Gregory Stock cree que se producirán grands cambios en elm hombre comenzando por su cerebro. Cree no obsatante que no debemos asustarnos por ello
El segundo libro a revisar se debe a Gregory Stock, un escritor y científico, director en la actualidad del Programa sobre Medicina, Tecnología y Sociedad de la Escuela de Medicina de la Universidad de California en Los Angeles. Su significativo título es Redesigning Humans. Our Inevitable Genetic Future. Al igual que en libros anteriores tales como, Metaman, The Merging of Humans and Machines into a Global Superorganism, y el best-seller The Book of Questions, el autor se enfrenta sin prejuicios ni temores, y aparentemente con grandes conocimientos, a la revolución genética en marcha.
Al igual que Dyaz, defiende este segundo autor las revoluciones en los conocimientos actuales y no se asusta de lo que nos puedan traer consigo, comenzando curiosamente su libro por el capítulo titulado: El último humano (The Last Human).
Antes, y a modo de introducción, establece su actitud de partida con deliciosos poemas de Tucídedes y Marcus Garvey, en los que respectivamente se defienden, el conocimiento y la visión clara de las cosas que se avecinan, ya sean benignas o peligrosas, sin en ningún caso asustarse ni darles la espalda; y la autonomía del hombre sin más límites que Dios y el cielo y sin más medida que la Eternidad.
El posicionamiento general de Stock ante la revolución genética es que nada ni nadie podrá pararla, ni en cuanto a la selección de los genes de un embrión, ni en cuanto a la ingeniería de las células germinales en general, ni siquiera en cuanto a la clonación. Y esto porque nadie se detendrá ante ninguna barrera cuando se trate de salvar la vida de un hijo, evitarle enfermedades o mejorar sus características físicas e intelectuales. Mucho menos, si se trata de mejorar la vida de uno mismo o de alargarla. Cree, sin embargo este autor, que estas cosas no deben asustar porque nunca se harán por verdaderos científicos y médicos hasta que no haya seguridad de tener éxito y estén perfectamente resueltas. No las ve él, por otra parte, tan inmediatas como determinados libros de ciencia ficción y determinadas películas pueden hacernos creer. Da en este sentido mucha importancia al tiempo y a la madurez de la sociedad para enfrentarse a esos cambios, analizando los problemas físicos y morales que la revolución genética puede traer consigo.
A muy largo plazo según Stock, el hombre puede diferenciarse sustancialmente de los humanos actuales, pero más en un sentido verdaderamente evolutivo y sin traumas que en un sentido monstruoso. Tiene confianza en tal futuro porque los hombres aprenderán de sus errores y porque a diferencia, dice él, de la energía nuclear, las nuevas tecnologías genéticas no son peligrosas en cuanto a destrucción masiva de las personas.
Cree poco en la llamada “Constitución Genética” que protegería a los embriones de la manipulación y les daría el “derecho genético” a que nadie altere sus genes. Y, finalmente, es partidario de una orientación en el sentido de libre-mercado donde exista una verdadera libertad de elección de los individuos. Dicha orientación puede ir acompañada de una modesta supervisión de la sociedad y, sobre todo, de robustos mecanismos de aprendizaje social que permitan al hombre protegerse de los abusos y asignar recursos a todo aquello que sea bueno para alcanzar las metas deseadas.
(Fotoo arriba: FreeFoto.com)