El presente post es el número diez de la serie dedicada a Economía para el Futuro. Sigue al colgado en este blog el pasado 20 de abril, reconociendo por mi parte que ha transcurrido un tiempo excesivo para que los que lo siguen no se hayan desconectado de lo tratado en dicha serie. Recuerdo que estábamos analizando distintos grupos de autores, en general economistas, críticos con la situación actual del mundo y proponentes de soluciones para nuestros grandes problemas. Habíamos establecido inicialmente cinco grupos: los reformistas, los extremistas, los idealistas, los de “aquí no pasa nada” y los que adoptamos una posición más ecléctica y más realista.
Intentamos ahora decir algo sobre los que partiendo de la situación actual de nuestras sociedades y siendo críticos con ella, proponen soluciones difíciles de conseguir. Son idealistas en el sentido de que solo les preocupan soluciones ideales, sin saber cómo llegaremos a ellas, o en el sentido hegeliano de idealismo consistente en crear su propio modelo conceptual y orientarse a conseguirlo sin que la realidad de las cosas tenga nada que ver con él.
(Imagen de arriba, parque nacional grand teton)
Una entrevista a Edgar Morin
A final del pasado mes de abril había comenzado a escribir este post de la serie Economía para el Futuro, dedicado a un nuevo grupo de autores relacionados con el análisis de la situación actual del mundo, al que he denominado “idealistas”. Me encontré entonces con una entrevista realizada a Edgar Morin (nacido en 1921) en el suplemento Ideas de El País de los domingos (30 de abril de 2023).
Me decepcioné bastante con lo que este gran sociólogo francés, que cumplirá 102 años en el mes de julio, decía en ella. El motivo fue que después de haberlo seguido y admirado durante años y haber tenido la oportunidad de conocerlo personalmente hace un tiempo en una visita a España organizada por un grupo al cual yo pertenecía entonces, a la que al final no me pude unir, sus declaraciones me defraudaron. Me hablaron los asistentes a las reuniones con él de su amabilidad, su cercanía y su espíritu joven, además de identificarse claramente como judío sefardí, hablar algo de español y explicar que tenía la intención de pedir la nacionalidad española.
Su actitud básica ante la situación actual del mundo y su previsible evolución era negativa y quedaba reflejada en la cita de sus palabras recogida en la portada del suplemento: “Estoy muy angustiado ante el futuro de la humanidad. No caminamos hacia un mañana brillante”
Pero, no es esta cita la que me sorprendió, la cual, por otra parte, nos habría llevado a situarlo en otro de los grupos de autores analizados aquí, el de los “extremistas”. Fue su “idealismo” al analizar la situación mundial actual. Lo cual me llevó a iniciar este nuevo post, continuación de los anteriores, dedicados al tema Economía para el Futuro, con lo recogido en la entrevista.
Idealistas e idealismo
Por “idealismo” entiendo dos cosas: una, el mundo de los ideales, el altruismo, la filantropía, el desinterés, la generosidad, la actuación en pro de los demás y la utopía; y otra, más filosófica, relacionada con el idealismo alemán, idealismo absoluto o idealismo hegeliano, caracterizado por poner a las ideas por encima de las cosas, considerarlas independientes de ellas y por ser dichas ideas las que construyen la realidad.
Es el idealismo de Karl Marx, un hegeliano de pro, que cree que el mundo es lo que él ha construido en su mente (leyendo y reflexionando alejado de la realidad durante años en el Museo Británico). Como es lógico, y ya lo hemos escrito en otras ocasiones, tal idealismo suele llevar al mesianismo y este a su vez al totalitarismo, historia precisa de lo que ocurrió con el marxismo, pasando, además, por matar a mucha gente en el camino, no lo olvidemos.
Los intelectuales izquierdistas suelen estar marcados por esta concatenación de ideas: “si yo tengo la verdad, necesito difundirla y debo imponerla”.
Morin ha sido toda su vida de izquierdas y así lo declara en la entrevista. Con la particularidad de que a la hora de explicar los problemas del mundo actual hace pocas referencias a la verdadera realidad presente, con su población creciente, las terribles migraciones, la pobreza, la subsistencia de todos, el desempleo, la producción de bienes y servicios, la sostenibilidad del planeta y la complementariedad de todo ello con dimensiones de nuestras vidas, como la igualdad, el bienestar y la hermandad. A estas tres últimas se refiere preferentemente Morin, y casi en exclusiva. De ahí mi frustración. Ni los izquierdistas ni nadie podemos olvidarnos de mantener activas nuestras sociedades, y para ello, debemos tener en cuenta todos los elementos que las componen incluyendo a los emprendedores, empresarios y negocios en general.
Otros temas
En la entrevista se tratan otros temas, ya que, como digo, el entrevistador es muy hábil. Entre ellos, la guerra de Ucrania, en la que Morin se inclina por ceder territorios con elevada población rusa, o la capacidad de los políticos actuales para arreglar las cosas, sobre lo que es pesimista también y opina que el planeta en su conjunto se encuentra en un proceso de regresión política generalizada, con crisis de la democracia y gobiernos autoritarios por doquier.
Y como sociólogo que es, se refiere a la conveniencia de que los hombres y mujeres realcemos la parte poética de nuestras vidas, practiquemos la fraternidad y reduzcamos al mínimo nuestro egocentrismo.
Todas, buenas recomendaciones, pero un tanto “idealistas” en el sentido de que no se cruzan con otras realidades de nuestro mundo más perentorias, algunas ya indicadas, como, la supervivencia económica, el funcionamiento de las economías, la globalización, las migraciones, los cambios poblacionales en términos de razas, religiones o culturas o, la gobernanza de todo ello.
Para ocuparnos de las cosas que Morin menciona en primer lugar, igualdad, bienestar, hermandad y ecologismo, en las que yo también creo, hay que disponer de un mundo que funcione, un planeta que permita la vida y unas personas ocupadas y razonablemente felices. Necesitamos estabilidad y progreso, y es una pena que Morin no se refiera a ello.
Dice además, que los izquierdistas aprendieron la libertad del anarquismo, la búsqueda de una sociedad mejor del socialismo y la hermandad humana del comunismo, una declaración que suena redonda pero que a mi me parece una boutade. ¿Sobre qué economías o que sociedades vamos a aplicar esas deseables dimensiones si éstas se nos vienen abajo?
El pecado de los idealistas
El grupo de autores al que denominamos, “idealistas”, pecan en cuanto a plantearse cosas muy positivas para nuestras sociedades e incluso poner en marcha actuaciones de largo alcance para alcanzarlas, pero sin tener en cuenta lo que somos los humanos, cómo son las cosas diarias y concretas, de qué vivimos y cómo hemos llegado hasta aquí. Las cosas en nuestras sociedades, de elevadas poblaciones, heterogéneas y complejas, no funcionan imaginando buenas ideas ni tratando de ponerlas en marcha en el vacío. Es necesario contar con lo que hay y generar dinámicas de funcionamiento interno muy enraizadas en lo que somos, en lo que hacemos y en el camino que hemos seguido para llegar hasta aquí. Dinámicas que además deben ser simples y entendibles por todos.
La Economía del Bien Común
Otro autor que cabe mencionar en este sentido es Christian Felber (nacido en 1972), austriaco de nacimiento pero que vivió y estudió en España y al que tuve ocasión de conocer hace unos años en una conferencia organizada por la Universidad CEU San Pablo[1]. Se trata de un destacado economista y profesor de economía, autor de libros muy vendidos, activista social y creador de un nuevo modelo económico mundial y un movimiento social para implantarlo.
El movimiento en cuestión al que en España se adscribieron muchas personas y muchos municipios desde la difusión de la tercera edición de su libro, La Economía del Bien Común (Deusto 2015), lleva el mismo título de dicho libro. En poco tiempo se crearon en España varias asociaciones regionales y nacionales y, que sepamos, todavía sigue activo.
Antes de dicho libro, Felber había abordado las disfunciones del sistema financiero mundial y había propuesto medidas concretas para organizarlo y equilibrarlo. Lo hizo en su libro anterior, Dinero: De fin a medio (Deusto 2014).
Posteriormente se publicó en español un libro adicional, Por un comercio mundial ético: Porque el debate no es entre libre comercio y proteccionismo, sino entre comercio ético y no ético (Deusto 2018).
Se hizo miembro muy pronto del movimiento mundial de origen francés, “Asociación por la Tributación de las Transacciones Financieras y la Acción Ciudadana (Attac)” (creado en 1998) y fue su fundador e impulsor en Austria.
Es, como se ve, un gran personaje preocupado por encontrar soluciones a los grandes problemas económicos, sociales y políticos del mundo actual y de trazar un camino intermedio entre capitalismo y comunismo, sin revoluciones ni destrucciones.
El movimiento Economía del Bien Común
Propone cambios radicales en muchos aspectos de nuestro mundo, resumidos en su famosa “Matriz del Bien Común”, de seis filas y cinco columnas, en la que se recoge todo lo que hay que cambiar y reorientar en nuestras sociedades. Aboga por: crear unas cuentas (balance) del bien común mundial; premiar la búsqueda del bien común; hacer una auditoría del bien común; construir un mercado transparente; utilizar el beneficio como medio no como fin; usos permitidos del beneficio; usos no permitidos del beneficio; limitar el crecimiento; cooperación estructural y bastantes cosas más.
Siendo un buen intelectual y una gran persona y no pudiendo decir nada malo sobre lo que propone y la forma de adoptarlo, siempre pacífica y a través de movimientos sociales voluntarios, lo colocamos en el grupo de “idealistas” porque su plan es excesivamente ambicioso y riguroso. Exigiría una disciplina que, aunque aceptada libremente, resulta algo colectivista y deja bastante fuera de lugar la libertad individual.
Uno echa en falta los pocos y básicos elementos de los empiristas británicos y su enraizamiento en lo que es el hombre y la sociedad, así como los principios liberales, aunque fuertemente morales, de Adam Smith.
Los tres derechos fundamentales del hombre que estos autores preconizan, el derecho a la vida, el derecho a la libertad personal y el derecho a la propiedad privada, parecen seguir siendo válidos. Lo mismo ocurre con los principios en los que se basó el primer liberalismo económico y el capitalismo inicial, a saber: la libertad para hacer y emprender, la importancia del esfuerzo personal, la creatividad y la innovación, la conveniencia de que las personas fueran propietarias de lo creado y se beneficiaran de ello y la existencia, eso sí, de mecanismo reguladores, como el mercado o las instituciones públicas.
La economía del bien común de Jean Tirole
Cabría mencionar en relación con el tema del bien común a otro autor, enormemente apreciado y seguido por el que esto escribe. Se trata del francés Jean Tirole (nacido en 1953), premio Nobel de Economía de 2014.
Su labor profesional más sólida, y por la que recibió el premio mencionado ha sido la Economía y la Organización Industrial, especialmente el tema del análisis del poder de los mercados y el papel de la regulación. Con él aprendimos mucho sobre las teorías de la competencia perfecta, el monopolio y el oligopolio.
Es autor de un libro del mismo título que el de Felber comentado, La economía del bien común (Taurus 2016). Su objetivo es preguntarse por dónde se ha quedado la búsqueda del bien común, que como dice Felber y él recuerda, se encuentra en los primeros lugares de todas las constituciones del mundo, pero que pocas veces se articula o implementa.
Pretende demostrar que la Economía o Ciencia Económica puede contribuir a implantar el bien común en el mundo y trata de explicar que no se trata de una “ciencia lúgubre”, como la denominó Thomas Carlyle (1795-1981) en su tratado de 1849, Discurso Ocasional en la Cuestión de Negro.
Es una expresión antigua pero muy utilizada a lo largo de los años, aunque puede que haya perdido vigencia. No está demás recordarla en una época de fuerte crítica a la teoría económica y a lo que se explica sobre esta materia en las universidades. Todo muy en función del capitalismo, del liberalismo económico y del mecanismo de mercado.
Tirole defiende el bien común y no cree que el hombre en general busque siempre su interés personal, aunque sí responde a los incentivos que se le ofrecen. Demuestra que a pesar de ello no es ajeno a la búsqueda del bienestar para todos y que la economía de mercado, por ejemplo, no es una finalidad sino un simple instrumento, y no, desde luego, perfecto, para conseguir el bienestar general. La ciencia económica no debe estar al servicio de una sola interpretación sino al de lo que son verdaderamente el hombre y la mujer y sus necesidades concretas.
Dignos de ser humanos
Esta última cuestión de los sentimientos y valores de los humanos está siendo tratada también por muchos autores, no economistas, como Rutger Bregman (nacido en 1988), joven historiador holandés autor de vario libros de interés. Entre ellos, Utopía para realistas: A favor de la renta básica universal, la semana laboral de 15 horas y un mundo sin fronteras (Salamandra 2017), o el más reciente, Dignos de ser humanos. Una nueva perspectiva para la humanidad (Anagrama 2023).
Sería un idealista no en el sentido hegeliano de lógica cerrada sino en el de búsqueda de nuevas y mejores formas de organizarnos y vivir en sociedad, utilizando interpretaciones más realistas de lo que somos y hacemos basadas en la historia de la humanidad. Defiende que “el altruismo y no la competitividad ha sido el motor evolutivo de la sociedad”
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[1] La obra de Felber ha sido tratado ampliamente en este blog. Sugiero acceder al link, https://economiayfuturo.es/ y buscar utilizando el nombre Christian Felber.
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