La lucha por la igualdad social

La «lucha por la igualdad social» de las personas se supone que ha existido siempre, aunque hay autores modernos, como Gonzalo Portón, que hablan de lo contrario: de la «lucha por la desigualdad». En este post se entra en ese tema de forma muy breve. Por un lado es verdad que las revoluciones, inglesa, americana y francesa, clamaron por la igualdad, pero, por otro, y según nos dice Portón, ni los propios ilustrados del siglo XVIII se ocuparon de que esta disminuyese en el mundo. Algo cambió, sin embargo, en el siglo XIX en términos de racionalidad, inteligencia y congruencia. El interés por los demás surgió con fuerza en ese siglo, aunque desgraciadamente, más en términos intelectuales e ideológicos que en forma de mejoras verdaderas de la vida de las personas.

Años de capitalismo salvaje

Terminábamos el post anterior con una cita de un famoso periodista inglés del siglo XIX, Henry Mayhew, que se dedicó a mostrar públicamente las deficientes condiciones de vida de un porcentaje alto de la población inglesa de la época. Es verdad que éste y otros periodistas se portaron más como activistas sociales que como meros descriptores de la realidad, pero había también autores como el académico y hombre de estado,  Henry Fawcett (1833-1884), que escribió lo siguiente:

“Nos dicen que nuestras exportaciones e importaciones crecen rápidamente; nos describen con elocuencia un imperio donde nunca se pone el sol y un comercio que se extiende por todo el mundo. Nuestra marina mercante se amplía sin cesar; las manufacturas crecen en número y magnitud. Estamos rodeados de evidencias de este lujo cada vez mayor; en los parques se ven carruajes más espléndidos y el estilo de vida es más suntuoso cada año. […] Pero si echamos un vistazo al otro lado del escenario, ¿qué vemos? Junto a esta gran riqueza, al lado de este pecaminoso lujo, ¡acecha el temible espectro de la pobreza cada vez más extendida y de la creciente precariedad! Si visitamos los grandes centros del comercio, ¿qué observamos? ¡La miseria más extrema acompaña siempre a la mayor riqueza!”[1]

El resumen del siglo XIX en términos de pobreza y desigualdad es de existencia de una miseria extrema para grandes porcentajes de las poblaciones de Londres y Manchester y de Inglaterra en general. La primera mitad fue realmente dura para muchos ya que la revolución industrial y el liberalismo reinante impusieron un capitalismo salvaje, caracterizado por una imposición de bajos salarios y una situación de explotación generalizada de las clases bajas. Se consideró que así eran las cosas y que los dueños del capital estaban haciendo lo correcto manteniendo los salarios bajos y los beneficios altos. Los trabajadores, por otra parte, no podían defenderse de nada porque sus asociaciones no estaban permitidas.

Dos periodistas metidos a filósofos políticos

En la segunda mitad, partir de la década de 1840, el fenómeno del crecimiento económico comenzó a ser una realidad, los salarios subieron y por cerca de dos décadas las condiciones de los trabajadores mejoraron ligeramente. No duró mucho, sin embargo, pues a partir de 1866 se desencadenó otro de los fenómenos típicos del capitalismo: la crisis financiera y comercial.

Los radicales y socialistas franceses ya mencionados se refirieron también a las dificultades de la población en Francia y fueron sensibles en extremo a ellas.

Marx y Engels, las vivieron muy de cerca. Sobre todo el segundo, pues el primero se pasó toda su vida en Londres leyendo, escribiendo y elucubrando sentado en el famoso sillón G-7 de la biblioteca de The Britsish Museum. De las dos posibilidades a las que se adscriben los escritores, la de imaginar y la de observar, Marx era de los primeros. Es bien sabido que nunca aprendió bien el inglés ni conoció a ningún intelectual inglés de la época ni vivió de verdad la realidad londinense que lo rodeaba. Todo en este último sentido lo aprendió de Engels y de los periódicos.

Los dos eran periodistas y lo vivido en Londres en términos de información sobre la vida difícil de muchas personas contribuyó de forma decisiva a la obra conjunta de ambos.

La lucha por la igualdad social

El último aspecto a mencionar en relación con la preocupación de determinadas personas por las condiciones de vida de sus semejantes en el siglo XIX, es el de la tendencia de los hombres a la búsqueda de la igualdad de unos con otros.

Se supone que el hombre ha luchado siempre por la igualdad, pero el asunto no es tan claro y el título mismo de este apartado puede resultar capcioso sobre todo a la vista del popular libro actual,  La lucha por la desigualdad, de Gonzalo Pontón. Se explica en él que la desigualdad surge con el capitalismo y será difícil su desaparición bajo ese sistema de funcionamiento de nuestras sociedades.[2]

El recorrido minucioso por el siglo XVIII y por la Ilustración en su conjunto hecho en ese libro resulta impactante al ver la actitud de los más destacados autores de la época en cuanto a su opinión sobre el mantenimiento de las clases sociales, no tocar el mundo de los campesinos en el sentido de mejorar sus condiciones de vida o no admitir la educación para las clases bajas y trabajadoras.

La desigualdad social entendida como acceso diferente de los miembros de una sociedad a los recursos de todo tipo existentes, a los servicios, a la educación y a la movilidad social, ha existido siempre a lo largo de la historia. Cuando es extrema produce fenómenos de exclusión y opresión y afecta seriamente a la vida, a la salud y a la felicidad de las personas.

La Revolución Americana

La desigualdad está, como es lógico, relacionada con la pobreza, aunque son en sí situaciones diferentes. En la antigüedad la gente era pobre pero lo era una mayoría con lo que el fenómeno de la desigualdad no resultaba, probablemente, tan grave como en los tiempos modernos.

Su relevancia como un fenómeno digno de análisis y actuación no tiene mucho más de 250 años de antigüedad, ya que pronto con la Revolución Industrial y con la llegada del crecimiento económico, se comprobó el aumento notable de la desigualdad. El fenómeno se observó primero en Inglaterra y después en Francia y otros países europeos y un poco más adelante en los Estados Unidos.

En este último país, por otra parte, el afán por la igualdad apareció con su independencia y con la revolución (Revolución Americana) que esta supuso. La idea de igualdad entre las personas, tanto en sentido de ingresos y riqueza, como en el de ocupación de posiciones importantes, movilidad entre clases sociales, acceso a la formación y cultura, a la justicia, a las oportunidades para todos y a los resultados finales en una sociedad en términos políticos, civiles y democráticos, surgió con fuerza entonces.

Es verdad que ya en 1755,  Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) había escrito su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, pero no fue bien recibido por sus contemporáneos.

Alexis de Tocqueville y Alfred Marshall en América

Alexis de Tocqueville (1805-1859) tras su viaje por los Estados Unidos en 1831 volvió a la vieja Europa con ideas deslumbrantes sobre lo que estaba ocurriendo allí. Dio entonces mucha importancia a la libertad y a la igualdad y supuso que las dos constituían necesidades o requisitos fundamentales para el hombre y su vida en sociedad. La democracia americana que descubrió era casi inimaginable en la vieja Europa.

Alfred Marshall (1842-1924), el gran economista inglés, padre de la economía neoclásica, viajó también ampliamente por los Estados Unidos unos 44 años después, hacia 1875, y se quedó igualmente impresionado de la voluntad de progreso de la gente, de su espíritu empresarial y de la insolencia positiva de los jóvenes en cuanto a situarse en sociedad.

Ya antes la Revolución Francesa de 1789, como bien se sabe y hemos indicado anteriormente, había adoptado el lema, “Libertad, igualdad, fraternidad”. Inicialmente fue el de “Unidad e Indivisibilidad de la República; Libertad, Igualdad, Fraternidad o la Muerte” y en un proceso que duró años, terminó siendo en 1848 el emblema de la República Francesa.

Los ilustrados y enciclopedistas, franceses, ingleses y alemanes, influyeron destacadamente en las ideas de libertad e igualdad de los americanos, habiendo sido Benjamin Franklin (1706​ – 1790) uno de los intermediarios intelectuales entre ambos mundos.

Los estudiosos, reformistas y radicales del siglo XIX, preocupados por el funcionamiento de la sociedad y por la vida de los ciudadano, entre los que hemos incluido a Marx y Engels, se tomaron muy en serio la pobreza y desigualdad rampantes de la época.

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[1] Nasar, Sylvia. La gran búsqueda: Una historia del pensamiento económico (Spanish Edition) (Posición en Kindle1114-1116). Penguin Random House Grupo Editorial España. Edición de Kindle.

[2] Gonzalo Pontón, La lucha por la desigualdad. Una historia del mundo occidental en el siglo XVIII, Pasado & Presente, Barcelona, 2017


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Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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