El capitalismo es un sistema de funcionamiento económico, social y político peligroso. Puede producir grandes bienes pero también grandes males. Es efectivo en cuanto a creación de actividad, empleo y riqueza pero puede ser negativo en cuanto a creación de precariedad, desempleo, pobreza y desigualdad. Aparte de existir en él enormes zonas, no solo de delincuencia y fraude, sino de tierra de nadie muy adecuada para la transgresión. El poder del dinero es en nuestro mundo tan fuerte o más como el poder sin más de los señores feudales, reyes absolutistas y burguesías de otras épocas. Para los que creemos que no hay otro sistema alternativo de funcionamiento de nuestras sociedades, la única solución es su aceptación pero con la condición de que el bien común se adopte como objetivo de la sociedad y se mantenga y aumente. Para ello la ética y la moral resultan imprescindibles y los valores humanos decisivos. La dignidad del hombre debe ser tenida en cuenta para organizarnos.
(Imagen de arriba tomada de: https://www.mindomo.com/pt/mindmap/valores-humanos-59df1601c99941f6ab051e4add1c6346)
Un comentario interesante hecho por un lector

Es probable que este blog y los otros que mantengo en la plataforma economiayfuturo.es, no tengan muchos seguidores ni muchos lectores. No analizo de forma continuada las excelentes estadísticas de wordpress, ni sigo de forma rigurosa los comentarios que algunas veces se reciben. Aunque si leo muchos de ellos y trato de contestarlos
Sobre el post titulado Marx y Engels, de hace unas semanas, sí que he visto un comentario interesante hecho por el periodista y psicólogo, Román García Domínguez, que, como es lógico, agradezco mucho.
Mi análisis algo crítico de la obra de estos dos autores es respondido por él, bastante inteligentemente, diciendo lo siguiente: “Cuando el Capitalismo acabe con la salud del planeta, cuando el pueblo soporte el último latigazo, cuando todo se vuelva del todo inhumano; entonces volverán a sonar esas voces que proyectaban un mundo para las personas”.
MI contestación fue: “Muchas gracias por tan inteligente comentario. Yo también creo en un mundo para las personas, pero no considero que se pueda conseguir con las propuestas de los dos autores estudiados”.
Cuatro consideraciones sobre la pobreza y la desigualdad
El comentario de este lector, muy válido en mi opinión, nos da pie para hacer unas consideraciones finales sobre la pobreza y la desigualdad en el siglo XIX y a lo largo de la historia. Tienen que ver con varias cuestiones:
- La pobreza, la desigualdad, la miseria y las condiciones deficientes de vida en la que han sobrevivido y sobreviven grandes porcentajes de la población mundial y porcentajes apreciables, incluso hoy, de las poblaciones de los países desarrollados;
- La interpretación de algunos del capitalismo como algo impuesto a los hombres que nos domina a todos y que es el causante de nuestros males;
- La preocupación seria de algunos miembros de nuestras sociedades por el sufrimiento de la humanidad; y
- La génesis de las propuestas de cambio y mejora de nuestros sistemas de funcionamiento, hechas desde dentro, y soluciones radicales de enfrentamiento y eliminación de lo existente, hechas desde fuera.
Sobre el primer punto basta recordar que a mediados del siglo XIX el porcentaje de personas en situación de pobreza severa era en nuestro país, como ya se ha dicho, de un 90 %. La industrialización y el crecimiento llegaron tarde a nuestra sociedad, y a pesar de ello, un siglo más tarde, hacía 1950, la pobreza se había reducido hasta un 60 %. Es a partir de esa fecha (mediados del XX) cuando se va a producir en España una mejora considerable del nivel de pobreza severa. Porcentaje que ha crecido de nuevo con la última crisis y cuya evolución negativa empieza a preocupar.
La terrible historia de la Humanidad
Observando los datos de crecimiento de la población y los de aumento del PIB, para nuestro país y para el mundo en general, es fácil deducir la vida miserable durante siglos de grandes porcentajes de la población, probablemente desde el comienzo de los tiempos.
La esclavitud, el feudalismo, las monarquías absolutistas, el poder de las iglesias, la servidumbre o largas épocas de ciervos y señores (servants), así como la más reciente burguesía que se alió con la nobleza y el clero, son hitos de inhumanidad. Los colonialismos de todo tipo, incluida la propiedad privada de un enorme país como el Congo ejercida por un increíblemente cruel Rey de una nación supuestamente civilizada, más las guerras de todo tipo en las que los emperadores, reyes y señores feudales utilizaban la carne de cañón que era el pueblo, nos hablan de unos tiempos horribles para amplios porcentajes de la humanidad.
Si a eso añadimos la falta de avances en la medicina, con las correspondientes muertes tempranas, epidemias y pandemias, la volatilidad de la producción agrícola con las hambrunas periódicas, y mil aspectos más afectando a porcentajes altísimos de la población, deducimos una realidad histórica de sociedades humanas dolientes en extremo.
La rebelión de los de abajo
La mayoría de abajo se ha revelado a veces contra la minoría de arriba a lo largo de la historia, desde Espartaco en Roma hasta los campesinos en Europa en los tiempos medievales, o las sucesivas revoluciones europeas de los siglos XVIII, XIX y XX. Durante muchos siglos las reacciones de los poderosos fueron terribles y grandes porcentajes de la población fueron masacrados, sojuzgados, esclavizados y explotados. Esa es la realidad palmaria de la historia de la humanidad aunque nos cueste reconocerlo.
Dicha historia, en definitiva, es una historia de “inhumanidad”, si por esto entendemos, la maldad, la crueldad, el poder absoluto, la explotación y muchas otras actuaciones negativas más, ejercidas por unos hombres contra otros.
Por eso hay que ver como positivo el despegue económico de la población mundial del siglo XIX, comenzando por Europa, la economía industrial surgida en Inglaterra que pronto se difunde por el mundo, el crecimiento económico y el desarrollo que adquirirá unas cotas increíbles e insospechadas en el siglo XX.
No estamos declarando formalmente las fuentes que utilizamos, que son muchas, pero en cuanto a la historia de las condiciones de vida desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días, con particular referencia a Inglaterra, a la India y a ciudades como Calcuta, hay un libro actual realmente notable. Se trata de La gran búsqueda de Sylvia Nasar (nacida en 1947) (Debate, 2012). Es la misma autora del bestseller, Una mente maravillosa, sobre la vida del matemático y Premio Nobel, John Forbes Nash.
Precisamente, y en relación con la importancia de la ética en temas económicos, esta autora explica el temprano interés por esta cuestión del Premio Nobel de Economía de 1998, Amartya Sen (nacido en 1933). Cita la reacción de su profesora y amiga en la Universidad de Cambridge (Reino Unido), la famosa Joan Robinson (1903-1983), quien le dijo, más o menos: «abandona esa basura».
Como veremos más adelante, esta ha sido con frecuencia la actitud de los economistas, han creído tanto en su ciencia que han considerado que no se necesitaba nada más para organizar la vida en sociedad. Una ciencia además basada en promedios, índices y pseudo leyes que no ha bajado nunca, hasta ahora, al detalle de las cosas.
Una mejora inesperada de las condiciones de vida de la gente
Lo ocurrido en los llamados países desarrollados, a partir de la segunda guerra mundial, es espectacular en términos de mejora del nivel de vida, difusión de la democracia formal, generalización de la sociedad del bienestar, disminución de la pobreza, moderación de la desigualdad, y, por qué no decirlo, admisión por parte de muchos de los llamados “valores humanos”. Relacionados, estos últimos, con aquellas ideas, actuaciones y actitudes a las que la sociedad humana da importancia y respeta. Valores que determinan la verdadera cultura de una sociedad.
Están muy relacionados con lo que se considera correcto para la convivencia y tienen que ver con la ética y la moral. Términos, el primero de origen griego y el segundo de origen romano, que significan lo mismo: hábitos y costumbres en las concepciones y actuaciones de las sociedades.
Lo ético se relaciona hoy con la reflexión sobre lo que es la moral y sobre lo que justifica las normas de nuestra vida en común. Es, de hecho, una parte de la Filosofía y tiene siempre carácter teórico. Lo moral tiene que ver con la vida diaria en sociedad y nos indica lo que es correcto e incorrecto, lo bueno y lo malo y lo justo y lo injusto.
Una sociedad que practica la ética y tiene en cuenta la moral es una sociedad que da importancia y respeta los valores humanos, los cuales se relacionan con dimensiones de nuestro mundo bien conocidas por todos, como, la honestidad e integridad personal, la responsabilidad social, la fraternidad, la solidaridad, la empatía, el respeto a los demás, la gratitud, la caridad y varios otros.
Dignidad humana
En el fondo de dichos valores está la dignidad humana, un concepto relativo a todos los hombres por igual que tiene que ver con el respeto que merece todo humano de sus congéneres por el hecho de ser racional y estar dotado de libertad. Es algo inherente y consustancial a todo hombre, incluso, al más humilde, más pobre y más necesitado, por supuesto. Sobre el que hay que distinguir muy bien, por cierto, la dignidad inmanente del hombre en general de la dignidad adquirida por algunos hombres por méritos o realizaciones propias.
Se entiende con más precisión si se considera que el cristianismo ha sido responsable en gran manera de crear el concepto actual de dignidad, al considerar al hombre como ser hecho a imagen y semejanza de Dios. Todos los hombres hemos sido creados así y todos los hombres somos depositarios o acreedores de la misma “dignidad”.
No es que yo considere que la visión religiosa, y católica, del mundo, sea la que hay que defender a ultranza (yo la defiendo a nivel personal), pero sin llegar a eso y teniendo en cuenta a los muchos ciudadanos no creyentes y laicos de nuestras sociedades, yo creo que el cristianismo ha tenido alguna responsabilidad en la difusión en nuestro mundo de la dignidad del hombre.
Los valores mencionados anteriormente, muy relacionados con esa dignidad humana, son los que permiten un mundo mejor para todos. Ocurre también con otras dimensiones de nuestras sociedades, por ejemplo, una sociedad que respeta y presta atención, es decir, da importancia, al trabajo duro, la disciplina en el trabajo y en la sociedad, el espíritu emprendedor, la innovación, el ahorro, la inversión prudente y otros valores, serán sociedades a las que le irán bien las cosas.
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