La aceleración tecnológica y nuevas fases de la racionalidad humana

El verdadero objetivo de este blog es, como saben sus seguidores, la reflexión sobre la racionalidad humana y su evolución histórica hasta llegar a los tiempos actuales. Desde el principio se decidió hacer un recorrido por dicha racionalidad para poder enfrentarnos a continuación a los avances científicos y tecnológicos actuales y poder interpretarlos mejor. La racionalidad es la capacidad del hombre que le permite razonar, es decir, pensar, entender, evaluar y actuar. Tal capacidad se basa en ciertos principios y se apoya en ciertos marcos mentales previos, o concepciones de las cosas que observamos a nuestro alrededor, los cuales permiten la coherencia y la consistencia. Históricamente se han distinguido por lo menos tres tipos de racionalidad: la teórica o especulativa, la técnica y la práctica.

Por lo que se refiere a lo que llamamos en este blog racionalidad moderna, o racionalidad científico-tecnológica, su definición y concreción procede de la escuela de Frankfurt, la cual la unió íntimamente a la ciencia experimental y a su aplicación técnica. El «empirismo» se sitúa como paradigma de la racionalidad y ello se contrapone al «racionalismo» en el que se busca la certeza mediante la simple observación y la lógica interna del cerebro de cada cual.

En este post nos referimos a la racionalidad científico-tecnológica como conclusión de la revisión realizada de los avances de todo tipo (técnicos, intelectuales y científicos) conseguidos a lo largo de los últimos siglos de la edad media europea y, especialmente, a lo largo de los siglos XVII y XVIII . Preparamos además el camino para hablar en próximos posts de nuevos avances en la racionalidad humana.

Antes de la Revolución Industrial los hombres, a través de su historia, habían construido grandes obras y habían aprovechado la naturaleza de múltiples formas. Sus habilidades manuales fueron las más usadas y lo que hoy llamamos tecnología ha estado presente en sus vidas diarias desde los comienzos de la humanidad. La búsqueda y uso de fuentes de energías diversas es uno de los hilos conductores de esa evolución y justo antes de dicha Revolución se habían esforzado, especialmente los hombres europeos, en hacer uso de la energía del viento y la del agua contenida en los cursos de los ríos. Los molinos de viento, las ruedas de agua, las norias y las presas prepararon el camino y lo mismo se puede decir de industrias más precisas como la construcción de relojes y las hilaturas, la cerámica y el vidrio y la industria química. Todas ellas, en cualquier caso, recibieron un fuerte impulso a partir de mediados del siglo XVIII, y, con particular énfasis, en un país como Inglaterra.

Lo más característico de lo ocurrido en esa época, como también hemos dicho ya en repetidas ocasiones, fue la unión a las habilidades manuales del hombre, las intelectuales y las científicas. Eso es lo que constituye la nueva racionalidad y lo que le dio la fuerza y el poder para crear el mundo en el que vivimos. Lo cual no quiere decir, como ya hemos indicado también, que la tecnología a partir de entonces proceda directamente de los conocimientos científicos. Muy al contrario la tecnología sigue surgiendo aleatoriamente de la labor manual y artesanal de personas que no son científicos y en muchas ocasiones de forma totalmente imprevista. Los conocimientos científicos, por otra parte, y muy frecuentemente, se crean con posterioridad a la tecnología.

Esa racionalidad se mantuvo viva durante siglos pero en paralelo con ella la racionalidad científico-tecnológica de los hombres ha seguido evolucionando desde la época que comentamos y nuevas concepciones sobre la naturaleza de nuestro mundo hicieron aparición pronto en el siglo XIX. La ciencia y la tecnología siguen evolucionando y según opiniones actuales, a velocidades cada vez más elevadas. La ley de los Retornos Acelerados de la Tecnología de Ray Kurzweil tiene cada vez más partidarios y la ciencia se adentra con gran éxito en el espacio, en el interior de la materia, en el cerebro y la mente y en otras últimas fronteras de nuestro mundo.

La racionalidad científico-tecnológica que hemos llamado «moderna» surgida en Europa en el siglo XVIII, ha contribuido a crear el mundo en el que vivimos. Un mundo con muchos aspectos positivos pero también con muchos negativos.

Dicha racionalidad sigue evolucionando y hay autores destacados que anuncian una etapa de esplendor para el mundo basada en los nuevos conocimientos científicos y en las nuevas tecnologías. Para llegar a esa nueva racionalidad científico-tecnológica ha habido una serie de concepciones e interpretaciones nuevas, quizás “cosmovisiones”, que analizaremos en los próximos posts.

La primera de ellas surgida en los años 30 del siglo XIX pero que tardó tiempo en ser bien formulada, está relacionada con el estudio del calor y de la temperatura. Se crea alrededor de la Segunda Ley de la Termodinámica y tiene al francés Sadi Carnot como padre y primer formulador.

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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