Electricidad, telegrafía y teléfono

La comunicación a distancia ha sido desde muy antiguo un deseo de la humanidad. Su momento definitivo llegó en el siglo XIX con la electricidad y los primeros sistemas de telégrafo y de teléfono, pero antes de ellos surgió en Francia una forma óptica de comunicación a distancia que duraría poco tiempo. Se trató del «telégrafo óptico» al cual se ha hecho referencia detallada ya en este blog. Volvemos a hablar de dicho sistema sólo como introducción a las explicaciones que daremos de los primeros tiempos del telégrafo eléctrico y del teléfono.

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Torre de telégrafo óptico

Pero volviendo de nuevo a nuestra revisión de los acontecimientos tecnológicos históricos, y siguiendo con el siglo XIX y con la electricidad y el electromagnetismo, nos detenemos ahora de forma muy breve en el desarrollo del telégrafo y del teléfono. Lo primero a resaltar en relación con ello es que la comunicación a distancia entre personas fue la primera gran aplicación de la electricidad en el siglo XIX, hablando sobre todo en sentido de uso masivo y generalizado. El telégrafo fue la primera gran  aplicación, y por lo que se refiere a los Estados Unidos, país en el que dadas sus características prendió y se desarrolló con fuerza, constituyó un éxito sin precedentes y fue una revolución en sí mismo.

Quizás todo venga precedido del lanzamiento en la Francia de la revolución de 1789 del bien conocido “telégrafo óptico” de la mano de Claude Chappe (1763 – 1805)  y sus cuatro hermanos, en especial,  Ignace Chappe (17601829). Antes, por supuesto, y desde los tiempos más antiguos, los hombres sintieron la necesidad de comunicarse a distancia y utilizaron los procedimientos más diversos, desde el fuego de grandes hogueras, las ahumadas y otros.  Pero la verdad, y tal como ha sido indicado por diversos autores, es que en los primeros tiempos de Napoleón se tardaba en recibir un mensaje entre Roma y París casi el mismo tiempo que se tardaba en tiempos de los romanos.

Por eso fue tan decisiva la labor de Claude Chappe y sus hermanos, los cuales ya en 1792 transmitieron mensajes con éxito entre París y Lille. En 1794 y en otros años posteriores se transmitieron en Francia noticias de mucho interés a través de largas distancias y se sabe que Napoleón (muy aficionado y orientado a la ciencia y a la tecnología y muy buen matemático) utilizó el nuevo sistema de comunicación entre personas en el control de sus ejércitos y en la creación de su imperio.

Pronto hubo en Francia 5.000 kilómetros de líneas telegráficas (se inventó incluso entonces el sonoro nombre de “telégrafo”) y muy pronto también, la nueva tecnología se difundió por los diversos países europeos, incluyendo el nuestro.

No es el momento de describir con detalle este nuevo, para su época, y pionero, desde luego, sistema de comunicación, pero debemos sólo recordar que se basaba en una red de torres construidas en colinas o puntos elevados del terreno situadas a distancias unas de otras de entre 12 y 25 kilómetros. En la parte más alta de cada torre había un sistema mecánico de brazos articulados que combinando sus posicionamientos permitía cerca de 200 códigos elementales. En cada torre había catalejos orientados a la anterior y a la posterior y por lo que se puede leer en libros de historia de las telecomunicaciones cada una tenía una dotación de tres a cuatro personas. Por la noche el sistema no funcionaba aunque se intentó la colocación faroles en las torres. Tenía dificultades, asimismo, con la lluvia, la niebla y otros fenómenos atmosféricos.

En España, y de la mano de un gran ingeniero y militar canario, Agustín de Betancourt (1758 –1824), se comenzó a estudiar proyectos de líneas de telégrafo óptico en 1794 y se estuvo tendiendo una extensa red nacional hasta 1857.

La telegrafía óptica fue una tecnología de vida muy corta ya que en Francia, por ejemplo, en 1846, el gobierno decidió adoptar el telégrafo eléctrico de forma generalizada y como infraestructura pública. Antes, en 1824, Ignace Chappe (Claude se suicidó en 1805) había intentado la introducción de un servicio privado de mensajería (cobrando por el uso como ocurre hoy) que no prosperó.

El telégrafo eléctrico propiamente dicho, incluida la primera línea de transmisión de mensajes entre dos puntos, pasa por ser un invento inglés, aunque en diversos países hubo inventores alternativos y patentes de distinta naturaleza. De hecho, los dos “inventores” más conocidos, William Cooke (1806 – 1879), en Inglaterra y Samuel Morse (1791 – 1872), en los Estados Unidos, solicitaron sendas patentes en el mismo año: 1837.  Científicos diversos interesados en la electricidad y el electromagnetismo, en Alemania y en otros países, habían llevado a cabo intentos variados para establecer la comunicación a distancia utilizando estas nuevas tecnologías. Se ha mencionado en diversas publicaciones que los destacados científicos alemanes Wilhelm Weber (1804 – 1891) y Carl Friedrich Gauss (1777 – 1855) habían instalado hacia 1833, en el Laboratorio de Física de la Universidad de Gontinga, un telégrafo eléctrico que conectaba dicho laboratorio con el observatorio astronómico de la ciudad a través de unos 1200 de línea eléctrica que iba por los tejados de la ciudad.

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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