La máquina de vapor: James Watt y Richard Trevithick (y II)

Para el objetivo de este blog es interesante saber que Richard Trevithick, el gran continuador de la actividad de construir máquinas de vapor, perfeccionarlas y aplicarlas a muchas actividades productivas y al transporte, era un hombre formado hasta cierto punto, pero sobre todo un mecánico experimentado que comenzó a trabajar con máquinas de vapor a los 19 años. Redujo enormemente el tamaño de las máquinas en cuestión y aumentó la presión a la que podían trabajar, mejorando enormemente su eficiencia. En 1801 montó una de sus máquinas sobre un artefacto de ruedas iniciando así la industria de los vehículos autopropulsados. Para los franceses fue Nicolas-Joseph Cugnot (1725 — 1804) el inventor del primer vehículo autopropulsado o automóvil en 1769. Hecho que revela dos cosas, una, que Francia rivalizó muy pronto con Inglaterra en el desarrollo de la Revolución Industrial, y otra, que la paternidad de los grandes inventos de la historia suele reclamarse desde varios lugares a la vez, lo cual simplemente muestra que los hombres trabajan en paralelo y que las ideas suelen aparecer en sus mentes simultáneamente.

(Continuación)

Posteriormente, en 1782, y esto fue muy importante, Watt introdujo vapor por los dos lados del cilindro lo cual iba a dar a su máquina muchas más posibilidades. Para ello tuvo que inventar el “paralelogramo articulado” ya que el vástago unido al émbolo o pistón, tenía que ser rígido y moverse en sentido rectilíneo para poder empujar al balancín hacia arriba.

La transformación del movimiento horizontal en rotatorio fue un avance que ya había sido introducido antes de que Watt construyera sus máquinas añadiendo simplemente una manivela al extremo del balancín donde anteriormente se colocaba el contrapeso. Precisamente por estar protegida esta solución por una patente, Watt tuvo que inventar un sistema de engranaje planetario.

No hemos hecho referencia hasta ahora al sistema de patentes pero fue en la época un importantísimo instrumento para impulsar lo que hoy llamamos I+D — es decir el esfuerzo de todo tipo para crear un nuevo producto–, para invertir en la fabricación de productos y para mejorarlos de forma continua. Las patentes protegían a los inventores e inversores de forma muy efectiva.

Watt fue también un buen emprendedor y hombre de negocios que tras fallarle su primer socio importante supo aliarse con Matthew Boulton (1728 – 1809), un industrial de primera categoría con fábricas en Birmingham, al que conoció en Londres. Se puede comentar como anécdota, en relación con el sistema de patentes, que cuando Watt se asoció con Boulton en 1774 a su patente sólo le quedaban ocho años de validez lo cual fue considerado muy poco tiempo por su socio. Consiguió, no obstante, una extensión de la misma hasta 1800.

La firma “Boulton & Watt” tuvo mucho éxito y llegó a instalar 496 máquinas en Inglaterra y en el extranjero.

En cuanto a Richard Trevithick su papel consistió en aplicar el vapor de agua a presión elevada — cosa que siempre rechazó Watt –, en perfeccionar la máquina de Watt en diversos sentidos (más presión, más potencia, menos tamaño y mayor eficiencia), y en buscarle nuevas aplicaciones, como el transporte. En 1802 construyó una máquina de vapor a una presión 10 veces superior a la presión atmosférica, y en 1804 fabricó la primera máquina de vapor para el ferrocarril que funcionó con éxito

Hizo este inventor muchas otras mejoras, la cuales a veces fueron introducidas en paralelo por otros inventores en otros países. Con la labor de todos ellos comenzó un siglo XIX realmente impresionante en términos de desarrollo de productos mecánicos de todo tipo y de aplicación de los mismos de forma generalizada a multitud de actividades.

No se debe olvidar a este respecto que la Revolución Industrial pasó muy pronto a Francia y a otros países europeos, con especial intensidad a Alemania, país, o conjunto de países en aquellos tiempos, que demostró muy pronto sus aptitudes para la tecnología mecánica, la industria y los negocios industriales. También prendió muy pronto en los Estados Unidos, nación relativamente joven entonces que puso desde el principio mucho énfasis en las máquinas para la reducción de la mano de obra, recurso todavía escaso allí a principios del siglo XIX.

Si tomamos la producción de carbón como un indicador algunas cifras nos indican cómo la Revolución Industrial se generalizó a lo largo del siglo XIX. En 1870 Gran Bretaña extraía un 50 % más de carbón que Estados Unidos, Alemania y Francia juntos, mientras que en 1900, estos tres países en grupo extraían un 70 % más que Gran Bretaña.

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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