El fin de la Historia y el no cumplimiento de sus predicciones.

Uno de los grandes problemas actuales en el mundo es la aparición de nuevo de fuertes divergencias en cuanto a cómo organizarnos y vivir juntos en sociedad. El cambiar radicalmente lo existente, que es imperfecto, y sustituirlo por un nuevo orden, del que no sabemos sus resultados, está de nuevo en las mentes de la gentes, sobre todo en las de los más jóvenes y en las de los menos preparados. Es muy probable que tal fenómeno sea producto de la severa crisis de los últimos años, de las consecuencias negativas para muchas personas que tal crisis ha traído consigo y de  procesos inaceptables como la corrupción, la desigualdad excesiva, la ineficacia política y otros, que se han producido en los últimos tiempos con más severidad que en otras épocas. Nos referimos en este post a esas circunstancias recordando en primer lugar el conocido trabajo de Fukuyama, El fin de la Historia y el último hombre. 
vanessa hudgens yellow dressMuchas de las publicaciones mencionadas, sobre todo las del primer grupo, son críticas con el capitalismo y con la organización socio-económica, política e institucional de nuestro mundo, incluyendo dimensiones tan enraizadas entre nosotros como la democracia liberal, el mecanismo de libre mercado y el sistema de justicia e instituciones como la banca, los órganos reguladores o los partidos políticos. Son varias de ellas ideológicas en su planteamiento y radicales en su forma, y otras, las menos, reformistas o simplemente orientadas a sugerir cambios en las políticas económicas actuales.

Las primeras, es decir las de corte antisistema, sorprenden un poco ya que con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la desaparición de la Unión Soviética en 1991, surgió un movimiento mundial muy amplio, como bien sabemos, promotor de la creencia de que habíamos superado en el mundo los enfrentamientos ideológicos y los sistemas alternativos de organizarnos y vivir en sociedad. Como todo el mundo sabe muy bien, y no pretendo en absoluto volver a estos temas ya ampliamente discutidos, Francis Fukuyama (1992) con su libro El fin de la Historia y el último hombre, fue el que más oportuna y extensamente habló del final de la Historia, interpretada ésta, como lucha de clases, enfrentamiento de ideologías, oposición a la propiedad privada o alternativas radicales al capitalismo. La Guerra Fría de la que procedíamos se había terminado y la democracia liberal se había impuesto como solución para el mundo. A partir de ese momento, se suponía, todos tendríamos que dedicarnos a resolver los problemas comunes y el pragmatismo se extendería como fórmula para vivir juntos.

Durante unos años parecía, en efecto, que se había producido cierta convergencia en el mundo, tanto en interpretaciones económicas, sociales y políticas, como en políticas de actuación y en medidas sociales y económicas. Se produjo una cierta estabilidad económica y el crecimiento mundial se mantuvo elevado durante varios años. La última década del siglo pasado y los primeros años de la primera del presente fueron años de cierta estabilidad con ciclos moderados y recesiones localizadas que pudieron ser controladas con facilidad. En el año 2001, por ejemplo, se produjo la llamada burbuja “punto.com” la cual se venía gestando desde 1997 y fue producto de la especulación financiera surgida alrededor de las primeras empresas de Internet. La crisis subsiguiente se resolvió con cierta facilidad y rapidez y los años posteriores, principalmente desde el 2003 al 2007, fueron años de elevado crecimiento mundial.  Muchos economistas anunciaron, incluso, el fin de los ciclos económicos y se tuvo la impresión durante algún tiempo de que las políticas económicas estándar, monetarias y fiscales, resultaban válidas para estabilizar la economía mundial y mantener alto el crecimiento.

Convergíamos, efectivamente, tanto entre países en los que se observaba el llamado procesos de catch up en lo relativo a renta per cápita, como dentro de zonas económicas como la Unión Europea o la OCDE, y dentro de países concretos en términos de distribución de la renta o en términos de desigualdad. La situación, sin embargo, ha cambiado de forma considerable con la crisis.

En cuanto a lo primero es cierto que los años 2005 a 2010 fuero espectaculares en acercamiento de los países emergentes al nivel de los Estados Unidos, pero después de tal acercamiento el proceso se ha detenido y las previsiones sobre la convergencia de las economías emergentes con los países más desarrollados son ahora de plazos mucho más largos. Hay alta volatilidad en esta cuestión dependiendo muy directamente, como es lógico, de las crisis y de los vuelcos del crecimiento de una zona a otra del mundo.

En lo relativo a la desigualdad, tema sobre el que el libro de Thomas Piketty (2013) ya mencionado, ha desencadenado un debate mundial, la situación, incluidos los países desarrollados, se ha deteriorado enormemente. En estos últimos países el índice de Gini ha aumentado, aunque ligeramente, en el periodo 2007-2011, para el que hay cifras oficiales. El crecimiento puede ser mayor hasta el 2014.  Otros índices como el que mide la distribución de la renta entre el 10 % más rico y el resto y el Ratio Palma, se han deteriorado de forma más destacada.

En los Estados Unidos, el 1% de la población recibe más del 20 % de los ingresos. Porcentaje que se ha más que duplicado en los últimos 35 años. La proporción es mucho mayor, por otra parte, para el 0,1 % de la población

El sueldo de los altos directivos, cuestión sobre la que pone mucho énfasis, el Premio Nobel Paul Krugman (artículo de 2014), aumentó un 876 % entre 1987 y 2012.

Si a ello se añade la aparición reciente de populismos, movimientos antisistema, vuelta a ideologías antiguas, guerras y conflictos mundiales, emigraciones, terrorismos y grandes divergencias en cuanto a la forma de organizarnos para vivir, habría que concluir que el “Final de la Historia” no fue en su momento una buena interpretación de lo que iba a ocurrir en el mundo.

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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