Continuamos en este post dando datos sobre la vida y la obra de Charles Darwin que contribuyen a explicar cómo se fue gestando en su mente la teoría que lo hizo famoso sobre el origen de las especies y la lucha por la vida. Nos detenemos ahora en su viaje de cinco años de duración en la HMS Beagle, un viaje científico en el que acumuló importantes experiencias, multitud de datos e infinidad de reflexiones. Lo más destacado puede que fuera las transformaciones que observó en pájaros y otros animales las cuales desarrollaron en él la idea de «adaptación». Más adelante, según veremos en el próximo post, se le ocurrirá la idea de «selección natural».

Un joven brillante pero que no terminó medicina en contra del deseo de su padre y que como muchos otros grandes personajes vivió alegre y despreocupadamente hasta que encontró su propio camino científico. Fue la geología por donde empezó, terreno en el que siempre se consideró deudor de Charles Lyell, del que fue amigo andando el tiempo y con el que formó un círculo de grandes científicos cercanos a la Royal Society.
Los cinco años en la Beagle no fueron, frente a lo que pueda parecer, cinco años embarcado, sino que Darwin pasó mucho tiempo en tierra visitando muchas zonas del mundo con particular referencia a América del Sur. Se interesó por la geología de esos parajes, pero entró también en la zoología de la zona, incluida la impresionante experiencia de las Islas Galápagos. La evolución de las especies y su adaptación al medio, de una isla a otra en concreto, fue para él muy revelador.
Relacionado con su viaje y con todas las lecturas que realizó y toda la información que recogió, conviene mencionar al español Félix de Azara (1742 – 1821), militar, ingeniero, explorador, cartógrafo, antropólogo, humanista y naturalista español al que Darwin menciona un número de veces en su obra cumbre, de largo y significativo título: Sobre el origen de las especies mediante la selección natural, o la subsistencia de las razas mejor dotadas en la lucha por la vida.
Azara fue un científico amateur como tantos otros de la época, pero publicó varios libros importantes como Apuntamientos sobre la historia natural de los quadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata (Madrid, 1802) o Apuntamientos para la historia natural de las Paxaros del Paraguay y Rio de la Plata (tres volúmenes, Madrid, 1802-1805) que fueron traducidos al francés y gozaron de cierta difusión en Europa.
Darwin conocía estas publicaciones y otros trabajos de Azara, pero John Gribbin, autor del libro Historia de La Ciencia 1543-2001 (Crítica, Barcelona, 2001), que utilizamos aquí junto con otros, no lo menciona en absoluto. Tampoco lo hace, y esto es más grave, otro de los manuales empleados, Historia de la ciencia (Editorial Espasa Calpe, Madrid, 2007), de los españoles Javier Ordóñez, Víctor Navarro y José Manuel Sánchez Ron.
El joven científico comenzó a ser conocido en Inglaterra antes incluso de volver de su viaje el 2 de octubre de 1836. De eso fueron responsables la calidad literaria y científica de lo que escribía; la labor de difusión de sus escritos llevada cabo por su mentor y maestro, John Stevens Henslow (1796 – 1861), un religioso anglicano, botánico, y geólogo; y las inversiones que realizó su padre con la intención de hacer de él un caballero científico sustentado por sus propios ingresos, como se puede ver en su biografía publicada en Wikipedia. Cosa, esta última, fácil de conseguir en la Inglaterra de la época llena de pasión por los conocimientos científicos y en la que al parecer corría el dinero abundantemente hacia los libros y publicaciones diversas y hacia las conferencias y actos de todo tipo relacionados con dichos conocimientos.
Su Diario del viaje del Beagle fue un éxito total y durante vario años se dedicó a dicho libro, del que se hicieron varias ediciones, y a otros libros de geología, tema sobre el que en 1846 completó su tercera gran publicación. Su interés por la biología y por los invertebrados en particular, sobre los que había trabajado en la Universidad, estaba presente en él y en 1937 concibió la idea de formular una teoría de la evolución, cuestión sobre la que ya entonces Darwin no tenía ninguna duda. Durante años se dedicó a hacer cruces de animales y experimentos con plantas, pero a partir de 1946, preocupado por ser más conocido como geólogo que como biólogo, y para atraer atención a sus teorías sobre la evolución, comenzó a hacer esfuerzos de investigación importantes sobre los cirrópodos, utilizando en parte materiales que había traído de América del Sur. Su obra capital quedó terminada en 1854 en tres grandes volúmenes. (Ver Gribbin página 290). Su título completo, como ya se ha dicho, fue: On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life