Continuamos en este post la revisión rápida, y crítica, de los conceptos básicos del marxismo. Reconocemos que es una tarea difícil en un espacio tan reducido como resultan ser solo dos posts de la extensión que utilizamos en este blog (Bastante mayor, por ciento, de lo recomendable en Internet). El tema ha sido tratado a través de la historia, desde mediado del siglo XIX, cuando estas ideas fueron expuestas por primera vez, por miles por no decir millones de trabajos y por científicos e intelectuales de mucha altura. Nos arriesgamos, por ello, a ser tratados de ingenuos y simplistas. Es inevitable, no obstante, hacer referencia a esta cuestión en un trabajo general dedicado al análisis del bien común
(Imagen de arriba tomada de: https://cibertareas.info/es/las-tres-fuentes-teoricas-del-marxismo)
Ideas centrales del marxismo (continuación)
Continuando con lo indicado en el post anterior, el capitalista se apropia hoy, utilizando el arcaico lenguaje de Marx, de muchas plusvalías, las cuales dan lugar al beneficio, que tanto le molestaba a este autor, pero que, cuando es normal y razonable, resulta totalmente aceptable. Sobre todo cuando una parte importante del mismo va al Estado para su redistribución en la sociedad y su aportación a los servicios de bienestar social que hemos creado en el mundo actual.
Lo que significa que no es correcta la palabra «apropiación». Sería más adecuado hablar de intercambio. El capital intercambia valor económico con muchas partes de los sistemas productivos y cuando se hace en condiciones de libertad, de equilibrio y de justicia, no se puede estar en contra.
En cuanto a la “ideología”, otro concepto utilizado por Marx para explicar las diversas formas de dominación mental empleadas por el capitalismo, que lo llevó entre otras cosas a la acuñación del término “fetichismo de las mercancías”, es difícil de entender hoy en día. Según esta idea es el mercado y las mercancías las que parecen tener vida propia independientemente del obrero que las produce. La relación estrecha entre el producto y el productor se pierde con lo que las cosas pasan a asumir el poder subjetivo de las personas. Algo realmente sutil que parece ligado a la producción artesanal anterior a la sociedad industrial y que casi no se entiende en una sociedad de producción masiva de bienes y servicios.
De nuevo, una manera más de atacar al mecanismo de mercado, que tan correcto les parecía a los miembros de la Escuela de Salamanca, tan bueno a los economistas clásicos ingleses, tan natural y espontáneo a los austriacos, y tan malo a Marx y a sus seguidores.
Alienación
Relacionado con ello está su idea de la “alienación” del obrero bajo el poder del capitalismo, la división del trabajo y la explotación. Marx llamó alienación a los cambios que la estructura de producción capitalista causaba en el trabajador al distanciarlo del producto de su trabajo y al ser considerado como una commodity, diríamos hoy, que puede ser sustituido por otro con gran facilidad. Es el hombre cuya subjetividad se ignora y que se pierde y no se realiza como persona formando parte de un sistema de producción repetitiva, manual y que no necesita de su imaginación, creatividad y otras capacidades humanas.
De nuevo algo inconcebible hoy en día después del tiempo transcurrido en el que el capitalismo se ha adaptado de mil formas a las necesidades del trabajador, desde los experimentos de HAWTHORNE de 1927 a 1932 con la subsiguiente entrada de la psicología y los psicólogos en la empresa y en el trabajo, hasta la pirámide de Maslow, los círculos de calidad, el job enrichment, el Total Quality Management, la mejora continua, la innovación colaborativa, el desarrollo organizacional y más recientemente del empowerment y la descentralización de responsabilidades, dentro de muchas otras prácticas destinadas a hacer que la gente esté ilusionada con su participación en la empresa y en el trabajo.
Comunismo
En cuanto al “comunismo”, algo que Marx no definió porque era un ideal a conseguir, sí es verdad que en sus reflexiones sobre el tema hizo importantes aportaciones sobre las imperfecciones del capitalismo, aunque no dejó de ser en sus manos una utopía y un ideal al que llegar por evolución natural del propio capitalismo. Algo que no entendieron así sus seguidores, los cuales utilizaron sin la más mínima duda la “dictadura del proletariado”, las muertes sin fin de los disidentes y la eliminación de la propiedad en general y la de los medios de producción en particular, que quedaron todos en manos del Estado.
Marx habló, no de la eliminación de la propiedad privada sino de la eliminación de la apropiación privada de la plusvalía, lo cual llevaría a la acumulación sin límite del capital en manos de cada vez menos personas. Algo que sí podemos observar en las sociedades actuales con la llegada del Capitalismo Financiero, a lo que nos referiremos más adelante, y con las crisis financieras de envergadura como la sufrida recientemente.
Explotación
Su concepto de “explotación” que tanto juego ha dado a los movimientos revolucionarios, está relacionado con esa apropiación indebida de la plusvalía, muy poco sostenible hoy en día. A los que hemos vivido de jóvenes en pueblos de nuestro país y hemos conocido, los talleres de herrería, carpintería, sastrería, panadería, etc…, a veces con más de 30 personas y un solo dueño, no nos parecía que fueran organizaciones explotadoras. Eran organizaciones productivas en las que las partes estaban de acuerdo y en las que todos se explotaban unos a otros tan ricamente. Si entendemos por explotación el que unos necesiten a otros para mantener los procesos productivos y conseguir la subsistencia.
Es verdad que Marx se refirió a otras organizaciones productivas más grandes, más organizadas y con más infraestructuras de producción (capital) de las que la burguesía sacaba mucho partido. No eran exactamente como los “maestros” herreros o carpinteros devenidos en dueños y empresarios, pero hay algo muy similar en ambas formas de producir. Hablar de “explotación” en ellas es muy rebuscado, producto de una racionalidad e intelectualidad exagerada en mi opinión.
Sobre todo cuando las relaciones entre empresa y trabajador se producen con total libertad por ambas partes y, especialmente, cuando se disponen de leyes, regulaciones y, órganos de defensa como los sindicatos. Tema, este último, al que nos referiremos un poco más adelante.
Dictadura del proletariado
En cuanto a la dictadura del proletariado dijo que en el mundo en su época existía una “dictadura de la burguesía” y que no había motivos para no pensar en su sustitución por una “dictadura del proletariado”. Todo producto, de nuevo, de una racionalidad idealista impecable pero fuera de la realidad, por no reconocer la resiliencia de un sistema como el capitalismo cuando la gente lo acepta y se da cuenta de que no hay alternativas al mismo. Decir, por ejemplo, que la dictadura del proletariado no es “de por sí más que el tránsito a la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases”, es de una ingenuidad, idealismo racionalista y utopía, que impresiona.
El capitalismo es un sistema con muchos defectos e imperfecciones pero que es natural y espontáneo y quizás el menos malo de todos los que conocemos, igual que la democracia. Sobre todo porque, como hemos dicho, evoluciona y se adapta.
La oposición de Karl Marx a esas adaptaciones y especialmente a las soluciones socialdemócratas, que aceptaban de hecho el capitalismo, quedó clara en su labor en contra de la creación del NSPA (Partido Socialista Trabajador de Alemania) y sus escritos de 1875. Posteriormente recogidos en su libro póstumo, Crítica al programa de Gotha, al que se ha hecho referencia anteriormente.
Se mostró en ellos en contra de toda contaminación con el sistema capitalista al que pretendía eliminar y sustituir. Sus enfrentamientos previos con Ferdinand Lassalle (1825-1864), verdadero padre de la socialdemocracia y cofundador de la Asociación General de Trabajadores de Alemania (ADAV), una de las que se fusionaron en el Congreso de Gotha, ya iban en esa dirección.
Economía mixta y estado del bienestar
Puede que sea este radicalismo de Marx el que haya dado tanta vida al marxismo como filosofía política de interés multitudinario hasta nuestros días y el que, por el contrario, y salvo algunas aplicaciones, siempre fallidas, haya hecho que su seguimiento real sea tan minoritario en los países desarrollados y en el mundo en general.
La conclusión tentativa que se obtiene es que el capitalismo se ha mantenido vivo y en buen estado hasta ahora, a pesar de los argumentos de Marx y de las aplicaciones del marxismo, aunque desde luego no se trata del capitalismo del siglo XIX. Lo que tenemos hoy en una mayoría de países, es una economía mixta y un capitalismo suavizado por componentes socialistas múltiples, intervención estatal, regulación y medidas sociales diversas que crean lo que llamamos “estado del bienestar”.
En los tiempos actuales deberíamos dar por hecho la artificialidad e «idealismo hegeliano» del marxismo, es decir, considerarlo una rama seca del pensamiento del hombre, aunque responsable de ciertos análisis de interés. Deberíamos concentrarnos, por el contrario, en corregir a fondo los defectos del capitalismo. Este tiene que cambiar en muchos aspectos ya que su práctica crea injusticia y desigualdad, aunque, no lo olvidemos, genera también, iniciativas empresariales, inversiones, actividad económica, innovación general e innovación tecnológica, empleo y, a trancas y barrancas si se quiere decir así, bienestar para el conjunto de la sociedad.
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Nota: No estamos recogiendo en estos blogs la enorme literatura revisada, pero por incluir alguna de tipo divulgativo, mencionamos la publicación de EL MUNDO/EXPANSIÓN de hace unos años, Colección Grandes Pensadores, Marx. Vida Pensamiento y Obra, Madrid, 2007.
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