La financiación del desarrollo del teléfono

Seguimos revisando en este post el desarrollo del teléfono fijándonos en primer lugar en la financiación de las tareas técnicas y de investigación necesarias, actividad que hoy llamaríamos de I+D. Dentro de ellas se incluyeron en la época, la de un pequeño laboratorio y taller, la de contratación de un técnico, y la de adquisición y fabricación de material diverso. El bien conocido fenómeno de «serendipity», o descubrimiento de algo por casualidad o inesperadamente, dio el resultado que Bell y su ayudante Watson estaban buscando. La llamada de Bell a su ayudante que estaba en otra habitación para que le ayudara por haber derramado un líquido, «Venga aquí Sr. Watson», se transmitió inesperadamente por los aparatos de reproducción de las ondas de voz que utilizaban y por el cable eléctrico que los conectaba. 

Hubbard y otros amigos financiaron su actividad investigadora en un pequeño laboratorio que Bell montó en un piso alquilado en el centro de Boston a finales de 1874. Contrató como ayudante técnico a Thomas Watson (1854-1934), un experimentado ingeniero experto en electricidad y mecánica. Se dedicó con gran interés a lo que él había denominado como “telégrafo armónico” y recibió fuertes presiones de sus patrocinadores para que lo hiciera realidad.

Transcurrió un año y no habían avanzado nada en el proyecto, entre otras cosas porque Bell seguía ensimismado con la reproducción eléctrica de la voz. Hubbard, por otra parte, como buen abogado especializado en patentes y hombre de grandes relaciones e influencias, estaba muy al tanto de lo que ocurría en los Estados Unidos en relación con el telégrafo. En febrero de 1876 recibió de sus contactos en la Oficina de Patentes de Washington la noticia de que Elisha Gray había presentado la documentación previa de una patente con el título de, “An Apparatus Using Telegraphic Means to Transmit and Receive Sounds”. Hubber inmediatamente hizo que Bell escribiera una memoria con sus trabajos y solicitara una patente. Lo hizo con el título de, “Means for a Variable Electric Resister to Produce Undulating Electric Currents”. Al parecer había tenido acceso a la documentación presentada por Gray y había copiado alguna parte de la misma.  Obtuvo además la patente en un plazo de tiempo mínimo y a pesar de la solicitud de Gray, entre otras cosas porque había sido presentada dos horas antes, según lo que posteriormente se supo en las demandas judiciales presentadas por Gray. Las relaciones de Gardiner Hubbard con los funcionarios en Wahsington y sus conocimientos del sistema de patentes americano parece que tuvieron una gran importancia en la obtención final de la patente.

Graham Bell tuvo la suerte de reproducir la voz en un circuito eléctrico al derramar ácido líquido en un ensayo que estaba haciendo junto con su ayudante Watson, con una técnica ideada por Gray y copiada por Bell de la documentación presentada por dicho inventor en la Oficina de Patentes. Esto ocurrió en marzo de 1876 y muy pronto se difundió la noticia de que la voz humana había sido transmitida por una línea eléctrica. Posteriormente a la presentación del primer teléfono, que no funcionaba excesivamente bien como hemos dicho, Bell y sus socios se informaron de que el inventor germano–americano Emile Berliner (1851-1929) había inventado un nuevo transductor de ondas de sonido a corriente eléctrica y se apresuraron a comprar la tecnología. Con ello el sistema de Bell comenzó a cobrar altura y en julio de 1977, como veremos más adelante, fue creada la compañía Bell Telephone Company por el propio Bell y por quien unos días más tarde se transformaría en su suegro, Gardiner Greene Hubbard.

Empujado una vez más por Hubbard y por su prometida entonces, Mabel Hubbard, Alexander Graham Bell presentó el teléfono por primera vez en público en la “Exposición Internacional del Centenario” celebrada en Filadelfia  en la primavera de 1876. El teléfono apenas funcionaba pero el acontecimiento al que asistieron personalidades muy destacadas nacionales e internacionales, tuvo un gran impacto social y la gente comenzó a sorprenderse de la capacidad de la tecnología y de las cosas mágicas que existían en nuestro mundo y el hombre era capaz de manejar. Fue en primer lugar la electricidad, cuya esencia nadie conocía bien en esa época y, en segundo, la idea de trasformar las ondas de voz en impulsos eléctricos mediante el uso de resistencias eléctricas variables. Con el tiempo hemos sabido que la transmisión de la voz es un fenómeno electromagnético y de inducción eléctrica, pero el inventor del teléfono no tenía en su momento ni sospecha de estos fenómenos. Una vez más la tecnología y la práctica se adelantaron entonces a los conocimientos científicos.

No hay que olvidar a ese respecto que el primer generador de ondas electromagnéticas fue construido por Heinrich Hertz (1857-1894) en 1887, es decir, años más tarde. Y tampoco que en paralelo con la expansión del telégrafo y el desarrollo del teléfono se estaba avanzando en la construcción del  primer generador de corriente eléctrica continua, la dinamo, hecho que ocurrió en Europa en 1870 de la mano del gran inventor belga, Zenobe Gramme (1826-1901). Antes, en 1867, hubo un primer intento llevado a cabo por el ingeniero alemán Werner von Siemens (1816-1892), un invento fundamental que no obstante no tuvo éxito comercial debido a la poca fuerza del campo magnético del estator o parte fija del aparato.  Hasta esa época las redes telegráficas funcionaban con carísimos sistemas de baterías eléctricas, aunque hay que pensar que para cuando el teléfono comenzó a funcionar comercialmente las redes recibían la corriente eléctrica de grandes dinamos instaladas en centrales generadoras. Muy pronto las dinamos fueron sustituidas por los alternadores eléctricos y la corriente continua sustituida por corriente alterna, algo que estudiaremos en posts posteriores.

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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