Explicaciones adicionales sobre el alto y permanente desempleo español

Explicaciones adicionales. Entramos ahora en algunas explicaciones adicionales sobre el alto desempleo español aportadas por economistas profesionales. Buscamos, como se ha dicho en posts anteriores, las causas más importantes del desempleo y las actuaciones sobre ellas que se puedan adoptar. Comenzamos haciendo referencia a la difícil situación actual motivada por la pandemia y al deterioro grave del bien común que se está produciendo en nuestro país y en otros muchos. En lo relativo a España identificamos deficiencias estructurales relacionadas con un reducido y poco complejo sistema productivo y con una población activa superior a la que el país puede utilizar. Se cita un notable economista español especializado en países en vías de desarrollo que recomienda actuaciones como, fijar objetivos de crecimiento, planificar la economía y utilizar instrumentos como la política industrial de otras épocas.

(Imagen de arriba, Sintra, Portugal)

Vivimos unas circunstancias muy desfavorables

Antes de seguir con nuestras consideraciones sobre el alto desempleo español conviene afianzar los pies en la tierra y no olvidar lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. A algunos se nos encoge el corazón ante la pobreza absoluta en la que se encuentran muchas personas tras el paso destructivo de la pandemia por nuestras vidas y nuestra economía.

Destrucción presumiblemente mayor en los próximos meses, pues un decrecimiento del PIB de entre el 11 y el 12 % como el que se prevé para este año, junto a unas tasas mínimas de desempleo situadas entre el 17 y 19 %, un déficit público superior al 14 % y una deuda pública situada en el 120 %, no auguran nada bueno.

Y mucho más con un Gobierno y un Parlamento hipotecados, con acuerdos políticos sin sentido y con una desconexión total de la vida diaria de la población y de sus problemas. Aparte, de un partido minoritario en el gobierno que actúa como mayoritario, imponiendo, o queriendo imponer, su propio modelo de sociedad.

La gente está sufriendo profundamente y el bien común, como es lógico, se deteriora a diario sin remedio. La punta del iceberg que nos llega por la televisión y las noticias en relación con, el cada vez más elevado número de los sin techo, los crecientes porcentajes de pobreza, los jóvenes matrimonios con hijos, empleados hasta ayer, que no tienen ningún ingreso hoy, los que a diario viven de los bancos de alimentos y de los comedores sociales, los nuevos pobres procedentes de las clases medias, los jóvenes sin expectativas, y muchos fenómenos más, nos llenan de desasosiego y nos hacen ser escépticos sobre nuestras reflexiones e investigaciones. ¿Qué más da que el alto desempleo español se deba a unas causas u otras cuando la gente sufre hambre, indigencia y desesperación?

Tragedias que nos hacen perder el ritmo de nuestras vidas

Por no hablar, claro, de la inmigración y sus tragedias diarias. Como el joven graduado universitario marroquí sin trabajo y sin expectativas, pero lleno de ilusiones y proyectos, que se embarca en una patera la cual naufraga al poco de zarpar. Cinco días tardó el mar en devolver su cadáver a padres y hermanos que esperaban en la orilla. Se nos corta la respiración al ver su historia en la televisión. Y es solo una de las muchas que se producen a diario.

O, los niños que al parecer mueren a diario en mayor número que los soldados en los pasmosos conflictos del Yemen. Las bombas asesinas de Afghanistan, las 5.600 víctimas de la guerra corta en Nagorno Karabaj, los conflictos en Etiopía y miles de calamidades más.

Las cosas de las que nos ocupábamos hasta hace poco tiempo han perdido sentido con la pandemia y con la desolación que se extiende por el mundo. El suelo mismo se mueve bajo nuestros pies y no sabemos muy bien si debemos seguir caminando, sentarnos en el camino a esperar que todo pase o salir corriendo a ayudar a cualquier necesitado que encontremos en esas calles de Dios.

Y eso, prestando atención a los elementos de nuestro mundo que parecen depender de nosotros mismos, pues si nos fijamos en lo que no dependen de nosotros, como la pandemia en sí y los queridos hermanos de cualquier tipo que se nos van a diario a causa de ella, el desconcierto empieza a ser insuperable.

Una y otra vez nos decimos que no sabemos adónde vamos ni lo que pasará con nosotros, y una y otra vez nos confirmamos en la necesidad de seguir navegando.

Un tejido económico reducido y poco complejo

Aunque nuestra propia voz nos suene cascada o resquebrajada, debemos continuar con las reflexiones iniciadas. Es decir, y por el momento, buscando las causas del alto y permanente desempleo español.

Pero, para estudiar, reflexionar o conjeturar sobre crecimiento, desempleo o desigualdad, es decir, sobre todo lo que tiene que ver con cómo nos organizamos y vivimos en sociedad, hay que tener paz de espíritu y las cosas deben funcionar más o menos bien. Y para esto último, la no existencia de desempleo es primordial.

La pandemia, por cierto, nos está dando pistas y puede además ser utilizada como instrumento para la actuación y la adaptación en el esperado mundo post Covid 19.

Sabemos ya algo importante: el impacto económico de la pandemia, especialmente en cuanto al desempleo, va a ser mayor en nuestro país que en otros países europeos, algo ya comprobado en la crisis de 2008/2009 y en otras crisis.

Es un fenómeno similar pero inverso a lo que suele ocurrir en las recuperaciones económicas. También entonces un alto porcentaje del crecimiento repercute de forma considerable en el mayor empleo español. La volatilidad del crecimiento y del empleo es muy elevada entre nosotros.

Son hechos que apuntan a la existencia de un tejido económico poco complejo y a un sector industrial reducido y no sofisticado, así como un exceso de población activa. Somos una economía del turismo, de empresas pequeñas y orientadas al consumo inmediato y cercano. Más de tres millones de microempresas y más de un millón y medio de autónomos muestran lo que en realidad somos.

Al mismo tiempo, y por razones diversas, hemos atraído en determinadas épocas a fuertes oleadas de inmigrantes. En tiempos recientes ha habido dos grandes booms inmobiliarios, el de 1986 a 1992, bajo el gobierno de Felipe González (nacido en 1942), y el de 1997 a primeros de 2008, bajo el gobierno de José María Aznar (nacido en 1953) y primera legislatura de Rodríguez Zapatero (nacido en 1960). Durante el segundo, se supone que se recibieron más de cinco millones de trabajadores procedentes de Marruecos, países europeos como Rumanía y países hermanos de Latinoamérica.

Características estructurales de un país en vías de desarrollo

El número de empresas grandes y medianas que aportan puestos de trabajo en cantidades elevadas, por otra parte, es reducido en comparación con otros países desarrollados.  

La situación en definitiva es una curva de la frontera de las posibilidades de producción más cercana al origen de coordenadas de lo necesario y una población activa superior a la que el país puede absorber.

Con la particularidad de que en términos relativos España no hace otra cosa que perder posiciones a nivel mundial. Ocupamos hoy el lugar décimo tercero del mundo por volumen del PIB y el trigésimo primero o trigésimo segundo por PIB per cápita.

Estamos en este último indicador bastante por debajo de la media europea, quedando muy atrás el tiempo en el que el país y sus políticos anunciaban la convergencia rápida con los países de la UE. Lo hicimos durante unos años pero algo cambió nuestro ritmo, incluyendo los demonios internos del país, los malos gobernantes, las ideologías perversas y la no adaptación de la sociedad a los tiempos que vivimos y a las revoluciones que se nos vienen encima.

Es posible, entonces, que tengamos que pensar todos en la forma de actuar típica de un país en vías de desarrollo, es decir, volver a utilizar objetivos de crecimiento, planificación nacional, política industrial y otro tipo de herramientas. Quizá dejarlo todo al mecanismo de mercado y a lo que a las empresas les interese a corto plazo, sin más, no sea la mejor solución.

Es lo que afirma un gran economista español, Jesús Felipe Tablado, amigo, colega y antiguo alumno del que esto escribe, que lleva gran parte de su vida profesional trabajando en el Banco de Desarrollo Asiático. Sus libros, artículos y conferencias, como la dada virtualmente la semana pasada en uno de los ciclos de la gran asociación española Fundación FIDE, sugieren y recomiendan actuaciones típicas de países en vías de desarrollo. Hablaremos de él y de su obra en el próximo post.

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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