El movimiento sindical

Revisamos muy someramente en el presente post el surgimiento del movimiento sindical en el siglo XIX. Destacamos las dificultades que tuvieron los trabajadores para organizarse y defender sus intereses, precisamente, bajo el liberalismo imperante en aquella época y bajo el capitalismo surgido con la Revolución Industrial. Obtenemos unas conclusiones no muy favorables al liberalismo, aunque, como tenemos dicho en este blog, lo hacemos desde dentro mismo del liberalismo, sistema del que somos partidarios.

Antes, nos hacemos eco de un editorial reciente de la revista semanal The Economist, y lo relacionamos con una conferencia impartida por el autor.

(Imagen de arriba tomada de la presentación con el mismo título de SlidePlayer: https://slideplayer.es/slide/1128463/)

Jornadas de Economía y Bien Común y editorial de The Economist

Para comprobar una vez más la realidad del mundo liberal creado en Inglaterra en el siglo XIX, he decidido hacer unos comentarios sobre los primeros intentos de los trabajadores de defender sus intereses y sobre la aparición del movimiento sindical.

Pero antes, aprovecho para recordar la conferencia impartida por mi parte el pasado día 20 de septiembre con el título, ¿Son pobreza y desigualdad fenómenos intrínsecos de nuestra sistema de funcionamiento?, dentro de las Jornadas Economía y Bien Común de la Universidad CEU San Pablo.

Hay una reseña de mi intervención en la Web, Alfa y Omega, que puede verse en el siguiente enlace:

http://www.alfayomega.es/163857/el-capitalismo-tiene-que-recuperar-la-etica-y-la-moral

Saco este tema a relucir, de nuevo en este blog, porque abordé en mi conferencia y en el paper preparado sobre ella, los problemas actuales y la necesidad de arreglos, del sistema liberal, del mecanismo de mercado y del capitalismo, creados por nosotros mismos y de los que dependemos.

Justo un día después, revisando el semanario The Economist (semana del 15 al 20), descubrí que trata en un largo editorial el mismo tema discutido por mi, de agotamiento del liberalismo. Lleva el nombre de, «A manifesto», y lo considero menos profundo que mi trabajo y menos completo, como corresponde desde luego a un editorial.

The Economist, defiende, igual que yo, el liberalismo, pero reconoce los problemas creados por su práctica en los últimos tiempos y la necesidad de arreglarlos. Considera al liberalismo como responsable del mundo moderno desarrollado y organizado y del nivel de vida alcanzado por muchos pobladores de este planeta, y siente profundamente las críticas actuales al liberalismo y a las democracias liberales. El mundo se está volviendo contra ellos.

Los errores del liberalismo

Menciona los hechos actuales relacionados con la falta de confianza en los políticos y en la democracia en general, con la falta de expectativas de los más jóvenes y la desconfianza en poder vivir en el futuro al menos como sus padres, con el resurgir de los populismos y radicalismos y con la xenofobia y el autoritarismo. Todos ellos ajenos a los ideales liberales.

Se detiene en revisar dichos ideales a los que el semanario se ha dedicado desde su fundación hace 175 años. Reclama su papel en la difusión y defensa de un verdadero liberalismo frente al liberalismo izquierdista del progresismo universitario americano y al ultraliberalismo del periodismo francés (¿?). A reclamar un esfuerzo generalizado para reconstruir los verdaderos valores liberales se dedica la última parte del “editorial-ensayo”.

Como es lógico, admite los errores del liberalismo de los últimos años, particularmente, el abandono del reformismo, su acomodo al lado de las élites que monopolizan el poder, su aceptación de las regulaciones y prebendas que pueblan nuestras sociedades, su aceptación de las finanzas trasgresoras y su participación en una globalización que no beneficia a todos por igual.

Las primeras asociaciones de trabajadores

Volviendo ahora al siglo XIX y en relación con el movimiento sindical, lo primero es resaltar el hecho de que el liberalismo de dicho siglo no era tan “puro” o “perfecto” como el defendido por The Economist. A pesar de los esfuerzos de los grandes pensadores ingleses de los siglos XVII, XVIII y XIX, estableciendo una filosofía política destinada a defenderse de los poderosos, potenciar el individualismo y la iniciativa personal y la libertad, la existencia todavía de reyes con poder absoluto, o casi, y de una sociedad estructurada en clases sociales inalterables, eran dimensiones de la sociedad defendidas por muchos. El mismo John Locke (1632-1704), padre del liberalismo clásico, no era partidario de que a las clases bajas se las instruyera intelectualmente.

El liberalismo del XIX y el capitalismo a que dio lugar, eran sistemas duros para las clases bajas. Los derechos no eran los mismos para todos y concepciones como la igualdad de oportunidades no habían hecho aparición en las mentes de los hombres ni en sus instituciones.

Lo demuestra el que en la Inglaterra de los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX, las asociaciones obreras fueron suprimidas de forma similar, y con leyes parecidas a las de Francia de 1791. Fueron perseguidas las agrupaciones obreras, incluidas las sociedades de ayuda mutua, las cuales venían de la tradición de los gremios artesanales de las épocas medievales.

El cartismo inglés

Basándose en el peligro de movimientos como el ludismo, activo de 1811 a 1816, de obreros destructores de nuevas máquinas en la industria textil de la que eliminaban numerosos puestos de trabajo, la defensa de la industrialización por parte de los dirigentes de la época hizo que los sindicatos, emergentes entonces, no fueran autorizados. No lo fueron ni las agrupaciones de ayuda mutua, como hemos dicho, ni las de clara resistencia y oposición al capitalismo.

Durante años existieron asociaciones obreras secretas y no dejaron de perseguirse hasta 1824, año en el que con el apoyo del activista social y reformista Francis Place (1771-1854), se derogaron. La historia muestra, sin embargo, que surgieron otras leyes y regulaciones en contra del movimiento obrero.

En Inglaterra fue muy importante el llamado “cartismo” (o Chartism), movimiento de origen obrero pero de carácter popular, que recogió el malestar de la población y las quejas contra la industrialización y contra las leyes relacionadas con las crisis económicas. Tuvo vigencia entre 1836 y 1848 y la llamada People’s Charter Carta del Pueblo) fue escrita de forma privada en junio de 1837 y enviada al parlamento del país al año siguiente.

Se incluían en ella una serie de demandas de carácter político como el sufragio universal masculino, que todavía no existía, la participación de obreros en el parlamento, el voto secreto, elecciones anuales y varias otras.

El sindicalismo se consolida

El movimiento no continuó activo después de 1848, año en el que, como hemos dicho en posts anteriores, apareció el Manifiesto del Partido Comunista, encargado a Marx y Engels por la Liga de los Comunistas. Era la culminación de un proceso de radicalismo revolucionario surgido en toda Europa en aquellas épocas. O también, el pistoletazo de salida de un movimiento obrero revolucionario que controlaría durante años el movimiento sindical mundial. Solo los sindicatos ingleses (Trade Unions) se mantuvieron siempre menos radicales y más interesados en las mejoras laborales que en las revoluciones.

En la segunda mitad del siglo XIX surgen los grandes países industrializados de Europa, como Inglaterra, Alemania, Francia y otros, y el movimiento sindical se va constituyendo en una necesidad colectiva tanto para obreros como para patronos. El sindicalismo se consolida entonces con la aparición de los sindicatos como instituciones defensoras de los intereses de los trabajadores ante los patrones y ante los gobiernos,  con instrumentos diversos para resolver los conflictos laborales, tales como la huelga, la negociación colectiva, el dialogo social, los convenios colectivos y otros.

Hoy, los sindicatos son instituciones sólidas y en general bien preparadas que desempeñan un importante papel social. Existe incluso la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que forma parte de las Naciones Unidas y es regida por los Estados, las asociaciones empresariales y por los sindicatos. Se ha generalizado en el mundo la libertad sindical y el sindicalismo está incluido en los derechos humanos que deben ser respetados en nuestras sociedades  y en sus declaraciones oficiales.

Evolución del movimiento sindical

No fue siempre así, como sabemos, ya que precisamente a partir del Manifiesto Comunista y del Marxismo, Anarquismo y otros movimientos radicales extendidos por el mundo a partir de la segunda mitad del siglo XIX, se difundió la idea de que para luchar de verdad contra el capitalismo los movimientos obreros tenían que ser mundiales. Surgió así en 1864, fundada en Londres,  la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), pronto llanada Primera Internacional.

La AIT hizo aguas con la derrota de la Comuna de París en 1871 y su sede pasa de Londres a Nueva York ante los malos tiempos para las revoluciones desarrollados en Europa. Sufre también internamente el enfrentamiento entre marxistas y anarquistas. Se disuelve definitivamente en 1876.

La Segunda Internacional, más de carácter socialdemócrata, se creó en 1889 y duró hasta 1916. De ella fueron expulsados pronto los anarquistas que crearon una organización propia. Fue, por cierto, la que declaró el 1 de mayo como Día Internacional de los Trabajadores. Fiesta en recuerdo y homenaje de los llamados Mártires de Chicago o Revuelta de Haymarket.

La Tercera Internacional fue creada por Lenin (1870-1924) en 1920 y constituida exclusivamente por partidos comunistas de todo el mundo.

En 1938, por último, se creó la Cuarta Internacional alrededor de León Trotsky (1879-1940).

Los sindicatos, como digo, se han hecho menos revolucionarios con el tiempo y están hoy plenamente insertados en las sociedades modernas, aunque muchos de ellos guardan en sus convicciones más profundas las ideas revolucionarias de destruir y sustituir al capitalismo.

Fechas destacadas del sindicalismo

Debemos reconocer en cualquier caso que la lucha obrera ha sido difícil como muestran hechos como los siguientes:

  • No fue hasta 1868 cuando se reconoce en Bélgica el derecho de huelga
  • Hasta 1884 no se reconocen los sindicatos obreros en Francia
  • En 1886 se crea en ese país la Federación Nacional de Sindicatos y grupos cooperativos (FNS).
  • En 1895, también en Francia, se crea la Confederación General del Trabajo (CGT) a partir de la existente FNS
  • El primer pacto social entre empresarios y sindicatos se firma en Suecia en 1899
  • La Secretaría General de Sindicatos se constituye en Copenhague en 1901 con la participación de sindicatos de los más importantes países europeos.
  • Los primeros sindicatos de Italia y Holanda se crean en 1906
  • La OIT, antes mencionada se constituye en 1919
  • Y por lo que respecta a España, en el Congreso Obrero de Barcelona de 1870 se constituye la Federación Regional Española de la Primera Internacional. En 188 se crea la Unión General de Trabajadores (UGT). Y en 1910 la Confederación Nacional del Trabajo (CNT)

Y decimos, como siempre en este blog, que no es la historia y sus detalles lo que nos interesa, los cuales, por otra parte están tomados de fuentes diversas, incluida Internet, sino las condiciones de pobreza y desigualdad en el mundo. En este caso nos hemos referido con brevedad a la lucha obrera por la defensa de sus intereses, en un mundo, como el del siglo XIX, fuertemente liberal.

Un resumen breve sobre el liberalismo del siglo XIX

¿Qué cabe decir de nuestro querido liberalismo?. Probablemente, ya que no queremos pontificar: 1) que funcionaba en unas direcciones o compartimentos de la sociedad pero no en otros; 2) que era acomodaticio por demás; 3) que solo servía en esas épocas como principio general; 4) que era, como en la actualidad, algo necesario pero no suficiente; 5) que sus fundadores no lo habían perfeccionado como filosofía política; y 6) que era más una ideología que algo pragmático destinado a resolver  problemas concretos.


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Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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