Hipercapitalismo y Economía Financiera

Hipercapitalismo es un término que usamos en este blog, de nuevo, con mucho cuidado y sin excesivo entusiasmo, para definir la situación surgida en el mundo tras la gran liberación de la economía mundial, el comercio global y el mercado de capitales, adoptada en la década de los 80 del siglo pasado. Se explica en lo que sigue los aspectos positivos y negativos del liberalismo económico total y los excesos en los que se puede caer con tal sistema de organización económica y social. Hemos utilizado el término anteriormente, y ahora lo volvemos a hacer para unirlo al de Economía Financiera, de fuerte vigencia en nuestros días.

Se plantean una serie de preguntas que todos nos hacemos en la actualidad. Tras una serie de respuestas, calificadas de erróneas, se propone, como tema para próximos posts, entrar en el mundo de dicho hipercapitalismo, el cual, como decimos, lo unimos a la llamada economía financiera actual.

(Imagen de arriba tomada de, «Grandes maestros de la pintura», http://pintoresfamosos.juegofanatico.cl/ )

Bondades y excesos del liberalismo económico

El libre mercado, el liberalismo económico y el no intervencionismo de los gobiernos, son aspectos buenos y positivos, en principio y en términos generales. No son solo fenómenos y procesos correctos y beneficiosos para todos, en términos económicos y sociales, sino, espontáneos, naturales, necesarios e inevitables. El libre mercado es imprescindible, y cuantas veces la humanidad comenzara su andadura de nuevo en este planeta, otras tantas se seguiría el mismo camino en cuanto a la producción de bienes y servicios, su distribución y su consumo.

Para ser todavía más directos, podríamos contar que los que vivimos en primera fila las grandes desregulaciones y los desmembramientos de los monopolios históricos, por ejemplo, en las telecomunicaciones, de los años 80, no podemos sacar nada más que conclusiones positivas de los mismos. La actividad económica generada desde entonces, las empresas creadas, la tecnología incorporada y las nuevas áreas de actuación económica introducidas, dan muestra del dinamismo económico y social que siguió. Todo, consecuencia del liberalismo económico que se puede introducir en nuestras sociedades con decisiones adecuadas.

No es posible, en mi opinión, encontrar una forma alternativa de organizarnos, que a la vez sea lo más automática posible, es decir, promotora de un mundo funcionando solo. Lo que Adam Smith (1723– 1790) , padre de la economía moderna, descubrió, fue eso, que la libertad personal y la búsqueda del interés justo de cada uno en hacer y preservar su trabajo, son mecanismos, válidos y suficientes, para mantener nuestro mundo en marcha. Eso asumió él y sus seguidores observando y estudiando lo que estaba ocurriendo en la Inglaterra de los años iniciales de la Primera Revolución Industrial.

La economía moderna y sus problemas. Preguntas abiertas

Smith dijo que parecía haber, en esas condiciones, una mano invisible directora de nuestras sociedades, mano que, en el caso de Smith, creyente y moralista, algunos han creído ver una referencia a la mano de Dios. Cosa nada clara leyendo su libro, La riqueza de las naciones, de 1776. La mano invisible es el orden intangible creado por el libre mercado al poner a los productores en contacto con los consumidores y construir así una sociedad y una economía basada en la producción, distribución y uso y consumo de bienes y servicios. Con el beneficio en el centro de todas esas actividades.

Un liberalismo económico, por otra parte, que, siguiendo a John Locke, padre del liberalismo conservador inglés, debería tener sus límites y no dejar de ser un «liberalismo virtuoso». A ello se ha referido José María Lasalle en su libro, Ciberleviatán, glosado ya en posts anteriores de este blog.

Pero una vez dicho todo lo anterior, surge una larga lista de preguntas en todos los que observamos nuestro mundo actual:

¿Cómo es posible entonces que dichos procesos generen situaciones negativas de desempleo y dificultades sin fin en muchas personas, como las hoy vividas en el mundo, y, por supuesto, en nuestro propio país?

¿Cómo es posible la pobreza imperante en altos porcentajes de la población mundial?

¿Cómo es posible la desigualdad creciente de nuestros días?

¿Por qué no se consigue un Bien Común razonable para todos y porqué este Bien se deteriora con frecuencia?

¿Por qué no conseguimos unas sociedades verdaderamente inclusivas?

Más preguntas

¿Cómo es posible la concentración de los ingresos, la riqueza y el poder en manos de muy pocos?

¿Cómo son posibles los problemas de calentamiento global y cambio climático generados por nuestro sistema de funcionamiento y nuestro modelo de vida?

¿Qué haremos ante al agotamiento de los recursos naturales en un planeta finito como el nuestro?

¿Por qué se generan periódicamente las crisis económicas que tanto malestar producen en un número importante de personas, que son siempre las mismas?

¿Cómo es posible que toda la ciencia y el progreso acumulados en nuestro mundo no puedan hacer frente a crisis sanitarias como la actual?

¿Es posible que nuestros sistemas de funcionamiento estén generando más efectos colaterales no deseados o, como dicen los economistas, mas externalidades negativas, que resultados positivos para todos?

Y, sobre todo, ¿cómo es posible que tengamos interpretaciones de los hechos tan dispares y siempre conectadas a ideologías cerradas, y que sea hoy tan difícil gobernar el mundo y los países que lo componen?

Algunas respuestas erróneas

Algunos contestan a estas preguntas con disparos al aire por encima de los objetivos, explicaciones muy débiles o verdades a medias:

1.- La humanidad desde el siglo XVIII no ha hecho nada más que mejorar, la renta per cápita no ha dejado de crecer y la convergencia entre países es cada vez mayor. Lo que se podría llamar, “el error de los promedios”.

2.- Los que más tienen o más reciben, son los más inteligentes y los que más trabajan. Sin tener en cuenta los intereses creados, la acumulación irregular de riqueza, el poder conseguido ilegalmente, la corrupción y muchas cosas más. Es lo que podría denominarse, “el error de las ideologías conservadoras”.

3.- El intervencionismo de los gobiernos es siempre negativo y lleva al despilfarro, a la ineficiencia y a la corrupción. La sociedad del bienestar es muy peligrosa y crea pasividad en los individuos e ineficacia en las sociedades. Es lo que sería, “el error de apreciación de los hechos y de su matización”.

4.- El comportamiento económico de las personas, las empresas y las instituciones de todo tipo, regido por el libre mercado, es siempre perfecto y lleva a un equilibrio económico óptimo.  Es “el error de la teoría económica”.

Algunas más

5.- La democracia liberal en la que vivimos es intocable y la forma de elegir a nuestros políticos y gobernantes es la mejor posible. Sin tener en cuenta la calidad y preparación de los elegidos, y dando el mismo papel a los populistas, a los antisistema, a los independentismos irredentos y a los fuera de toda norma, que a los miembros razonables, equilibrados y responsables de nuestras sociedades. Es ”el error de las ideologías falsamente progresistas”

6.- El predominio de lo económico en la sociedad y la supervaloración del PIB y su incorrecta medida. Sin hacer sitio en nuestras sociedades para otros indicadores y otras medidas. Es “el error economicista o error de medida”.

7.- No hay dos economías, la productiva y la financiera. Las dos, en todo caso, son las dos caras de una misma moneda. Sin caer en la cuenta que no es cierto y que las ecuaciones de Irving Fisher, que siguen explicando el movimiento del dinero en una economía, están profundamente desfasadas. Es «el error de la rigidez e inmovilidad de las leyes económicas».

8.- El papel excesivo del capital en nuestro mundo, al que se ha llegado, por la simple acumulación de capital a lo largo de muchos años de capitalismo, la aparición de un capitalismo popular impresionante, del que muchas personas corrientes participan, la fuerte concentración de capital en manos de unos pocos y el papel creciente de los fondos de inversión y de las gestoras de fondos. Es “el error de la financiarización”.

Hipercapitalismo

Ese último término, financiarización, es el que se utiliza para referirse al capitalismo financiero creado en los últimos años, en el que no solo existe mucho capital acumulado en fondos de inversión y gestoras de fondos, sino mucho apalancamiento (gasto e inversión apoyado en el endeudamiento), y, por tanto, mucha especulación. Así como unos mercados financieros acaparadores de más capital del dedicado a los mercados de bienes y servicios.

A esa situación y a esa fuerza del capital especulativo vigente en muchos países desarrollados, y a sus consecuencias negativas en términos económicos, difíciles de manejar, generadoras de conflictos, de radicalismos, populismos e ingobernabilidad, es a lo que algunos llaman Hipercapitalismo. Se trata de un término de procedencia marxista, ideología extrema todavía coleteando en nuestras sociedades, aunque en lo relativo a ideas y al uso práctico de las mismas, sea una rama seca del frondoso árbol de las interpretaciones y conceptualizaciones de lo que somos y hacemos los hombres.

A pesar de ello y de que por lo más lejano del mundo, yo tenga nada que ver con esas huestes, sectarias y trasnochadas, lo utilizaremos en lo que sigue para unirlo a la economía financiera y buscar su revisión y mejora, por el bien de todos.

Hipercapitalismo en lo que sigue, por tanto, es utilizado en relación con la Economía Financiera, o sociedad fuertemente “financiarizada” de nuestros días. Algunos lo unen también a la economía digital de nuestra época y a los grandes monopolios de las plataformas de información y conocimiento. (Ver Albino Prada Blanco)

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

Comentarios

  1. Francisco Pérez Responder

    Excelente análisis, como siempre, Adolfo.

    De acuerdo completamente contigo en que: «El libre mercado es imprescindible, y cuantas veces la humanidad comenzara su andadura de nuevo en este planeta, otras tantas se seguiría el mismo camino en cuanto a la producción de bienes y servicios, su distribución y su consumo».

    Incluso en esto que indicas: «No es posible, en mi opinión, encontrar una forma alternativa de organizarnos, que a la vez sea lo más automática posible, es decir, promotora de un mundo funcionando solo».

    Sin embargo, así como también pienso yo que no es posible encontrar una alternativa a esta manera de organizarnos en relación al libre mercado (y la economía capitalista …), sí es posible complementar este capitalismo del que tan magistralmente nos ilustras con otro capitalismo de raíz intrínsecamente «solidaria» con el que también podemos aprender a convivir (de hecho lo llevamos ya haciendo desde hace sesenta años).

    Y aunque parezca una contradicción, te animo a la lectura de esta maravillosa obra titulada «Capitalismo Solidario», cuyo autor Rich Devos nos ilustra con (y cito textualmente de: https://www.casadellibro.com/ebook-capitalismo-solidario-ebook/9781607384748/9662428): «Un profundo análisis de las raíces históricas y filosóficas del capitalismo moderno plantea la necesidad de volver a los fundamentos morales de esta doctrina, si se pretende establecer un equilibrio entre los intereses de las empresas, los trabajadores, los clientes y el medio ambiente en que respiramos y vivimos».

    Un abrazo.
    Paco

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