En el presente post se resume el cuarto y último capítulo de conclusiones del libro «What have we learned», coeditado, como hemos dicho en posts anteriores, por George Akerlof, Olivier Blanchard, David Romer y Joseph Stiglitz, Cada uno de ellos escribe un capítulo siendo Stiglitz responsable del cuarto. Critica gran parte de lo recogido en el libro, especialmente todo lo que tiene que ver con la eficiencia de los mercados financieros. Concluye que lo mejor para la salida de la crisis son políticas fiscales keynesianas.
Comienza diciendo que todo ha ido muy mal en términos de crisis financieras desde la liberalización de los mercados financieros a principios de los años 80. Habla de la existencia de 100 crisis financieras en los algo más de los treinta años transcurridos, cifra a todas luces excesiva, pero que él utiliza para indicar que unidas a las anteriores a esos años, que han sido muchas más, deberían haber servido para aprender algo sobre ellas.
Si no hemos aprendido nada es porque la teoría económica existente, o dominante, es errónea en cuanto a considerar que los mercados son eficientes y se autorregulan.
El Premio Nobel le fue concedido en el año mencionado, a él, George Akerlof y Michael Spence, “por su investigación en teoría de los mercados con información asimétrica”. En su obra ha dejado muy claro que los mercados son imperfectos, especialmente los mercados financieros, en los cuales se da un fuerte desequilibrio en la información disponible por unos agentes y otros.
Las primeras conclusiones del capítulo se refieren, precisamente, a que los mercados financieros no son estables ni eficientes ni corrigen automáticamente sus desequilibrios. Piensa en ese sentido que los fallos incurridos en cuanto a la crisis no sólo fueron los de no preverla con antelación sino los de creer que una vez iniciada la crisis el mercado se encargaría de resolverla. Cosa que como hemos visto ya en otros posts también ocurrió en el mercado inmobiliario americano.
Señala también otra falsa concepción en cuanto a las crisis según la cual estas son causadas por shocks exógenos, cuando en realidad y con mucha frecuencia, son perturbaciones endógenas como las burbujas especulativas, las que llevan a ellas.
Termina diciendo al principio del capítulo, y como cabría esperar, que no se aplicaron enérgicas políticas keynesianas para corregir la crisis del 2007 y que en los Estados Unidos en donde se aplicaron más que en Europa, los resultados fueron mucho mejores. La austeridad de Europa ha sido contraproducente y además de haber generado una doble recesión, todavía hay muchas dudas sobre si la recuperación será un hecho o entraremos en el estancamiento secular anunciado por algunos analistas.
Entra a continuación en dos temas debatidos en la reunión del FMI y recogidos en el libro. Se trata de la necesidad de desapalancamiento (reducción de la deuda pública y de la privada) en las economías de los países del Atlántico Norte (Estados Unidos y Europa) que son los que más han sufrido la última crisis, y de la atención y mayor control sobre los balances de las compañía cotizadas en bolsa. Ninguna de las dos son demasiado importantes para el crecimiento en su opinión, ni justifican la baja utilización de los recursos en estos países después de la crisis, a pesar de la fuerte disminución de precios y salarios. La teoría económica no explica este fenómeno. Normalmente, cuando los precios y los salarios bajan, la economía crece, como en gran manera se está viendo en el caso de nuestro país.
Se ha indicado que la baja productividad de los años anteriores a la crisis, en paralelo con el boom inmobiliario, ha contribuido a la pérdida de potencial económico, pero Stiglitz tampoco cree mucho en ello pues a nivel de empresas aisladas muchas de ellas continuaron mejorando su productividad en los años anteriores al 2007.
En cuanto a la crisis de los balances contables, es verdad, indica, que siempre que se ha producido una crisis relacionada con esta dimensión, la recuperación ha sido lenta, pero añade que aunque esto haya sido así en el pasado no tiene porqué ser siempre así. Sobre todo si se toman las medidas adecuadas.
Considera que más que en esas cuestiones hay que buscar la causa de lo ocurrido en la transformación actualmente en marcha en las economías de los países desarrollados, las cuales están pasando de una economía industrial de bienes tangibles a una economía de servicios y de bienes intangibles como la información. El periodo de transición en el que se necesita una fuerte reestructuración de todos los componentes de una economía puede ser la causa más importante de la larga depresión y lenta recuperación observadas en Norteamérica y en Europa.
Concluye en relación con estos últimos aspectos de la crisis, que también las políticas fiscales keynesianas son las recomendables, pues no sólo traen el crecimiento y con ello la utilización de todos los recursos, sino que la reestructuración es más fácil en una economías activa y con crecimiento que en economías paralizadas por la austeridad.