Liberalismo y capitalismo. ¿Son la misma cosa?

Como han pasado varias semanas desde que colgamos el anterior post en este blog, quiero recordar que en nuestro análisis del deterioro del bien común de los últimos años, habíamos entrado ya en los resultados de la liberalización y desregulación de la economía iniciada en los años 80 del siglo pasado. Estábamos refiriéndonos a la «financiarización» de nuestras economías y a la aparición de lo que se puede llamar una «economía financiera». Seguiremos a partir del próximo post con ese tema, pero antes, hemos hecho hueco a un asunto que está recibiendo cierta atención, al menos en las redes sociales: la separación entre liberalismo y capitalismo. O, dicho de otra manera, el interés de los liberales porque su ideología no se contamine con las grandes críticas y desaforados ataques sufridos hoy por el capitalismo.

En lo que sigue, distinguimos entre liberalismo como filosofía política, la cual puede separase perfectamente del capitalismo, por ser cosas distintas, y el liberalismo económico como regla básica del funcionamiento de la economía, que no puede separarse en absoluto.

(Imagen de arriba: La Ola (la gran obra de Kanagawa): Katsushika Hokusai (Japón, 1760-1849). https://www.btfgallery.com/)

Liberalización y desregulación

Vincent van Gogh - Self-Portrait - Google Art Project.jpg
( Vincent van Gogh , Autorretrato, invierno de 1889. https://es.wikipedia.org/wiki/Vincent_van_Gogh )

“Tiempos de inquietud” los que vivimos en estos días de crisis sanitaria y obligada reclusión. “Tiempos de silencio”, si utilizáramos el título de la gran novela de Luis Martín-Santos y nos refiriéramos a los problemas sociales enfrentamos en la actualidad y que el parón económico va a exacerbar. O, “Tiempos recios”, si entráramos en conspiraciones políticas y poderes fácticos, y manejáramos el último libro de Vargas Llosa.

Tiempos difíciles, sin duda, ya antes del coronavirus, a los que en el post anterior habíamos empezado a referirnos utilizando la palabra, hipercapitalismo o, la más suave de, supercapitalismo. Con ellas pretendíamos, y pretendemos, referirnos a los resultados extremos y negativos, surgidos con el tiempo, de la liberalización económica generalizada adoptada en el mundo en la década de los años 80 del siglo pasado. Una deseada y demandada liberalización y desregulación, por cierto, adoptada por los dirigentes del Reino Unido y los Estados Unidos ante el clamor a favor de ellas de sus sociedades respectivas.

Medidas necesarias y deseadas

Fueron medidas liberalizadoras y desreguladoras, el que las vivió puede decirlo, adoptadas con la mejor buena voluntad posible y apoyadas en lo que predicaban los teóricos de la economía de la época. Por favor, no busquemos conspiraciones, conjuras y contubernios, donde no las haya. Las concepciones suelen ser placenteras y aquella lo fue.

Otra cosa son las derivas y escoras surgidas en toda construcción humana con el transcurso del tiempo, y, digámoslo si reservas, los excesos cometidos en los años transcurridos, el aprovechamiento de unos sobre otros, la corrupción, la especulación, la búsqueda de la ganancia por sí misma y sin esfuerzo, el descontrol y el debilitamiento de las responsabilidades de todo tipo.

A estas alturas desde las fechas indicadas, hay muchos desequilibrios en las economías mundiales y muchos efectos colaterales negativos, pero el retorno al liberalismo económico clásico y al mecanismo de mercado era necesario después de casi 30 años de regulación e intervencionismo estatal. Treinta años que resultaron muy bien, por cierto, en términos de crecimiento y mejora del bien común. Años dominados por el keynesianismo y apoyados en los acuerdos de Bretton Wood de julio de 1944.

La desregulación y privatización de principios de los 80

Fueron los treinta años gloriosos de los que surgieron, en un gran número de países, el desarrollo, la sociedad del bienestar, el empleo elevado y permanente, las oportunidades para profesionales cualificados, la clase media pudiente y satisfecha, el consumismo, el aumento de la renta per cápita y el nivel de vida elevado. Así como la propiedad y el ahorro extendidos a amplios porcentajes de la población, la democracia liberal estable, el respeto a los derechos humanos y el orden y la seguridad para todos los habitantes, de lo que entonces empezaron a llamarse, “países desarrollados”.

No fue exactamente una vuelta al liberalismo clásico, pero se acercó a ello. Y, lo más grave quizás, es que se liberalizó el sector financiero de la economía, con grandes facilidades para los bancos, las bolsas, los fondos de inversión e instrumentos como los “hedge funds” y los mercados de futuros y derivados. Todo en una época en la que el movimiento del dinero a nivel global era automático e instantáneo debido al desarrollo de las redes de transmisión de datos. El dinero comenzó entonces a tener vida propia y a moverse por el mundo sin relación alguna con la economía real.

En los años 80 no se acuñó el término de “neoliberalismo”, ni cuando apareció, algún tiempo después, tenía el mal nombre y la mala fama de hoy. De hecho, Margaret Thatcher (1925-2013), al desmantelar el monopolio de British Telecom, es decir, el PTT nacional inglés (Agencia pública de correos telégrafo y teléfono), constituir una sociedad anónima y vender sus acciones en bolsa al público en general (del orden del 80 % en 1984 y el 100 % en 1993), habló insistentemente de un “capitalismo popular”. Dijo que Inglaterra y otros países desarrollados, habían hecho acceder a la población en general a la propiedad privada (vivienda, automóvil y otros bienes) y a partir de entonces iban a darle acceso a la propiedad del capital en sí, facilitando la entrada de todos en el mundo de las acciones de empresas en las bolsas.

Liberalismo económico, mecanismo de mercado y capitalismo

Asumían, Thatcher, Reagan y otros dirigentes, que el mundo podía ser fabuloso y todos seguir progresando, si nos organizábamos adecuadamente. Para ello, la libertad económica y el mecanismo de mercado no eran, de ninguna manera, características negativas del funcionamiento de nuestras sociedades. La libertad de emprender, innovar y crear, consustancial al hombre, es inevitable y debe ser protegida. Automatizaremos así, el funcionamiento del mundo, según nos dejó dicho Adam Smith, con su “mano invisible”.

¿Por qué, entonces, el neoliberalismo iniciado en los años 80 ha dado resultados negativos? Primero, y aproximadamente treinta años después, con la Gran Recesión de 2008/2009 (aparte, claro, de crisis intermedias de menor impacto), y segundo, con secuelas posteriores tales como el aumento de la pobreza, la mayor desigualdad y el deterioro del bien común. Amén, de las sensaciones de dependencia, explotación y abandono del país a las primeras de cambio, con que los países en vías de desarrollo ven al capital y a los bancos, protegidos por el neoliberalismo como ideología.

Antes de volver a intentar dar respuesta a esta pregunta debemos entrar en un asunto de gran importancia hoy en día. El de la distinción entre liberalismo económico, mecanismo de mercado y capitalismo.

Para cualquier persona a la que preguntemos, las tres cosas son una misma, pero desde no hace mucho tiempo hay un cierto interés por parte de grupos liberales radicales, o libertarios, como sería mejor denominarlos, en separarlos.

Si consultamos un diccionario, el capitalismo es definido como: “Sistema económico y social basado en la propiedad privada de los medios de producción, en la importancia del capital como generador de riqueza y en la asignación de los recursos a través del mecanismo del mercado”.

Liberalismo social y político

En la definición anterior no se dice nada de liberalismo, pero el mecanismo de mercado está basado en la existencia de libertad económica. ¿Cuánta libertad?, en principio toda, y los más libertarios exigen la no intervención de ningún tipo del Estado. La verdad es que el capitalismo tal como está concebido en nuestras sociedades, es consustancial con el libre mercado, y éste, a su vez, necesita libertad económica, cuanto más amplia mejor.

¿A qué se refieren pues los que no quieren llamar capitalismo al liberalismo económico? Para profundizar algo más en esta cuestión, hay que referirse a dos aspectos básicos de nuestras organizaciones, económicas, sociales y políticas: 1) la propiedad privada en general y la propiedad privada de los medios de producción en particular; y 2) la intervención del Estado en la economía, en la sociedad y en la vida de las personas.

La verdad es que esas dos cuestiones son temas históricos discutidos por los filósofos e intelectuales de la Ilustración y anteriores, como, Montesquieu (1689-1755), Voltaire (1694-1778), Rousseau (1712-1778) y los enciclopedistas e ilustrados, como digo, así como, por supuesto, por ciertos filósofos ingleses del siglo XVII. El más importante de estos últimos, John Locke (1632-1704), es el verdadero diseñador del liberalismo inglés en toda su extensión. Un liberalismo en principio de carácter social y político y relacionado con los derechos humanos fundamentales: derecho a la vida, derecho a la libertad y derecho a la propiedad privada.

Si los que desean separar al capitalismo del liberalismo, aunque sea en términos nominales, se refieren a este liberalismo social y político, tienen toda la razón del mundo. El capitalismo es un término muy específico y relacionado muy estrictamente con la economía y la empresa, y el liberalismo algo del mundo de las ideas, muy amplio en su alcance.

Liberalismo económico

Ese liberalismo social y político, defensor de asuntos como, la libertad de expresión, la libertad de prensa y la libertad religiosa, así como, el mercado libre, el secularismo, la igualdad de género y la igualdad racial, el Estado de derecho, la sociedad abierta y el internacionalismo, además de los derechos humanos básicos mencionados anteriormente, no puede ser rechazado por nadie. Aunque, ya sabemos por la experiencia, de siglos ya, que tiene un gran defecto, la libertad lleva consigo riesgos elevados relacionados con la mala actuación de determinados individuos, determinados grupos y determinados partidos políticos. Debe haber, por tanto, sistemas políticos que funcionen, órganos reguladores diversos y un sistema de justicia serio y eficiente.

Eso respecto al liberalismo en general, pero, a partir de Adam Smith (1723 – 1790), en la última parte del siglo XVIII, el liberalismo se une a la economía y surge con fuerza lo que solemos llamar, economía moderna, en la que la inspiración básica es el liberalismo económico. Es a partir de entonces cuando el capitalismo y el liberalismo económico se unen como uña y carne.  

No tiene sentido, por tanto, el intento de separación de los dos términos. Aunque uno puede entender el afán de los liberales en ello. El capitalismo es hoy atacado por todo el mundo, algunos conservadores, libertarios, liberales, izquierdistas, antisistemas y la gente en general. A los verdaderos liberales no les gusta cargar con las culpas del capitalismo.

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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