Del idealismo y de la metafísica. Sin pretenderlo inicialmente hemos entrado en temas muy importantes para el hombre y la humanidad. Nada menos que el destino del propio hombre, el sentido de nuestras vidas y lo que hacemos en este mundo imperfecto y difícil. Así como, más específicamente, los fenómenos de la consciencia, el espíritu y la verdadera inteligencia humana. Nos ha llevado a ello, no la teoría de la evolución convencional de Darwin, sino la visión más compleja y completa de Teilhard de Chardin. Un autor, este último, muy criticado desde la exposición pública de sus ideas a mediados del siglo pasado, pero que el tiempo está revalorizando con el nuevo interés de los filósofos y los propios científicos por el mundo de lo intangible, tanto en el interior de la materia como el cosmos lejano y en la propia mente de los humanos. Da la impresión de que eso es lo que hizo Teilhard y tomándolo como referencia sugerimos algunas hipótesis nuevas, incluyendo la atención a la Información y a la semántica del Universo.
(Imagen de arriba: macizo de montserrat, españa)
El destino del hombre
En los posts anteriores hemos visto cómo a lo largo del tiempo los hombres hemos perfeccionado nuestra interpretación de la evolución de la especie humana y de otras especies y formas de vida, completando la visión puramente material y física de Darwin con la visión algo más completa de Teilhard de Chardin en la que se incluye un posible papel de la consciencia y el espíritu humanos y la existencia de un destino para la humanidad.

Un siglo exactamente transcurrió entre la publicación de los dos libros básicos de estos autores: El origen de las especies, del primero, vio la luz en 1859 y el Fenómeno humano, del segundo, fue publicado en 1955, el mimo año, y justo después, de la muerte de su autor.
No debemos olvidar, desde luego, que no tiene comparación alguna el lugar que ocupa en el mundo la teoría de la evolución de Darwin con el que ocupan las propuestas de Teilhard. De hecho, hay muchos más seguidores de Darwin que de Teilhard y la evolución darwiniana está bien asentada en la cultura mundial. No lo están tanto las ideas de Teilhard en un mundo en el que la gente se declara o se siente materialista y atea.
Ocurre, además, que grandes partidarios de la teoría de la evolución de Darwin rechazan de plano cualquier destino para nuestro mundo. El gran biólogo y bioquímico francés, Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1965, Jacques Monod (1910-1976), por ejemplo, en su famoso libro de 1970, El Azar y la Necesidad, fue uno de los que anunciaron la aparición de la vida y del hombre como un proceso fortuito e increíblemente improbable. Dijo este autor, que el hombre mismo no tenía ningún sentido ni su destino estaba escrito en ninguna parte, difundiendo además la idea de un Universo absolutamente material e insensible. Es probable que no haya habido nunca un discurso más nihilista ni más negativo y recuerdo claramente todavía la desolación que yo personalmente sentí cuando lo leí siendo un joven profesional creyente y practicante.
El ateísmo militante
Pero, como digo, no ha sido él solo. Un paleontólogo más reciente, geólogo, biólogo evolutivo, historiador de la ciencia y gran divulgador, como Stephen Jay Gould (1941-2002), insistió en que “la evolución no tiene ninguna tendencia inherente al progreso a largo plazo” y que no es la complejificación la que la guía, sino la diversificación aleatoria sin ningún destino ni objetivo. Gould fue un hombre de gran atractivo público, muy leído y muy seguido, el cual, para empezar, defendió la religiosidad y la Fe de muchas personas. Dijo que no había nada en contra de las creencias religiosas en la ciencia, pero, eso sí, consideró que eran áreas de actividad y de reflexión radicalmente distintas. Fue en este sentido un claro “dualista”, lo cual nos sorprende mucho a algunos.
Por no volver a recordar los ya mencionados Dawkins, Dennett y muchos otros, ateos beligerantes con las creencias religiosas y activistas de la eliminación de la idea misma de Dios en nuestras sociedades.
Hay muchos autores, científicos en gran manera, por tanto, que no aceptan las interpretaciones de Teilhard y que las consideran excesivamente ligadas a una Fe religiosa concreta como es el cristianismo. Creen, por ejemplo, que es meter con calzador en la explicación de la evolución humana la idea del Dios personal, cuidadoso y cercano de los católicos y la existencia de una vida eterna tras la muerte. Monod, en particular, lo acusó de falta de rigurosidad y austeridad científica y consideró que se trataba de un esfuerzo sistemático para conciliar el mundo material con el espiritual, transigiendo para ello con lo que hiciera falta. Aunque, al mismo tiempo, reconoció la existencia de una “cierta grandeza poética” en el libro de Teilhard y admitió el sorprendente éxito que sus ideas habían tenido en la sociedad en general y en los medios científicos en particular.
Las ideas filosóficas del siglo XXI
Y es aquí donde se produce mi pequeña contribución al tema que tratamos. Creo que han transcurrido muchos años desde la formulación de la teoría de la evolución inicial y aunque ha seguido habiendo aportaciones al tema, el pensamiento del hombre ha evolucionado bastante en los últimos años. De la racionalidad absoluta de la Ilustración, del cientificismo y del materialismo que se generó en el siglo XVIII, se pasó, primero, al idealismo de Hegel (1770-1831), Schelling (1775-1854) y otros, ya en el XIX. En paralelo surgió el Romanticismo alemán, con Goethe (1749-1832) como figura destacada, y ya a mediados del siglo XIX, el irracionalismo de Schopenhauer (1788-1860), Nietzsche (1844-1900) y de Heidegger (1889-1976), este último bastante entrado el XX.
El irracionalismo filosófico se extendió a lo largo del siglo XX, movido en gran manera por lo filósofos franceses de esa época, tema al que el autor de este blog ha dedicado 12 artículos que están siendo publicados en la Web Fronteras CTR de la Universidad Pontificia Comillas.
Se terminan las doce entregas explicando el hecho de que con el siglo XX se acabó, en gran manera, dicho irracionalismo por lo que concierne a los filósofos, a la vez que sus ideas pasaban al conjunto de la sociedad y al hombre de la calle, en forma de relativismo moral, pensamiento débil, sociedad líquida y otras concepciones y actitudes.
En el último artículo de la serie nos preguntamos por cuáles serán las ideas de los filósofos en el siglo XXI, concluyendo que hay una cierta vuelta al idealismo y a la metafísica, con nuevas perspectivas y nuevas ideas, desde luego. No se trata de una vuelta sin más a tiempos pasados.
Una numerosa bibliografía sobre el espíritu y la consciencia
Para hablar de ello lo primero es mencionar la serie de libros actuales que reivindican la reflexión intelectual o espiritual y atacan de paso al materialismo y al reduccionismo científico. Por solo mencionar los que se acumulan en mi mesa de trabajo, listaría los siguientes: Los espejismos de la certeza, de Suri Hustvedt; A World Beyond Physics, de Stuart A- Kauffman; ¿Por qué el materialismo es un embuste?, de Bernardo Kastrup; The Case Against Reality, de Donald D. Hoffman; ¿Somos nuestro cerebro?, de Fernando Vidal y Francisco Ortega; Sentir y Saber, de Antonio Damasio; The Selff-Aware Universe, de Amit Goswami; La Ventana del Visionario, de Amit Goswami; La consciencia humana: Las bases biológicas, fisiológicas y culturales de la consciencia, de José Enrique Campillo; El enigma de la conciencia: Entre la razón, la intuición y el misterio, de Salvador Amigó; ¿Humanos o no?, de Camilo J. Cela Conde y Francisco J. Ayala; Materia, Universo y Vida, de Juan Arana; La conciencia inexplicada, de Juan Arana; La Información. Historia y Realidad, de James Gleick; Una historia natural de la humanidad: El apasionante recorrido de la vida hasta alcanzar nuestro cerebro consciente, de Joseph LeDoux,
O, en las estanterías cercanas, Consciencia, de Cristof Koch; The Feeling of Life Itself, de Christof Koch; The Origins and History of Conciousness, de Erich Neumann; Phi: A voyage from the Brain to the Soul, de Giulio Tononi; Conciousness Explained, de Daniel Dennet; The New Science of Consciousness: Exploring the Complexity of Brain, Mind and Self, de Paul Nunez; The Idea of the Brain, de Mattew Cobb; Something Deeply Hidden, de Sean Carroll; el algo más especial y esotérico, Guardianes del Cosmos, de Gary Lachman; así como el relativo a otras experiencias espirituales, Las venas del dragón: Confucianismo, taoísmo y budismo, de Chantal Maillard; o el más relacionado con la Información, From Matter to Life: Information and Causality, de Sara Imari Walker, Paul C. W. Davies y George F. R. Ellis, tema, este de la información, al que hemos dedicado un esfuerzo especial y sobre el que hay varios posts en este mismo blog.
Metafísica del materialismo
La mayoría de estos autores dan importancia al mundo del espíritu y la consciencia y algunos hablan de la “metafísica del materialismo”, haciendo referencia al hecho de que el interior profundo de la materia está tan alejado de la observación, la medida y el control, como el mundo intelectual. Como dice un amigo mío, “el mundo del interior del átomo y de las partículas elementales solo existe en la mente del hombre”.
La mecánica cuántica, contraintuitiva, ajena al mundo a “escala real” y que tanto le costó aceptar a Albert Einstein, es hoy un campo de reflexión que algunos consideran muy serio y muy científico. Es verdad que cada vez hay más aplicaciones basadas en lo cuántico en la vida diaria de las personas, pero los elementos que la componen, como el “colapso de la función de onda”, la “superposición”, la “coherencia/decoherencia” o el “entanglement”, son concepciones de la mente humana. Por no hablar de las partículas elementales o la teoría de las supercuerdas.
Todo comenzó, es cierto, por el estudio científico de la radiación de los cuerpos negros y por una especie de “truco” hecho por Max Planck a sí mismo, del que se avergonzó durante años: la introducción del concepto de “cuanto” en los procesos de transmisión de la energía.
Es decir, hemos aceptado la “metafísica de la materia” y no aceptamos la “metafísica del espíritu”. Mi propuesta es hacer algo parecido a lo que hemos hecho con la primera para el caso de la segunda. Y hacerlo, no con ecuaciones de Schrodinger o principios de indeterminación de Heisenberg, sino con nuevos conceptos de corte espiritual.
Me gustaría añadir que las grandes cuestiones a las que hacen referencia, Teilhard, desde luego, y varios de los autores mencionados, a la existencia de Dios, necesitan más evolución en el hombre, especialmente más evolución de su mente. Sencillamente no tenemos capacidad, todavía, para entender bien el mundo del espíritu y la consciencia. Lo cual no quiere decir que no opinemos y que no reflexionemos como si nuestra mente hubiera llegado al final de su evolución.
Importancia de la información y la semántica
Personalmente creo que desde donde nos deja la ciencia hasta Dios hay un espacio muy grande que lo hemos dejado completamente a la Fe. Considero que ese espacio se puede reducir, sin acudir a la «naturalización del espíritu”, en lo que yo no creo. Me adhiero más bien a la «espiritualización de materia» y para ello necesitamos una nueva forma de encararnos al espíritu que no sea científica pero tampoco fideista. Entre la ciencia y la Fe yo creo que nos falta algo nuevo a lo que yo llamo «espiriciencia», a la cual algunos llaman “la ciencia de la emergencia”, que no debe ser, por supuesto, una ciencia tradicional del espíritu.
Todo confirma la existencia de una realidad objetiva a nuestro alrededor, pero para conocerla el hombre tiene que imaginar y formular hipótesis en su mente. Así ha ocurrido siempre desde la aparición del homo sapiens, incluyendo en ese proceso no solo a las reflexiones filosóficas sino a la ciencia y a los conocimientos sobre la naturaleza. Nada se produce en el mundo científico sin las hipótesis mentales del hombre y sin la iteración entre este y la naturaleza.
Esto es puro Immanuel Kant (1724-1804) y otros filósofos, pero yo añado, como hipótesis, claro, que la consciencia, no es la capacidad de crear el mundo exterior, sino lo capacidad de recibir y asimilar la semántica, el significado o la consciencia existente en el mundo exterior. La mente y la inteligencia del hombre han evolucionado hasta conseguir captar la semántica externa y seguirán avanzando en esa dirección de una forma bastante cercana a lo que explicó Teilhard.
Pasos previos
Insisto en esto, no es solo recibir los impulsos electromagnéticos que permiten la visión de un árbol, esos también los recibe mi perro, es captar el significado del árbol que tenemos delante, como, por ejemplo, todo lo captado por Gerardo Diego ante el Ciprés de Silos expresado en su famoso poema. Yo creo que vi el Ciprés antes de leer el poema y también me llené de sentimientos y emociones. Estos últimos, junto con el sufrimiento, constituyen el principio de la consciencia,
Hay pasos previos necesarios para explicar el mundo de la consciencia, por ejemplo: a) darle más papel a la información y a la semántica de la naturaleza y del mundo exterior al hombre; b) incorporar la mecánica cuántica a las explicaciones que necesitamos; c) admitir (al menos como hipótesis) la existencia de una «consciencia cósmica»
Como simple hipótesis, pienso que, en la sopa primigenia del Universo, después del Big Bang, no solo había energía y materia, sino que había también información y consciencia.
El papel de la información ha sido investigado y utilizado muy a fondo por el físico, escritor y divulgador británico Paul Davies (nacido en 1946), hoy profesor en la Universidad Estatal de Arizona. Muchos de sus trabajos han sido glosados en este blog y pueden encontrarse los posts en los que están dichas glosas simplemente buscando por su nombre. Aparte de su conocido libro, Information and the Nature of Reality, editado junto con Niels Henrick Gregersen en 2010, ha publicado varios otros, uno de los últimos, mencionado anteriormente, es, From Matter to Life: Information and Causality, de 2017. Pudiendo ser el último, The Demon in the Machine: How Hidden Webs of Information Are Solving the Mystery of Life, de 2019, el cual estamos leyendo en la actualidad.
Una especulación bastante extrema
Dando un papel a la información con énfasis en la semántica, y en línea con las ideas de Davies, siempre he creído que Einstein (1879-1955) se quedó corto al formular su famosa ecuación:
E=mxc2 (Energía es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado).
Ya hace unos años especulé que en realidad hay, al menos, dos pasos más:
I = Exc4 (Información es igual a energía por la velocidad de la luz a la cuarta potencia). Hoy sabemos que detrás de la Energía está la información, o que la energía es en realidad información.
C = Ixc8 (Consciencia es igual a la información por la velocidad de la luz elevada a la octava potencia). Yo creo que la información es en realidad semántica (significado), es decir, consciencia.
Con lo que:
C = Ixc8 =Exc4xc8 = mxc2xc4xc8 = mxc14
C = mxc14 es la ecuación del Big Bang (Consciencia cósmica es igual a la masa por la velocidad de la luz elevada a la 14 potencia). Una magnitud tan impresionante que nos da idea de lo que debió ser aquel fenómeno, que transformó, en mi opinión y como simple especulación, la consciencia cósmica en materia.
La «consciencia cósmica», en la que yo creo, es en realidad la consciencia de Dios, ya que si por consciente entendemos algo interiorizado por alguien hay que buscar ese alguien. La consciencia no puede estar en el aire o en el espacio vacío, a menos que alguien «consciente» lo llene todo.
Otro día especularemos sobre la mecánica cuántica y sobre las posibilidades de conocer nuestro mundo más a fondo con el desarrollo de los ordenadores cuánticos.
Hurgar en estas cosas es salirse del reduccionismo de la ciencia. El materialismo no deja de ser una ideología, como en parte señala Bernard Kastrup en su libro, ¿Por qué el materialismo es un embuste?
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