Llevamos varias semanas sin publicar nuevos posts en este blog. Se ha debido a haber estado ocupado con mis cursos en la Universidad al final del cuatrimestre. Volvemos ahora a la serie sobre la Sociedad del Bien Común que venimos publicando desde hace algún tiempo. Recuerdo que al tratar el tema de la economía conductual habíamos decidido relatar mis experiencias en relación con tres temas relacionados con dicha economía: 1)toma de decisiones; 2) behaviorismo; y 3) economía y teoría económica. Los dos primeros fueron tratados en posts anteriores, entrando en este en el tercero.
La teoría económica desde un punto de vista intelectual
La Teoría Económica es una de las áreas de actividad intelectual del hombre con más atractivo para el que esto escribe. Para una persona normal como yo, pero que tiene una gran orientación hacia los temas de la mente y el pensamiento, o del aprendizaje y los conocimientos, el mundo y los hombres están llenos de temas del máximo interés. La teoría económica como creación intelectual es enormemente rica, aunque recientemente esté sometida a críticas diversas.
En los últimos posts hemos mencionado algunas de ellas, especialmente las relacionadas con las hipótesis tradicionales de la microeconomía, a las que se consideran hoy muy simplistas o muy simplificadoras. El llamado homo oeconomicus, abstracción sobre el hombre utilizada por la economía neoclásica, según la cual el hombre se comporta siempre racionalmente en términos económicos, procesa adecuadamente la información y decide en consecuencia con ella, buscando continuamente el máximo beneficio propio, es cada vez más discutida.
Pero el mundo intelectual, de la psique o del espíritu (no necesariamente en sentido religioso), es un infinito insondable que llena al hombre de intensas satisfacciones. La sabiduría es uno de los placeres más profundos del ser humano. No importa que a lo que tengamos acceso sea, una sonata de Bach, Hamlet, La Divina Comedia, la pintura de van Gogh o Vermeer, la Sagrada Familia o el Partenón griego. Tampoco que se trate de la filosofía de Platón, Kant o Heidegger, o de la Psicología, a la que hemos dedicado cierta atención en los últimos posts. Ni mucho menos que de lo que estemos hablando o estemos aprendiendo sean explicaciones científicas procedentes de la Física, la Biología o la Neurociencia.
Aportaciones intelectuales sublimes
No hay nada como comprender lo que destacados personajes han imaginado, demostrado y explicado, como, por ejemplo, Isaac Newton en relación con la gravedad, Michael Faraday y James Maxwell en relación con el electromagnetismo; Ludwig Boltzmann, en relación con la mecánica estadística; Einstein en cuanto a la relatividad y Niels Bohr en lo relación con la mecánica cuántica.
Hoy por hoy podemos aventurar muy poco en cuanto a cómo fueron capaces de hacer cosas intelectuales sublimes ciertos hombres, aunque sin duda tienen que ver con el funcionamiento del cerebro, la racionalidad y los sentimientos y la conciencia. Parece que todo está relacionado con las redes de neuronas, o engramas, que algunos hombres son capaces de crear en su cerebro, o quizás sea mejor decir en su mente, ya que es muy probable que no todo sea material y físico en nuestro cuerpo y en nuestro Universo[1].
La mente de los economistas
La teoría económica es un área del mundo de los conocimientos del mismo nivel intelectual que las mencionadas en los dos párrafos anteriores. En esto quiero poner un cierto énfasis. Los grandes economistas de la historia han tenido mentes de tanta calidad como el resto de los científicos y filósofos citados.
Hay una larga lista de economistas que han construido un pensamiento muy notable. Adam Smith (1723-1790), Karl Marx (1818-1883), John Maynard Keynes (1883–1946), Lionel Robbins (1898–1984), en términos generales; y muchos otros como David Ricardo (1772-1823) John Stuart Mill (1806-1873), Stanley Jevons (1835-1882), entre los clásicos; Alfred Marshall (1842-1924), Knut Wicksell (1851-1926), Vilfredo Pareto (1848-1923), Irving Fisher (1867-1947), o Arthur Pigou (1877–1959), entre los neoclásicos, Carl Menger (1840-1921) Eugen von Böhm-Bawerk (1851 – 1914), Joseph Schumpeter (1883-1950), Friedrich von Hayek (1899-1992) o Ludwig von Mises (1881-1973) entre los liberales y austriacos.
O los más cercanos a nosotros, Simon Kuznets (1901-1985), Fritz Machlup (1902-1982), Nicholas Kaldor (1908-1986), Milton Friedman (1912-2006), Paul Samuelson (1915-2009), Kenneth Arrow (1921-2017), Hyman Minsky (1919-1996), Robert Solow (nacido en 1924), William Baumol (1922-2017), alguien tan admirado por el que esto escribe como George Stigler (1911-1991), o Lawrence R. Klein (1920-2013) con el que ha colaborado desde finales de los años 60 hasta su fallecimiento.
Una larga lista de mentes destacadas
O, en fin, los actuales como, Edmund S. Phelps (nacido en 1933), Robert Lucas (nacido en 1937), Joseph Stiglitz (nacido en 1943), Robert J. Barro (nacido en 1944), Paul Krugman (nacido en 1953), Jeffrey Sachs (nacido en 1954), Gregory Mankiw (nacido en 1958), Jean Tirole (nacido en 1953) o Dani Rodrik (nacido en 1957) y muchos otros.
Sin olvidarnos de los españoles más conocidos como, Enrique Fuentes Quintana (1924-2007), Juan Velarde Fuertes (nacido en 1927), Luis Ángel Rojo (1934-2011), Ramón Tamames (nacido en 1933), José Ramón Lasuen (nacido en 1932), Antonio Pulido o Antón Costas (nacido en 1949), entre los más consagrados
Todos ellos constituyen una lista, hecha de memoria y a vuelapluma, de grandes cerebros que han explicado el funcionamiento de nuestras sociedades, las leyes de la producción de bienes y servicios, su distribución y su uso y consumo. Así como las leyes de los mercados, el papel de los gobiernos en su funcionamiento y las políticas de actuación en pro del crecimiento, el progreso y el bienestar.
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[1] Sería oportuno citar aquí la última obra del filósofo estadounidense, Daniel C. Dennet (nacido en 1942), De las bacterias a Bach. La evolución de la mente. Aunque el título es mejor que el contenido, el objeto del libro es la explicación de cómo de formas de vida elementales, unicelulares y sin núcleo, como las bacterias, se llega a mentes y cerebros tan sublimes como los de Johann Sebastian Bach. Dennet con su obsesión por demostrar que todo es materia física en nuestro universo y que lo que llamamos espíritu o consciencia es sólo una ilusión de los sentidos, no hace verdadera justicia a lo que en realidad somos.
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