Seguimos prestando atención en este post a la lista de temas que hemos identificado como causas posibles del interés por los demás surgido con fuerza en el siglo XIX. Continuamos analizando el fenómeno de las utopías, o escritos sobre mundos ideales no existentes en la realidad. Después de terminar con él y de repasar el significado de términos cercanos y contrarios como eutopía y distopía, pasamos al del ascenso del hombre, su concienciación y su evolución intelectual.
(Imagen de arriba tomada de Presentación «Conciencia Social»: http://tecnologia270603.blogspot.com/p/conciencia-social.html)
Otras utopías

Según hemos visto en la cita del libro de Tomas Moro sobre la isla Utopía, incluida al final del post anterior, la crítica al poder de la burguesía, o crítica al capitalismo, al que más adelante dio lugar esta clase social, es antigua. Se comprueba el poder omnímodo de los ricos en aquella época, justo a principios del siglo XVI. La frase podría haberla escrito el propio Marx en el XIX.
Pero independientemente de ese aspecto y de lo ya mencionado en cuanto a no ser el interés de Moro el de la “ciencia ficción”, lo cierto es que su obra dio lugar a una literatura sobre países idílicos y pacíficos en la que pronto surgieron otros autores.
Son las utopías renacentistas dentro de las que se suelen incluir otras como la recogida en los libros dedicados a la vida del “Gigante Gargantúa y su hijo Pantagruel” escrito por el también renacentista, en este caso francés, François Rabelais (1494-1553). Posteriormente, el dominico napolitano Tommaso Campanella (1568-1639), escribió La ciudad de sol, una utopía dedicada a describir una sociedad de carácter religioso organizada alrededor de los principios de vida en común e igualdad.
Más adelante todavía, ya avanzado el siglo XVII, el inglés Francis Bacon (1561-1626) escribió La Nueva Atlántida, utopía de carácter social y político pero también científico. Obra en línea con la labor destacada de este autor en el terreno de la Revolución Científica que entonces se difundía con fuerza en Inglaterra. A Bacon se le considera el padre del empirismo inglés, tanto científico como filosófico, así como el introductor del método inductivo en relación con el conocimiento. Inverso, como se sabe, al deductivo continental de Decartes y de los filósofos alemanes cercanos a la Ilustración.
Los pensadores radicales practicantes de la utopía
Los pensadores radicales del siglo XIX, tales como los ya mencionados, Henri Saint-Simon (1760-1825), Charles Fourier (1772-1837), François Babeuf (1760-1797), Flora Tristán (1803-1844), Filippo Buonarroti (1761-1837), Louis Auguste Blanqui (1805- 1881), el anarquista Pierre-Joseph Proudhon (1809 – 1865) o Étienne Cabet (1788-1856), este último autor de Viaje a Icaria, una utopía comunista, fueron escritores de utopías y proponentes de soluciones idealistas para la los problema sociales de su época. La denominación de “socialistas utópicos”, acuñada por Marx y Engels para referirse a ellos, no es en realidad por esa cuestión sino porque estos dos últimos autores querían distinguir la obra de los primeros socialistas del socialismo y comunismo propuesto por ellos, al que llamaron, científico, por considerarlo algo más serio y sólido[1].
El inglés Robert Owen (1771 – 1858), líder del movimiento obrero británico y padre del socialismo inglés, siempre distante del marxismo, fue un utópico también. Puso en práctica sus ideas reformistas continuando la labor de su suegro David Dale en la fábrica textil de éste en la ciudad escocesa de New Lanark. Owen le compró tal fábrica y fue más lejos que su suegro en medidas sociales y filantrópicas. Creó además la colonia New Harmony en los Estados Unidos en 1825 y Harmony Hall en Gran Bretaña en 1840.
Utopía, eutopía y distopía
Aunque para algunos la idea de las utopías es un concepto y una práctica de la Era Moderna, para otros todo comenzó con La República, de Platón y continuó con La Ciudad de Dios de San Agustín. Dichos otros autores listan multitud de obras anteriores de procedencia muy diversa como puede verse al buscar Utopía en Wikipedia.
Todo lo indicado sobre esta última cuestión en relación con el origen de la preocupación por los demás en el siglo XIX, nos permite decir que Marx y Engels fueron utópicos en sus planteamientos y estuvieron influidos por las utopías históricas.
Y para terminar, indicar que la palabra utopía se relaciona a veces con eutopía con el significado de “buen lugar”, aunque esta última palabra no se encuentre en los diccionarios de español. Sería lo contrario de otro término muy usado en los últimos tiempos, el de «distopía», cuyo significado literal es el de “mal lugar”. No sería lo opuesto a utopía sino a eutopía.
Advertir también que con el tiempo la palabra utopía ha adquirido un cierto carácter peyorativo. Con frecuencia se une a lo excesivamente imaginativo, irrealizable y fuera de lugar. Una persona siempre utópica y no entroncada con la realidad, los hechos y la vida diaria, puede verse dejada de lado.
Hay una frase actual sintetizadora de ambas dimensiones de la palabra utopía, la positiva, caracterizada por la búsqueda de ideales para acercarnos a ellos, o la negativa, de “estar siempre en las nubes”. Se trata de: “a mi me gustan las utopías pero no las utopías utópicas”. Al nombre, definitivamente positivo, se le une el adjetivo, claramente negativo.
El ascenso del hombre
El posible ascenso del hombre, entendiendo por ello, su humanización, su mayor inteligencia, su mayor conciencia y su mayor congruencia personal, puede también señalarse como origen de la preocupación por los demás.
No es que a lo largo de la historia no existiera dicha preocupación ni se practicara la caridad, la fraternidad y otras virtudes, pero se aceptaba mucho la intervención de Dios en la historia y se tenía gran apego al orden establecido en la sociedad. Una mayoría de la población, por otra parte, era pobre y todos padecían los mismos horrores: enfermedades, hambrunas, guerras y epidemias devastadoras, entre otros.
Había una cierta resignación sobre el “valle de lágrimas” que era el mundo y se confiaba en la existencia de “otra vida” en la que las cosas cambiarían y la felicidad estaría garantizada. No se había desarrollado aún la idea de progreso y la actuación del hombre para mejorar su vida era algo extraño y solo relacionado con la guerra, la conquista y la rapiña, es decir, con el poder.
Por lo que se refiere a Europa las cosas comenzaron a cambiar con el Renacimiento, justo al principio de la Edad Moderna (siglos XV al XVIII), periodo de libertad y creatividad en el que se buscaron los valores clásicos de la época grecorromana, se desarrolló el arte y la cultura y se potenciaron las humanidades y la letras, y los conocimientos en general.
A esto se refiere específicamente el conocido libro del polaco Jacob Bronowski (1908-1974), El ascenso del hombre, de 1973. El cual es una secuela de una famosa serie de televisión del mismo título dirigida por el autor en Inglaterra de 1969 a 1972. Su primera versión en español, de la cual se incluye la portada en la imagen de arriba, fue publicada por Fondo Educativo Interamericano en 1979. Hay una segunda publicada en España por la editorial Capitán Swing en 2016, con prólogo del famoso biólogo evolutivo y divulgador científico británico Richard Dawkins (Nacido en 1941). Hemos tomado prestado de tales libros el título del presente post
Marx y Engels eran unos ilustrados, conocedores de todo lo ocurrido en Europa en los siglos inmediatamente anteriores al XIX. Eran filósofos e historiadores, sobre todo el primero, imbuidos de todo el proceso de humanización y concienciación ocurrido en Europa desde el Renacimiento.
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[1] Como es bien sabido por los lectores de este blog, lo que se hace en él no es una investigación histórica ni un análisis exhaustivo de temas y autores relacionados con lo tratado. En este caso, sin embargo, es obligatorio mencionar también a por lo menos cuatro revolucionarios ligados al anarquismo: Mijaíl Bakunin (1814 – 1876); Piotr Kropotkin (1842- 1921); Errico Malatesta (1853 1932), y Benjamin Tucker ( 1854 — 1939). El anarquismo, por otra parte, ha estado siempre más ligado a la identificación de las necesidades de los hombres y a sus posibles soluciones que el comunismo, el cual no deja de ser una filosofía política
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