El sistema de economía mixta es la base de la organización y funcionamiento de una mayoría de países en la actualidad. Unido a él está la democracia representativa, también muy generalizada en nuestro mundo, el capitalismo propiamente dicho y la llamada sociedad del bienestar. En este post seguimos indicando algunas características de tal sistema.
La economía mixta
El sistema de economía mixta se define hoy como mezcla de mercado libre y de economía planificada y como coexistencia de la propiedad privada del capitalismo con la propiedad comunitaria del socialismo, aunque no creo que la interpretación de Samuelson , al que hemos mencionado en el post anterior, sea tan ideológica. Este autor, de

hecho, interpreta las cosas más tranquilamente. En la propia Internet se puede encontrar la siguiente frase extraída de la última edición de su famoso libro:
“Para nuestra sorpresa, esta 19a edición podría resultar una de las revisiones más importantes. La llamamos la edición centrista (énfasis en el original). Proclama el valor de la economía mixta – una economía que combina la dura disciplina del mercado con la justicia del control gubernamental equitativo-…. Habiendo estudiado el terreno, esta es nuestra conclusión. La historia económica confirma que ni el capitalismo sin regulación ni una economía centralizada sobre regulada pueden organizar efectivamente la sociedad moderna”
Es decir, que no hay ninguna referencia a izquierdas ni derechas ni a socialismos y capitalismos como armas arrojadizas, lenguaje que tanto nos gusta emplear todavía en España y en Europa.
Lo que yo he visto en los economistas americanos y en otros buenos economistas de cualquier parte del mundo es que cuando hablan de economía, como ciencia social, les preocupa el bien de todos y, sobre todo, el crecimiento, el desarrollo, el empleo, la eficiencia, el equilibrio, la iniciativa, la innovación y el emprendimiento. Los neoliberales serios son gente que cree de verdad en que el liberalismo es lo mejor para todos y lo mismo pasa con los keynesianos serios. No son ideologías a priori lo que los guía sino el famoso tema de la “eficiencia”, sin el cual no podemos hacer nada en nuestro mundo.
Eficiencia y equilibrio
Tan importante como esa cuestión de la eficiencia sabemos que son otras como la ética, la justicia social, el bienestar, el cuidado del medio ambiente, la atención a las clases pasivas, a los desempleados y a los más débiles y muchas cosas más, pero, como digo, no hay economista serio que se olvide hoy de ellas. Los neoliberales pueden creer que todo eso se consigue mejor con el libre mercado, y los más keynesianos que es la regulación y el poder distribuidor del Estado el que mejor puede conseguirlo, pero un economista profesional no hará sangre de ello y se adaptará perfectamente a la complementariedad de los sectores públicos y privados y a la leyes del mercado compatibles con las actuaciones de los gobiernos.
A estas alturas de la historia mundial pensamos que la eficiencia es algo “sine qua non” y el equilibrio de todo tipo más de lo mismo. No podemos vivir en un mundo sin equilibrio, o lo que es lo mismo, con desigualdades inaceptables. Lo sabemos muy bien, los aspectos económicos, los políticos y los sociales deben ir juntos y solucionarse a la vez. Fíjense que hablo de equilibrio y no de igualdad, una palabra, esta última, capciosa y tautológica.
El equilibrio es un concepto más amplio. Dentro de él cabe la desigualdad siempre que no sea excesiva, los déficits públicos y de las balanza de pagos, siempre que no sean exagerados, la deuda pública y la de las familias, siempre que no sean insoportables, y los subsidios y transferencias de los estados, siempre que estén hechos con orden y concierto y no sean fuente de corrupción e ineficiencia. Y, por supuesto, la propiedad privada y la pública, siempre que cumplan cada una con su misión.
La economía liberal
Cabría hablar adicionalmente de cómo en los años 70 comenzaron a fallar las recetas keynesianas, y de cómo, venciendo el recelo del olor a azufre del que se había rodeado a los economistas de la Escuela de Economía de Chicago, leímos y estudiamos a Milton Friedman (1912-2006) y a sus colegas y nos parecieron unos economistas muy notables con propuestas muy razonables. Incluso la terrible frase de Friedman, “no hay almuerzo gratis para nadie”, estaba llena de sentido, entre otras cosas porque ya había sido escrita por San Pablo en su segunda epístola a los Tesalonicenses: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”.
Hablaríamos también de George Stigler (1911-1991), uno de los mejores economistas de la historia, además de un gran escritor. De Ronald Coase (1910-2013), que escribió artículos geniales, como “The Nature of the Firm” y “The Problem of Social Cost”, que han valido por sí solos un Premio Nobel. Y, en fin, de James M. Buchanan (1919.2013), Gary Becker (nacido en 1930), Robert Lucas (nacido en 1937), Kenneth Arrow (1921-1917) y algún otro, que ganaron el Nobel con sus explicaciones liberales de la economía.
Indicaríamos, con más tiempo, cómo nos gustaron y nos convencieron las ideas del neoliberalismo que daban importancia de nuevo a la microeconomía justo en una época en la que se había agotado el mundo de las magnitudes agregadas y de la macroeconomía en el que triunfó el keynesianismo. Nos pareció razonable poner énfasis de nuevo en la tecnología, en el empresario-emprendedor, en la empresa y en el mercado como motor del mundo. Y no sólo nos gustó a nosotros sino a mucha gente, tal como puede verse por el gran número de premios Nobel que se otorgaron a finales de la década de los 70, de los 80 y principios de los 90, a economistas de la Escuela de Chicago.
Revisión del pensamiento económico, social y político
Con las crisis suelen venir las revisiones del pensamiento económico, al igual, por cierto, que revisiones del pensamiento social y político. Dicho de una manera general las crisis vuelven a poner de actualidad la reflexión sobre la filosofía política, es decir, sobre todo lo relacionado con el gobierno, la política, la libertad, la igualdad, la justicia, la propiedad, los derechos de las gentes, los valores defendidos por una sociedad y el ejercicio de la autoridad.
Más adelante en esta serie de posts dedicada al bien común entraremos en esa materia, la Filosofía Política, pues nuestro tema central está al final fuertemente relacionado con la forma de organizarnos para vivir en sociedad y con las concepciones compartidas mayoritariamente por todos.
Pero siguiendo con la crisis de 2007/2008, y hablando en términos económicos estrictos, ante ella se nos agotó de nuevo el invento conceptual y ni lo liberal ni lo keynesiano funcionaron entonces. Al hilo de dicha crisis surgieron las llamadas sin fundamento al keynesianismo clásico y, lo que es peor, el recuerdo de la Escuela Austriaca y otras corrientes de pensamiento económico, quizás no erróneas, pero sí trasnochadas y fundamentalistas.
Tema que nos llevaría a la permanencia de los ciclos económicos, tantas veces teóricamente eliminados pero que resucitan con gran vitalidad, produciendo siempre crisis profundas. Fenómeno al que parece llevarnos la economía financiera actual y el papel excesivo del capital, con su generación continua de beneficios especulativos y su creación, sin aparente solución, de burbujas financieras.
Economistas con orientaciones más sociales
Habría que mencionar también a otros economistas más jóvenes, alguno de ellos premios Nobel igualmente, como Joseph Stiglitz (nacido en 1943), Paul Krugman (nacido en 1953), keynesianos de pro, y a otros, para mi gusto más razonables, como Jeffrey Sachs (nacido en 1954) y Amartya Sen (nacido en 1933), estos dos últimos de corte institucionalista.
Sachs y Sen no discuten la realidad de la economía mixta y el segundo en concreto ha dejado dicho, como también se puede ver en Internet, lo siguiente:
“No hay ninguna economía en el mundo que no sea una economía mixta. En USA hay muchas instituciones («establishments» en el original) controladas por el gobierno, mientras en muchos países socialistas se está permitiendo la propiedad privada sobre la tierra. La cuestión es qué tipo de equilibrio existe y cuál es el papel del gobierno y del sector privado”
Como apostilla se me ocurre indicar que si los economistas austriacos, con Ludwig von Mises (1981-1973) a la cabeza, consideran que nuestra economía y nuestro sistema capitalista es un fenómeno espontáneo que se produciría igualmente mil veces que comenzáramos la historia de la humanidad, no sé por qué sus seguidores no están de acuerdo con que la economía mixta sea también algo espontáneo y natural a aceptar.