleicos, o nucleína, son capaces de: “expresar toda la riqueza y diversidad de la herencia genética, justo como las palabras y las ideas pueden ser expresadas en todos los lenguajes con las 24 a 30 letras de un alfabeto”.
Y, como es lógico, entra en el tema de la semántica, del significado y de la intencionalidad. Dice al respecto que los términos, “información”, “comunicación” y “lenguaje” encierran conceptos como los de “significado”, “valor”, “verdad” y otros. Lo cual lleva directamente a la idea de que no se puede obviar sin más el tema de la semántica en el mundo molecular
Entra además en el tema del origen de la información a nivel molecular apoyándose en la aplicación ya conocida de que para que se produzca una verdadera comunicación debe existir información previa tanto en el emisor como en el receptor. O que toda información se refiere siempre a otra información. Esta cuestión lo lleva a preguntarse por cómo se origina la información en primera instancia y a dejar otra pregunta abierta: ¿podrá la información en un genuino sentido ser generada alguna vez desde cero?
Al final de su trabajo vuelve a Gadamer al recordar que el ser sólo pude ser entendido cuando ya tiene una estructura lingüística, lo cual deja las espadas en alto en cuanto a la existencia de significado inmaterial en los mensajes de las células.