La Ilustración en Francia contó con muchos personajes grandes y pequeños. Francia en el siglo XVIII se llenó de «philosophes», es decir, de intelectuales. Algo que seguramente ha perdurado hasta nuestros días ya que es difícil encontrar un país en el que tantas personas ejerzan de forma continua la reflexión intelectual sobre todo lo que las rodea. Diderot y el barón d’Holbach fueron en gran manera los iniciadores de tal actitud en el París de la segunda mitad del siglo mencionado. Se recogen en lo que sigue algunos de los nombres que los acompañaron en ese proceso de pensamiento público, debate y discusión de ideas y conocimientos que tanto hizo por los europeos y por los hombres en general.
(Continuación)
Diderot y d’Holbach se transformaron al final en filósofos e intelectuales pero su interés inicial fue el de la ciencia y el empirismo. Ellos y muchos otros en Francia habían leído ávidamente a Locke y a Newton y creyeron que la ciencia podría hacer a los hombres felices y crear un mundo de progreso, riqueza e igualdad. Estaban fuertemente apegados a las ideas científicas y creyeron más que nadie en su época en el mecanicismo y el materialismo. D’Holbach mismo era un científico versado en mineralogía, metalurgia y física y fue el autor de muchos de los artículos de tipo científico publicados en L’Encyclopédie. Era de origen alemán aunque se crió en Paris con su tío materno Adam François d’Holbach, del que recibió una enorme fortuna. La cual utilizó, por cierto, en impulsar y difundir las nuevas ideas incluyendo las científicas y tecnológicas.
De 1744 a 1748 estudió en la Universidad de Leiden de donde vino a París cargado de nuevas ideas y nuevos saberes. Muy pronto conoció a Diderot que entonces había aceptado ser editor de L’Encyclpédie y que ya era un intelectual conocido aunque en lucha constante por la supervivencia, suya y de su familia. Este último no tenía fortuna y sus comienzos en París al principio de los años 1730 fueron muy duros. Siempre quiso vivir de su ingenio y de su trabajo y lo consiguió ciertamente con el tiempo, aunque nunca de forma totalmente desahogada. La amistad de estos dos personajes fue profunda y sólida a lo largo de sus vidas. D‘Holbach era diez años más joven que Diderot y murió cinco años más tarde, el mismo año de la Revolución francesa.
Diderot empezó siendo abate y quería haber sido jesuita, fue un buen novelista, excelente escritor y notable filósofo, aunque no se dedicó en profundidad a ninguna de esas actividades al ser la edición de L’Encyclopédie una dedicación casi de por vida que le absorbió todo su tiempo. Se quejó siempre de ello y de lo pesado y aburrido que resultó, sobre todo al final de los más de veinte años que duró su publicación (de 1751 a 1772), la búsqueda de artículos, su lectura y su edición. Eso, sus escritos clandestinos y su participación en las comidas, reuniones y tertulias continuas en el salón de d’Holbach en el que fue una persona eminente e insustituible dados su conocimientos, su capacidad para el debate, su oratoria y su lógica.
Entre los ilustrados radicales se pueden incluir a la mayoría de los que participaban en las reuniones del salón d’Holbach, entre muchos otros a: Jean le Rond d’Alembert (1717 – 1783) co-editor de L’Encyclopédie hasta la crisis de esta publicación de 1759; a Georges Louis Leclerc, Conde de Buffon (1707 – 1788), el zoólogo más importante de su época que acudía al salón como invitado de categoría a dar conferencias científicas; Friedrich Melchior Grimm (1723 – 1807), alemán de nacimiento que llegó a París muy joven e hizo un destacada carrear como hombre de relaciones internacionales y como director de la revista “Correspondance littéraire”; Claude- Adrien Helvetius (1715 – 1771), acaudalado funcionario que tuvo su propio salón, que escribió el libro “Del espíritu” en el que defiende una moral utilitaria y que fue íntimo amigo de Diderot y d’Holbach; Louise-Florence Pétronille Tardieu D’Esclavelles D’Épinay (1726-1783), novelista y mecenas de Rousseau que también tuvo su propio salón; y en fin, Julie –Jeanne Éleonore Lespinasse, “Sophie” Louise- Henriette Volland; Jean François Marmontel; el abate André Morellet; y el abate Guillaume-Thomas- François Raynal, entre muchos otros.
Se citan también como asistentes habituales al salón a personajes de otros países tales como el americano Benjamin Franklin, el abate italiano Ferdinando Galiani, a los ingleses David Garrick, Laurence Sterne, Horace Walpole y John Wilkes, y a los escoceses Adam Smith y David Hume.
También visitaron el salón personajes como Voltaire (1694 – 1778), Jean-Jacques Rousseau (1712 – 1778) e, incluso, Montesquieu (1689 – 1755), aunque estos han quedado en la historia como grandes pesos pesados de la Ilustración y del pensamiento de esa época. Ellos, junto a muchos otros intelectuales y científicos cuyos nombres es imposible recoger aquí, constituirían una Ilustración menos radical en la que también habría que incluir la intelectualidad impulsada por la Iglesia y los jesuitas que asimismo existió en aquellos tiempos.
Lo más destacado de la nueva racionalidad en su sentido más radical, en resumen, a lo que ya se ha hecho mención, es: 1) el interés por la naturaleza, por la ciencia y por la incipiente técnica de aquellos años; 2) el materialismo rampante, incluyendo la interpretación del hombre como máquina surgida de la naturaleza; 3) la negación de la existencia de Dios, del alma y de cualquier otro componente espiritual en el hombre y el ataque profundo a la Iglesia y a las religiones; 4) la creencia en el progreso y en la organización social basados en la ciencia y en la moral natural; 5) la defensa de la democracia, la igualdad y la fraternidad y la introducción del concepto de los derechos humanos; 6) la importancia dada a la economía, al comercio, a la producción y al capitalismo; y 7) lo más destacado en mi opinión, la igualdad en cuanto al interés de los hombres y en cuanto a la utilización de sus capacidades, de la filosofía, la ciencia, la artesanía y el arte.
(Continúa en el post siguiente)