En línea con los debates actuales sobre la economía y sobre el futuro de nuestro mundo hemos anunciado en los últimos posts nuestra intención de tratar el tema de las alternativas posibles al sistema económico, social y político dominante en nuestras sociedades. Lo haremos sin falta, pero mientras tanto colgaremos tres posts sobre las potencialidades tecnológicas para el presente siglo con especial referencia a nuestro país. Utilizamos para ello un artículo reciente publicado en la revista «Temas para el debate».
Nos hemos adentrado ya 15 años en el siglo XXI casi sin darnos cuenta, y los mismos, como es lógico, en el tercer milenio de la humanidad, midiendo las cosas en términos occidentales. Parece un momento oportuno para llevar a cabo un ejercicio de prospectiva sobre lo que puede ser el resto del siglo para el mundo en general y para España en particular.
Lo primero en cualquier ejercicio de ese tipo es una labor retrospectiva, es decir, un esfuerzo previo consistente en echar una mirada hacia atrás de aproximadamente el mismo plazo. Imaginemos en ese sentido alguien, de cierta edad y con capacidad de análisis, que situado en 1915 hubiera reflexionado sobre lo que ocurriría a lo largo del siglo XX. Un siglo increíble en términos de cambios de todo tipo pero muy especialmente en términos de cambios tecnológicos de inusitada importancia.
Es muy probable que tal persona no hubiera podido ni imaginar lo que daría de sí la tecnología y desde luego si pudiera hoy volver a la vida, sin más, se deslumbraría al ver las transformaciones ocurridas en nuestro mundo. El cual le parecería, probablemente, mágico
El mundo de hace exactamente un siglo y su evolución posterior
La situación del mundo en dicho año no era muy halagüeña. Europa estaba inmersa desde el 28 de julio de 1914 en un conflicto armado de gran envergadura considerado la Primera Guerra Mundial, denominado durante mucho tiempo la Gran Guerra, y caracterizado a su terminación como uno de los más mortíferos de la historia.
Esa primera gran guerra dio lugar, como bien sabemos, a una segunda solo veinte años después del Tratado de Versalles. Fue la denominada Segunda Guerra Mundial, mucho más “mundial” se podría decir, y mucho más mortífera en términos de víctimas las cuales han sido estimadas en entre 50 y 70 millones.
Entre las dos guerras tuvo lugar otro fenómeno triste, éste de carácter económico. Fue la Gran Depresión (1929-1939), una crisis económica de inusitada gravedad iniciada por una caída de la bolsa norteamericana el 29 de octubre de 1929. Afectó a países ricos y pobres con descensos elevadísimos del crecimiento, aumentos nunca vistos del desempleo, disminución del comercio internacional y paralización de industrias como la construcción, la industria pesada y otras.
A pesar de todo ello el siglo XX fue un siglo de crecimiento sin parangón de la población mundial, de la renta per cápita y del nivel de vida de las personas, sobre todo las de los países desarrollados. Fue, efectivamente, una época sin precedentes en la que por solo mencionar una variable como la renta per cápita, su valor pasó en Europa Occidental de los 3.458 dólares de 1913 a los 19.256 de 2001, expresados en valores constantes de 1990. En otros países de tradición occidental el salto fue de los 5.233 a los 26.943. Y en Japón de 1.387 a 20.683. España dentro de ese grupo de países multiplicó por 15 en términos reales su renta per cápita desde 1850 hasta el 2000 y por 40 su PIB también en términos reales. El consumo privado por habitante, reflejo posible del nivel de vida, se multiplicó por 12 en el mismo periodo. Y en la misma línea de relativo éxito de nuestro país, desde 1950 hasta la crisis de 2007, el crecimiento fue superior al del promedio de los países desarrollados.
La crisis reciente, 2007/2008 al 2014, dura y larga para nosotros y de la que estamos saliendo en la actualidad, ha sido un paso atrás que nos ha devuelto a niveles de renta per cápita del 2005. Pero la cuestión importante después de la somera revisión del pasado llevada a cabo, es si España podrá o no recuperar las buenas tendencias identificadas en los últimos años del siglo XX y primeros del XXI, si se mantendrá en el grupo de países desarrollados y si su población podrá gozar de una situación de razonable bienestar.