La tecnología es una poderosa fuerza creadora de crecimiento económico y desarrollo a largo plazo. Hace muchos años ya que se determinó que más de un 40 % del crecimiento a largo plazo de los Estados Unidos se había debido a la tecnología. Las oportunidades de inversión permitidas por la tecnología y sus potencialidades de creación de riqueza son siempre muy elevadas, por eso resultan preocupantes las épocas en las que no existen grandes revoluciones tecnológicas en marcha. En lo que sigue se hace referencia a este último fenómeno en el mundo actual. Continuamos con ello el tema iniciado en el post anterior
Asumiendo que dichas tendencias generales observadas en España se recuperen y se mantengan, todo dependerá, en primer lugar y en gran manera, de las oportunidades que surjan para la incorporación a los procesos productivos de los llamados factores de producción: recursos naturales, capital y trabajo. Lo cual a su vez dependerá de la innovación tecnológica del país, de las revoluciones tecnológicas en marcha y de las que aparezcan a lo largo del siglo.
También en este aspecto sería conveniente revisar lo ocurrido en el siglo XX, un siglo en el que florecieron múltiples sectores industriales basados en innovaciones tecnológicas sin precedentes. Y habría que hacerlo con referencia al mundo occidental del que formamos parte, pues seremos en gran manera lo que ese mundo termine siendo en el presente siglo.
Aunque muchas de las grandes innovaciones tecnológicas del siglo XX hunden sus raíces en el XIX, fue en el XX en el que se trasformaron en grandes industrias. Sólo debemos prestar atención al caso de la electricidad, el automóvil, el transporte terrestre en general, el transporte aéreo — uno de los más sorprendentes –, el de las telecomunicaciones, la radiodifusión, la TV y las comunicaciones en general, el de la energía, el de la electrónica, el ordenador y más recientemente el digital, así como industrias como la química, la del medio ambiente, la de la salud y, por decirlo todo, la construcción inmobiliaria y la de infraestructuras. Así como otras mucho más tardías en el siglo pasado como las de la Información, biotecnología, nanotecnología y cognotecnología.
Si analizamos las inversiones requeridas en esas industrias, las nuevas profesiones exigidas por ellas, el empleo generado y el valor añadido, se podrá entender el fenómeno de crecimiento exponencial vivido en el siglo XX. El cual, por cierto, ha venido acompañado por reformas políticas y sociales de todo tipo que han contribuido a la construcción de una sociedad del bienestar para muchos habitantes del planeta. O, dicho de otra manera, la tecnología, que trae sin duda problemas, trae también, y sobre todo, riqueza y buena vida.
Las nuevas revoluciones tecnológicas
Y ahí está una de las primeras incógnitas que se abren ante nosotros en este décimo quinto año del nuevo siglo y del nuevo milenio: ¿hay revoluciones tecnológicas similares a las que se observaban en el mimo año del pasado siglo?.
El economista Robert J. Gordon (nacido en 1940), profesor de Ciencias Sociales de la Northwestern University, cree que no hay en la época actual tantas tecnologías disponibles y tantas revoluciones tecnológicas en marcha como hace un siglo, y habla abiertamente de la muerte de la innovación y del final del crecimiento.
De la misma opinión aunque por otros motivos es el muy popular economista francés Thomas Piketty (nacido en1971) autor de El capital en el siglo XXI.
No son los únicos, ya que otros como Larry Summers (nacido en 1954), que fue Secretario del Tesoro con Bill Clinton, introdujo hace algunos años la idea de un “estancamiento secular” o época de bajo crecimiento y de reducción del PIB per cápita de larga duración. El motivo en este caso es una insuficiencia crónica de la demanda global, con causas a su vez estructurales como una propensión mayor al ahorro que a la inversión, una economía financiera que aleja el capital de la economía real y unas consecuencias perniciosas en términos de bajos tipos de interés y deflación.
La verdad es que hay áreas tecnológicas activas en muchos frentes, tales como las energías renovables, el cambio climático y la protección del medio ambiente, las nuevas formas de transporte terrestre y sus infraestructuras, el transporte aéreo y sus nuevas posibilidades, el automóvil eléctrico. y muchas otras más, además, claro está, de las genuinas revoluciones tecnológicas actuales, como la tecnología digital y la economía de la información y del conocimiento que ha traído consigo, la convergencia NBIC con sus revoluciones tecnológicas parciales relacionadas con la biotecnología, la nanotecnología, la inteligencia artificial y la cognotecnología, y cada vez con más presencia a medida que transcurra el siglo, la industria relacionada con el espacio.