Resumimos en este nuevo post el último punto del capítulo de conclusiones de Olivier Blanchard del libro «What have we learned? que venimos comentando. Hace referencia al papel que puede jugar la comunicación en el terreno de la política económica. Después de eso comenzamos a hacer también algunos comentarios sobre la «peligrosa» economía financiera que los hombres hemos creado. Continuaremos con este último tema en el próximo post
Olivier Blanchard hace una última referencia en su capítulo de conclusiones a la comunicación como herramienta de los bancos centrales y al papel que pueden tener en la economía los anuncios previos de medidas a adoptar por parte de dichas instituciones. Menciona el caso del Banco Central Europeo y su programa Outright Monetary Transactions (OMT), el cual parece haber funcionado a pesar de ser un anuncio antiguo que justo en estos días de primeros de marzo de 2015 se está poniendo en marcha. Los inversores como se sabe, han presionado en los últimos años para que las primas de riesgo de los bonos de los países más endeudados del sur de Europa tuvieran que subir. Fenómeno que repercutía en que fuera más difícil para dichos países pagar sus deudas y salir de la crisis, con lo que se verían abocados en último extremo a abandonar el Euro. Grecia sería un caso claro en ese sentido. El anuncio de la existencia de dinero abundante transferido a esos países por el BCE, junto con medidas estructurales internas, todo hay que decirlo, ha hecho en los últimos años que países como Irlanda, España y Portugal hayan comenzado a superar sus dificultades y las primas de riesgo hayan bajado a niveles normales.
Se refiere también en ese sentido al caso del Banco de Japón y a su anuncio de hace unos meses de duplicar la masa monetaria del país. El resultado final dependerá de las expectativas de las familias. Si estas creen que la inflación subirá y adaptan su comportamiento a ello en relación con los precios y los salarios, la inflación en el conjunto del país terminará subiendo, que es lo que Japón necesita. Si no suben las expectativas de la gente la inflación no subirá y el anuncio del Banco Central no producirá ningún efecto.
En términos de política monetaria lo que se deduce del libro del FMI es que los choques psicológicos juegan un determinado papel, y, sobre todo, que el funcionamiento de la política monetaria no es tan mecánico y determinista como indican los libros de texto de economía y finanzas.
Es curioso que Blanchard se refiera a esos aspectos psicológicos y a sus distanciamiento de la teoría económica y no mencione el distanciamiento de otros procesos de los mercados financieros de la teoría y de las buenas prácticas, como son, por ejemplo, las actuaciones fraudulentas de diversos de sus agentes, incluidos los bancos.
Hace poca referencia también al papel de la regulación, o las referencias que hace son muy ligeras y muy formalistas. No menciona, por ejemplo, que existe una concepción de liberalismo o libertad de mercados algo fundamentalista que impide llegar a fondo en situaciones de clara actuación fraudulenta de empresas, bancos y fondos de inversión. Tampoco toca el tema de medidas de los reguladores que no llegan a alcanzar sus objetivos porque hay muchas formas de recurrirlas. Y no entra en dimensiones de nuestro sistema financiero que hoy sabemos son destructivas para todos, como los “hedge funds” y los derivados, los cuales han sido caracterizados como “armas de destrucción masiva”.
Deberíamos ser serios en ese sentido y pensar que nuestro sistema financiero, nuestra economía financiera a la que tanto cuidamos, se nos está yendo de las manos y empieza a ser una carga más que un componente beneficioso de nuestro mundo. Yo no soy un antisistema ni mucho menos, y de hecho creo profundamente en que el capitalismo es espontáneo, es lo que nos ha salido naturalmente a los hombres tratando de subsistir, y mil veces que la humanidad comenzara su andar por este mundo mil veces llegaríamos a la misma organización económica. La economía financiera forma parte de ese proceso natural y no hay razones para no admitirla. No se trata de eso, pero sí, decididamente, de controlarla, reformarla y regularla.