Dualismo, Alma, Ciencia.

Tal como habíamos anunciado dedicamos los dos últimos posts de la serie relacionada con el libro «Consciousness» de Christof Koch, a un tercer grupo de comentarios finales. Dicho grupo tiene que ver con los temas de ciencia y religión abordados por Koch en el último capítulo de su libro. En este primero se describe la posición siempre complicada de Koch a mitad de camino entre la ciencia que practica hoy y su fe católica en la que ha vivido hasta no hace mucho tiempo. Se resume asimismo su posición ante el dualismo, en el que cree parcialmente, el alma, en cuya existencia no cree en absoluto, y en las distintas creencias en Dios, a las que la ciencia es ajena.

(Continuación)

La tercera cuestión que deseo abordar como resumen del libro de Christof Koch sobre el que vengo escribiendo desde hace seis o siete posts, tiene que ver con lo tratado en su último capítulo (Capítulo 10). Tal parte de su obra se refiere a cuestiones que no son frecuentes en el discurso científico actual por razones de “corrección política”, entre ellas, las relaciones entre ciencia y religión, la existencia de Dios, la posibilidad de que la revelación y las sagradas escrituras tengan inspiración divina, los milagros y otras posibles intervenciones de Dios en el universo, así como de la existencia del libre albedrío y varias otras. También se incluyen en él algunas reflexiones personales relacionadas con las crisis existenciales del autor, sus problemas familiares recientes, la desaparición de su padre y la muerte de su mentor Francis Crick. Koch demuestra ser valiente intelectualmente hablando y no evita ninguno de esos temas.

En todas estas cuestiones entra Koch con una gran honestidad personal y con el reconocimiento, realmente fascinante para mi, de haber tenido durante muchos años una sólida fe católica y unas experiencias espirituales profundas.

Revisa los temas religiosos anteriores desde la perspectiva del científico no creyente que es en la actualidad, pero lo hace portando en sus espaldas la mochila de sus experiencias religiosas anteriores, lo cual resulta enormemente atractivo para personas como el que esto escribe con experiencias similares.

Comienza declarando haber estado obsesionado desde muy joven con las grandes preguntas de todos los tiempos y, probablemente, de todos los hombres: ¿qué somos (los hombres y otros seres vivos sentientes)?; ¿de dónde venimos?; y ¿adonde vamos?. Y se refiere también a las noches en blanco pasadas en su juventud angustiado por las ideas de eternidad, de la nada absoluta, de la desaparición física de todos los hombres y otras, ante las que todos estamos indefensos. Hace mención, con gran clarividencia, al hecho de que no es en nuestro mundo diario en donde la física necesita y se une a la metafísica, sino en la existencia del big bang y, sobre todo, en lo que había antes de tal singularidad y lo que habrá después de que nuestro universo se marchite y desaparezca..

En todo lo que trata domina como mecanismo de interpretación la ciencia y lo científico, lo cual considera que es previo y fundamental y no puede ser dejado a un lado. Nada, piensa Koch, puede saltarse las leyes generales de la Física y las particulares de la Termodinámica. Aunque busca y añora un lugar para las creencias religiosas y para el Dios que experimentó profundamente en su juventud e incluso en su madurez, lo cual está presente en sus citas bíblicas y en el cierre final de su libro con un salmo de los Pergaminos del Mar Muerto, no lo encuentra.

Entra en el tema del dualismo (distinción entre lo físico y lo abstracto, entre la fisiología humana y las ideas, entre el cerebro y la mente) rastreando su aparición hasta la figura de Platón, y hasta las obras de Descartes, Kant y otros filósofos occidentales. Concluye que es partidario, como su colega Giulio Tononi, del “dualismo propietario”, es decir, de un dualismo sólo existente en la mente de cada persona. Un dualismo que no sale del cuerpo de cada individuo y que no puede, por tanto, ser eterno, despachando así el tema del alma humana a la que considera un mito antiguo sin ninguna posibilidad de ser real con los conocimientos científicos actuales en la mano.

Vuelve a recordar a este respecto la teoría de la “Información Integrada” de Tononi y considera, como ya se ha dicho en posts anteriores, que las ideas abstractas son un hiper cristal de múltiples caras y múltiples dimensiones surgido del flujo de información que aparece en las neuronas a partir de las sensaciones procedentes del mundo exterior que los sentidos recogen. Entre el soporte físico (las neuronas y sus sinapsis) donde se acumula la información y ese cristal abstracto, debe existir una complejísima formula matemático-informacional que es probable que nunca lleguemos a descifrar.

La misma ciencia le sirve para resolver los otros temas religiosos que aborda, desde el deísmo o creencia en una fuerza suprema, en una providencia divina, a la que se accede a través de la razón y la experiencia personal; al teísmo o creencia en un Dios creador del universo que está comprometido con su mantenimiento y gobierno y que puede intervenir e interviene en la marcha de la naturaleza y en la vida de los hombres; y a la Revelación de los cristianos y de otras religiones.
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Nada de esto cree que es verdadero a la luz de la ciencia, por mucho que a él, con la nostalgia de sus perdidas creencias, le gustaría que lo fuera.

(Continúa en el post que sigue)

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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