Liberalismo. En este quinto post de la serie, “Economía para el Futuro”, hacemos un resumen de las actuaciones que proponen algunos autores críticos con la situación del mundo en la actualidad, comenzando por Fukuyama. Hemos identificado un grupo amplio de analistas y sus publicaciones cuyo enfoque es el estudio de los problemas y fallos de nuestros sistemas organizativos generales (capitalismo, liberalismo económico, democracia, parlamentarismo, política etc…). Así como la existencia de grandes problemas para países y poblaciones diversas por errores o malas prácticas en la globalización, en la economía financiera y en las instituciones reguladoras, con consecuencias tan graves como la paralización del comercio internacional o el fenómeno de las migraciones. Además de muchos otros problemas relacionados, por ejemplo, con el cambio climático, la transición energética, la escasez de agua y muchos otros.
La mayoría de los autores revisados en el primer grupo identificado aceptan el sistema mundial en su conjunto, para el que no ven alternativas, pero proponen actuaciones diversas. Resumimos en concreto en lo que sigue las propuestas por Francis Fukuyama en su libro, “El liberalismo y sus desencantos”, las cuales nos parecen generales, ligeras y relacionadas con “ser buenos” y “hacer las cosas bien”.
(Imagen de arriba, playa y acantilado en el Pacífico)
Reformas, reinvenciones y “reseteos” de nuestras organizaciones
En los posts anteriores hemos identificado un primer grupo de autores analíticos y críticos de la situación actual del mundo, pero al mismo tiempo, partidarios de sus sistemas generales de funcionamiento. Nos referimos por tales sistemas, como ya hemos dejado claro, al capitalismo, al liberalismo económico, al mecanismo de mercado, a la democracia liberal, a la sociedad del bienestar y al bien común, al parlamentarismo y a la economía de mercado en general, esta última que es, supuestamente, la que nos permite vivir a todos.
La mayor parte de las publicaciones mencionadas abogan por reformas, reinvenciones y “reseteos”, que solucionen los graves problemas actuales. Aparte de autores como Piketty (nacido en 1971) , Mariana Mazzucato (nacida en 1968) y otros, incluyendo quizás a los premios Nobel, Joseph Stiglitz (nacido en 1943) y Paul Krugman (nacido en 1953) , partidarios de recetas típicamente intervencionistas, alto poder de los gobiernos, altos impuestos a las empresas y a los ricos y fuertes regulaciones, muchos se inclinan por el liberalismo clásico y proponen, simplemente, “ser buenos” y “hacer las cosas bien”. Perdón que lo diga así siendo muy partidario de estos últimos, pero nuestra postura inicial es, que necesitamos algo verdaderamente transformador.
El último autor comentado, Francis Fukuyama (nacido en 1952), por ejemplo, da una serie de recetas para salvar la democracia y el liberalismo y superar el estado de desencanto y oposición en el que estamos. Es consciente de que hay que actuar sobre temas muy concretos como el alto desempleo, la política sanitaria, los impuestos, la inmigración y la regulación de Internet, pero se inclina, al final de su libro, por señalar algunos principios generales que deberían guiar el funcionamiento de nuestras democracias liberales.
Principios liberales a respetar según Fukuyama
Tiene en mente al hacerlo a su propio país (Estados Unidos) en el que “la radicalización» y la «polarización» política está llevando a la paralización de muchas instituciones”.
Las recientes elecciones al Senado y al Congreso han dado algo de respiro y nos han permitido a muchos seguir pensando en el país, democrático, liberal, innovador y organizado, que conocimos hace años. El que esto escribe, por cierto, después de haber vivido años en ese país y haber estado toda su vida conectado profesionalmente y por lazos de amistad a sus gentes, empezaba a no reconocerlo.
En relación con los extremismos de las izquierdas y las derechas, o de los progresistas y los conservadores, de ese país, propone una serie de principios a respetar por todos.
“En primer lugar, índica, los liberales clásicos tienen que admitir la necesidad de gobierno y superar la época neoliberal en la que el Estado era demonizado como un enemigo inevitable del crecimiento económico y la libertad individual”[1].
Da argumentos muy sólidos para convencer a los liberales de la importancia del papel del gobierno en nuestras sociedades avanzadas. Hace lo mismo con los conservadores a los que indica que, “un Estado moderno tiene que ser impersonal, lo que significa que trata de relacionarse con los ciudadanos de manera equitativa y uniforme, sin basarse en vínculos personales, políticos o familiares con los políticos que ostentan el poder en un momento dado”.
Menciona también otro principio liberal, este relacionado con los niveles de responsabilidad y actuación política. Dice al respecto: “Otro principio liberal es tomarse en serio el federalismo (o, en términos europeos, la subsidiariedad) y transferir el poder a los niveles inferiores del gobierno que sean apropiados”.
Tres principios liberales adicionales
Añade más adelante: “Un tercer principio liberal general al que hay que atenerse es la necesidad de proteger la libertad de expresión, determinando adecuadamente sus límites. La libertad de expresión se ve amenazada por los gobiernos, los cuales continúan siendo el principal motivo de preocupación. Con todo, también puede verse amenazada por el poder particular, bajo la forma de compañías de comunicaciones y plataformas de Internet que amplifican artificialmente unas voces por encima de otras”.
El cuarto principio liberal al que hace referencia es: “la constante primacía de los derechos individuales sobre los de los grupos culturales. Esto no contradice las observaciones realizadas con anterioridad en el presente libro sobre hasta qué punto el individualismo es un fenómeno históricamente contingente y, a menudo, contrario a las inclinaciones y facultades humanas del comportamiento social. A pesar de todo, hay diversas razones por las cuales nuestras instituciones tienen que centrarse en los derechos individuales en lugar de hacerlo en los de los grupos”.
Un último principio liberal que defiende Fukuyama, tiene que ver con: “el reconocimiento de que la autonomía humana no es ilimitada. Las sociedades liberales asumen la igualdad de la dignidad humana, una dignidad enraizada en la capacidad del individuo para tomar decisiones. Por esa razón, se comprometen a proteger esa autonomía como un derecho fundamental”.
Dice al respecto: “No obstante, aunque la autonomía sea un valor liberal básico, no es el único bien que prevalece automáticamente sobre todo el resto de las consideraciones del bien común. Como hemos visto, el ámbito de la autonomía se ha expandido de modo constante a lo largo del tiempo, pasando de la libertad para obedecer normas dentro de un marco moral existente a elaborar esas normas para uno mismo”.
Hacia un nuevo modelo general de funcionamiento
Y añade: “No todos los seres humanos creen que maximizar su autonomía personal sea el objetivo más importante de la vida, ni que alterar cualquier forma de autoridad sea necesariamente algo bueno. A muchas personas les parece bien limitar su libertad de elección al aceptar marcos religiosos y morales que las conectan con otras personas, o vivir según tradiciones culturales heredadas. La primera enmienda estadounidense tenía por objeto proteger el libre ejercicio de la religión, no proteger a los ciudadanos de la religión”.
Francis Fukuyama, en resumen, defiende el liberalismo clásico, pero critica los excesos cometidos en su práctica por el lado liberal y por el lado conservador y defiende muchas de las prácticas actuales relacionadas con el bienestar y el bien común. Tiene una clara postura hacia la necesidad de que el Estado regule, distribuya y proteja. Defiende el liberalismo clásico sin denigrar ni demonizar el papel del Estado, como ha sido indicado por algunos analistas de su obra.
Uno de ellos, Carlos Rodríguez Braun (libertario más que liberal), lo alaba por un lado, y por otro lo vapulea, en la crítica a su libro de El Cultural del 4 al 10 de noviembre, especialmente por su crítica al “neoliberalismo” y el supuesto desmantelamiento del Estado que Fukuyama le atribuye, lo cual según Rodríguez Braun es una fábula.
Un resumen
Unas cosas con otras, sí es verdad que las actuaciones que propone Fukuyama no son nada del otro mundo y que deja todo en principios liberales muy generales, vagos y ligados al “buenismo” de todos.
Nosotros en esta serie de posts buscamos algo más en términos de cambios en nuestro mundo, tanto cambios surgidos espontáneamente de la dinámica de nuestras sociedades como cambios adoptados e impulsados por los hombres y sus instituciones. Buscamos posibles nuevos modelos de organizarnos en pro de la vida en común de todos en nuestro planeta y en su universo circundante, similar en su automatismo y simplicidad al modelo liberal-democrático-capitalista bajo el que llevamos viviendo casi tres siglos ya.
Liberalismo, Liberalismo, Liberalismo, Liberalismo, Liberalismo, Liberlismo
[1] Fukuyama, Francis. El liberalismo y sus desencantados (Deusto) (Spanish Edition) (p. 160). Deusto. Edición de Kindle.
Also published on Medium.