La crisis financiera iniciada en los años 2007/2008 ha sido dura, más grave de lo que se esperaba y con un impacto negativo en la vida de las personas, particularmente en los países desarrollados, de gran alcance y resultados y consecuencias de difícil solución. En el caso concreto de España, la crisis ha sido el disparadero para que movimientos incipientes, sumergidos o controlados hasta ahora, se hayan manifestado con virulencia y amenacen el equilibrio siempre inestable de la vida en sociedad y del bien común. En este post se hace referencia a estas cuestiones, pero se pasa rápidamente sobre ellas para recordar que al menos desde hace un par de años la recuperación económica está en marcha. Se hace un ejercicio de optimismo aventurando que con dicha recuperación se calmarán las fuerzas irracionales desencadenadas entre nosotros y podremos volver a un mejor nivel de bien común.
(Imagen del principio tomada de elEconomista.es. http://www.eleconomista.es/firmas/noticias/7303588/01/16/La-tercera-y-ultima-oleada-de-la-crisis.html)
La crisis económica iniciada en 2007/2008
En el post anterior hemos indicado que el bien común se ha deteriorado en España en los últimos años. Tal deterioro explicaría las dificultades de convivencia y equilibrio social y político que el país atraviesa en la actualidad.
Gran parte de dicho deterioro puede verse en términos económicos, sociales y políticos y puede evaluarse cuantitativamente a través de indicadores diversos. El impacto negativo en la renta per cápita, el empleo, el aumento de la pobreza, la desigualdad, la disminución de la clase media, los llamados nuevos pobres y muchas cosas más, son fáciles de identificar y medir.
Lo mismo se puede decir de otras variables más lejanas de los individuos pero que les afectan de manera importante, como, el déficit público, la deuda pública, el deterioro de la balanza por cuenta corriente, el estancamiento de la inversión y de la productividad y otros problemas macroeconómicos sobre los que no ha podido actuar el gobierno hasta hace poco. En forma, por ejemplo, de políticas agresivas de gasto público y ayudas sociales.
Vamos a referirnos un poco más adelante a estos temas, pero antes hay que dejar claras las etapas por las que hemos pasado a partir de los años 2007 y 2008.
Siete años de crisis y tres de recuperación
En lo que tiene que ver con nuestro país, el año 2009 fue muy malo, en línea con lo ocurrido en la mayoría de los países desarrollados, con un decrecimiento del PIB del 3,6 %. El 2010 fue de recuperación en gran parte de estos países y nosotros no conseguimos ni crecimiento ni decrecimiento, la variación del PIB fue del 0 %. Los años 2011, 2012 y 2013 fueron muy negativos con decrecimientos importantes del PIB y sus consecuencias de desempleo y desequilibrios económicos de todo tipo.
El 2014 fue positivo ya en términos de crecimiento y desde entonces nos hemos instalado en una clara recuperación con tasas anuales de aumento del PIB superiores al 3 % en 2015 y 2016. El presente año que por razones cíclicas se esperaba fuera de bajada en cuanto a esa tasa, sigue muy bien hasta ahora y las últimas predicciones apuntan a la posibilidad de superar otra vez el 3,0 % de crecimiento anual.
La recuperación está en marcha, sin duda, aunque los desequilibrios siguen siendo muy elevados y una mayoría de la población, sobre todo la más necesitada, no está notando mejoras importantes todavía[1].
Y si uno se refiere a la vida en común, la conflictividad, los enfrentamientos, las diferencias políticas extremas, los radicalismos, los independentismos, el olvido de los derechos humanos y otros fenómenos, muchos de ellos, irracionales y suicidas, la vuelta a la normalidad será todavía más lenta.
Asustan mucho estos últimos problemas porque no hay coherencia ni congruencia de ningún tipo en los componentes de los grupos que los defienden, jóvenes en muchos casos, para los que el orden, la racionalidad, la objetividad y los hechos mismos, tienen poco atractivo. Lo tienen mucho más, las posturas radicales, las ideológicas, las posiciones extremas en algún sentido y las puramente emocionales (la postverdad es una realidad también entre nosotros) .
Aspectos intangibles y felicidad
Si alguien se pregunta, finalmente, por otras dimensiones de la vida de los españoles, como su satisfacción de vivir, su vida familiar y sus relaciones con los demás, su amistad y cariño de unos hacia otros sean de las regiones o nacionalidades que sean, su interés por la cultura, su realización como personas, su humanización y perfeccionamientos intelectuales y sentimentales, su atención a los demás, su ayuda a otros y su vida espiritual en general (no necesariamente en sentido religioso), sin duda se han deteriorado también en estos años.
Sobre este último aspecto, relacionado quizás con la felicidad personal, cuestión francamente difícil de definir y especificar, hay también informes de carácter mundial que la definen y la miden. Naciones Unidas publica un informe periódico sobre la felicidad en el mundo. En el último de ellos relativo a 2017 analiza tal variable en 155 países. Los criterios utilizados para la medición de la felicidad son: “cuidados sociales, libertad, generosidad, honestidad, salud, ingresos y buena gobernanza”.
El primer lugar del último ranking elaborado lo ocupa, precisamente Noruega, país que ha desbancado de tal puesto a Dinamarca, el que aparecía en tal posición en los anteriores informes. España ocupa el lugar 34 con una puntuación de 6,403 puntos sobre 10, habiendo mejorado cuatro niveles sobre el alcanzado en el informe anterior.
Informe de las Naciones Unidas sobre la felicidad
El último informe en cuestión fue publicado en abril de este año para ser presentado y discutido en el llamado, UN High Level Meeting on happiness and well-being (Reunión de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre felicidad y bienestar). El llamado en inglés, WORLD HAPPINESS REPORT, comenzó a publicarse en 2012 y en el último publicado se resalta, para empezar, el cambio de actitud sobre estas cuestiones de una organización como la OCDE. En la reunión en París del «Consejo a nivel ministerial» de esta organización, de primeros de junio de 2016, esté club de países desarrollados y de carácter fuertemente económico, se comprometió a: “redefinir la narrativa de crecimiento para poner el bienestar de la gente en el centro de los esfuerzos de los gobiernos”. Ver «Meeting of the OECD Council at Ministerial Level Paris, 1-2 June 2016»
Es decir, crisis, el deterioro del bien común y la insatisfacción de los ciudadanos son los fenómenos que hemos visto en estos tiempos en el caso de España, por lo menos hasta comienzos de 2013. Pero también debemos mencionar otros más recientes y de sentido contrario, como, la salida de la crisis, la recuperación del bien común y la posibilidad de una mayor felicidad (a pesar de lo que me cuesta mencionar este concepto tan personal e íntimo).
Cierta luz al final del túnel y cierta esperanza, incluida la de poder reformar nuestras sociedades, comienzan a manifestarse. Aunque al mismo tiempo, nos invade cierto pánico al sentirnos desprotegidos ante las crisis, principalmente las económicas, y al no vernos a salvo de problemas mucho mayores como los que pueden traer transformaciones tecnológicas, como la digital actual, con potencial para cambiar nuestro mundo de arriba abajo. Y la humanidad puede que supere todas las adversidades, pero, como se suele decir, «el apocalipsis es siempre ahora» para las personas que padecen los males y se llevan la peor parte.
____________________________
[1] Ver último informe FOESSA. http://www.foessa.org/noticias_tags_noticiaInfo.aspx?Id=10910