Muerte por “financiarización” (II)

Continuamos con el tema un poco especial iniciado en el post anterior de la muerte por «financiarización». Lo hacemos con mucho cuidado y sin pretender en ningún caso algo así como enmiendas a la totalidad del capitalismo o incluso de la economía financiera. No estamos en contra, lo decimos una vez más, del sistema que nos mantiene vivos y en funcionamiento a todos y nos parece bien en principio que se cree, o se expanda, un nuevo sector generador de empleo y de actividad.

Tampoco creemos en confabulaciones o contubernios llevados a cabo por unos para explotar a los otros. La mayor parte de las actuaciones que se adoptan en nuestro mundo tienen unos objetivos aceptables y razonables en principio, incluido el neoliberalismo, las desregulaciones y la búsqueda de libertad de acción por parte de los empresarios y emprendedores. Otra cosa es que con el tiempo se deterioren las condiciones de funcionamiento.

Nuestra intención es analizar el fenómeno de la financiarización y de la intermediación financiera en general y en lo que sigue entramos en esos temas y en las herramientas utilizadas. No estamos en contra de la financiarización pero si debemos analizar las derivas incorrectas que se producen en cualquier organización humana con el tiempo y las que se están produciendo en la actualidad en la economía financiera.

(Imagen de arriba, Lirios de Vincent van Gogh, The J. Paul Getty Museum )

Intermediación financiera

La joven de la perla
(La joven de la perla. Pintura de Johannes Vermeer. Mauritshuis Google Arts & Culture )

El post anterior se cerró con una mención a las espirales especulativas que con frecuencia se producen en los mercados financieros. La respuesta a esta cuestión que dan los economistas es que al final siempre habrá algún activo o alguna actividad productiva beneficiaria del proceso. Lo cual puede no ser cierto en una mayoría de casos. Es simplemente el dinero produciendo dinero, a través del peligroso mecanismo del apalancamiento.

Por otra parte, aunque solo se invierta en acciones de empresas sólidas, como es el caso de muchas conocidas gestoras de fondos, el proceso especulativo al que se someten los mercados bursátiles, en el que como se sabe intervienen las máquinas haciendo compras y ventas automáticas de forma continua, no es beneficioso para nadie salvo para los propietarios de acciones.

Si las personas que reciben el dinero lo emplean en actividades productivas como comprar una vivienda, abrir una tienda o poner una fábrica, estaríamos hablando de la función de intermediación existente en nuestro mundo de toda la vida y que han llevado a cabo históricamente los bancos. Es verdad que en otras épocas a cobrar por el dinero prestado se le llamaba usura, y que ciertas religiones, entre ellas la católica, eran reluctantes a aceptarlo.

Intermediación histórica

Pero, desde hace mucho tiempo la intermediación bancaria ha sido aceptada y considerada como un gran mecanismo económico-financiero de nuestras sociedades. El que un profesional joven pueda acceder a una vivienda tempranamente en su vida y la vaya pagando con sus ahorros durante un periodo de tiempo, aunque sea largo, ha sido considerado por todos como un gran mecanismo. También el disponer de un crédito para iniciar un negocio, pagadero con los beneficios obtenidos. Y mil casos más de financiación, aceptables y razonables, cuando se llevan a cabo de acuerdo con ciertos límites y ciertas reglas.

Los instrumentos de la financiarización

Como ocurre tantas veces en nuestro mundo, la intermediación financiera se ha pasado de rosca y se corre el peligro de que tenga más efectos negativos que positivos. No solo se ha generalizado el uso de crédito para la inversión, sino que en un momento determinado este procedimiento se extendió al consumo, con, entre otras cosas, las tarjetas de crédito y varios otros instrumentos. Hemos incentivado con ello el vivir “por encima de las posibilidades de cada uno” y el utilizar la deuda permanente y a veces creciente como una forma de vida.

Hemos perdido el equilibrio y la moderación en estas actividades. La intermediación, de la mano de la tecnología y con la labor increíblemente intensa del capital en general, de los inversores y de sus múltiples reductos actuando como defensores, no ha dejado de crecer desde hace años. Habiendo «capturado», de hecho, a reguladores, políticos y gobernantes.

Se ha pedido, y conseguido, la libertad total en este terreno y aunque todo el mundo conoce las irregularidades, fraudes y malas prácticas que tienen lugar en él, nadie se atreve a poner orden.

Hay que pensar a este respecto, no solo en la acciones o mercado de valores, sino, en fondos de inversión, gestoras de fondos, risk capitals, private equities, hedge funds y derivados en general, y con formas tan diversas como, swaps, contratos de futuros, forwards, opciones, warrants y muchos otros.

El capitalismo progresista de Joseph Stiglitz

Hay muchos críticos de la financiarización y del capitalismo financiero, y no tanto por el fenómeno en sí, como por las irregularidades de todo tipo que se producen en él y por la libertad total que solicitan y obtienen continuamente el gran capital y los que agentes que en él actúan.

Todos sabemos que Joseph E Stiglitz (nacido en 1943), premio Nobel de Economía de 2001, es una especie de socialdemócrata a la europea en un país, como Estados Unidos, con poca tradición en hablar de izquierdas y de socialismos. En su último libro, Capitalismo Progresista. Las Respuestas a la Era de Malestar (Taurus 2020), sin embargo, resulta muy convincente al explicar lo ocurrido en los Estados Unidos en las últimas décadas.

El capítulo 5 de dicho libro, “Las finanzas y la crisis estadounidense”, comienza con la siguiente frase: “Las finanzas resultaron decisivas para generar el actual malestar, económico, social y político en la crisis económica que Estados Unidos ha soportado durante casi una década, el aumento de la desigualdad y la ralentización del crecimiento”.

Sin estar en contra del sistema capitalista, ni mucho menos, y deseando por encima de todo que el capitalismo funcione y se proteja de él mismo y de sus prácticas malignas, cuenta cosas de las actuaciones y declaraciones de presidentes de bancos americanos que horripilan. Su crónica del desmantelamiento de la Ley Dodd-Frank (Ley de Reforma de Wall Street y Protección al Consumidor Dodd-Frank) aprobada el 21 de julio del 2010, bajo la presidencia de Barak Obama (nacido en 1961) es aleccionadora.

La “captura” de los reguladores por parte de los regulados

Se trata de una Ley destinada a corregir las malas actuaciones que llevaron a la crisis del 2008/2009, para proteger a ahorradores e inversores y para introducir transparencia y estabilidad en el sistema financiero americano.   “Es considerado el plan más agresivo desde la Gran Depresión para regular el sistema bancario de los EE.UU, para evitar casos como el de Lehman Brothers y la burbuja hipotecaria”.

Entre otras cosas se volvía a separar a los bancos comerciales de los bancos de inversión, aspecto fundamental para el control de las irregularidades, arbitrariedades o sencillamente fraudes masivos en las que los bancos y otras instituciones financieras caían con frecuencia.

Como dice Stigltz, “no se había secado la tinta” de la Ley, cuando ya estaba en marcha la actuación de los lobbies financieros de los grandes bancos, los cuales consiguieron zafarse en poco tiempo de la estrecha supervisión que la Ley les imponía.

Lo mismo ocurrió en 1999 durante la primera hola liberalizadora del neoliberalismo con la Ley Glass-Steagall (Banking Act o Ley de Bancos de los Estados Unidos). Una Ley de 1933 promulgada por el presidente Franklin D. Roosevelt para evitar la especulación y que no se repitiera una crisis como la de 1929.

Es decir, el juego del ratón y el gato, pero con altos riesgos para la vida de las personas. El capital financiero de nuestros días termina “capturando” a sus reguladores, a los legisladores y a los políticos. Como también explica Stiglitz al relatar el rescate del sistema bancario americano tras la crisis de 2008/2009. (Nota al pie)

En resumen, una contradicción más de nuestros sistemas de funcionamiento: la libertad total es necesaria y requerida y cuando esta se adopta el sistema se descompone y surgen las irregularidades y los abusos.

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Nota.

La idea de la captura del regulador por el regulado fue introducida por el gran economista americano George Stigler (1911-1991), premio Nobel de Economía de 1982, al explicar la teoría de los monopolios. Según la cual, un monopolio si se considera que es natural, puede ser aceptado por el Estado, pero siempre que se cree un órgano regulador que lo haga funcionar como si existiera competencia perfecta. Las cosas suelen funcionar bien al principio, pero, con el tiempo, el regulador termina siendo «capturado» por el regulado y funciona simplemente al servicio de éste.

Un monopolio natural, por otra parte, es aquel en el que se sabe o se prevé que una sola empresa prestará mejor el servicio de que se trate. O que si se deja un mercando de determinados servicios en régimen de competencia perfecta, al final, y de forma natural, solo quedará una empresa prestando dichos servicios. Un monopolio natural típico fue a principios del siglo XX el servicio de telefonía, sobre todo cuando se introdujo la larga distancia. Yo estoy aplicando aquí esta idea al capitalismo en general, lo cual, por cierto no solo ocurre con las finanzas y ahora, ha ocurrido siempre y con todos los sectores de actividad. Eso es lo que llamamos propiamente capitalismo, el control total de la actividad económica y, en parte, de la política, por parte del capital

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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