Desajustes estructurales

Continuamos en este post los comentarios relacionados con la tecnología digital iniciados en el anterior. Todo para señalar que además del impacto negativo momentáneo (esperemos que sea así) de la nueva revolución tecnológica y del estancamiento económico mundial que utilizamos como marco de referencia, existen unos desajustes estructurales en nuestro país bastante peligrosos. La situación en cuanto a pobreza, desempleo y desigualdad es severa, a pesar del crecimiento notable de los últimos años, del buen comportamiento del empleo y de la fortaleza de nuestras exportaciones. Como el desempleo resulta indudablemente alto para un país desarrollado y se mantiene así durante largos periodos de tiempo, nos referimos a él como uno de los desajustes estructurales de nuestra economía. Hacemos algunas consideraciones sobre tal fenómeno que continuaremos en el próximo post.

(Imagen de arriba tomada de la Web economipedia, «Cómo terminar con el desempleo estructural en España». https://economipedia.com/actual/reducir-desempleo-estructural-espana.html )

Otras críticas a la digitalización

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(Imagen tomada de la Web Dinero y Trabajo € B. https://dineroytrabajo.com/que-es-el-desempleo-estructural/ )

Terminamos ahora los comentarios sobre las críticas a la digitalización iniciados en el post anterior. Dichas críticas a la nueva revolución tecnológica y al mundo que estamos creando, con el poder de los datos, los monopolios mundiales de las grandes empresas de Internet, la economía de las plataformas y otros fenómenos, están siendo realizadas también desde puntos de vista muy diferentes.

Antes del verano, por ejemplo, apareció el libro de José María Lasalle (Nacido en 1966), Ciberleviatán. El colapso de la democracia liberal frente a la revolución digital.  Recordando a Thomas Hobbes (1588 – 1679) y su Leviatán original, hace un análisis riguroso de la situación actual de las sociedades avanzadas y propone un nuevo contrato social con Internet y las tecnologías exponenciales.

Hay muchas otras publicaciones sobre estas cuestiones y Lasalle menciona y utiliza en sus explicaciones a las más importantes. Por tenerlas encima de mi mesa de trabajo, menciono yo también: la del francés Éric Sadin (Nacido en 1972), La silicolonización del mundo (Caja Negra Editora, 2018); la del mexicano, José Ramón López Portillo, La gran transición. Retos y oportunidades del cambio tecnológico exponencial (Fondo de Cultura Económica, 2018); y la del británico-norteamericano Andrew Keen (Nacido en 1960), Internet no es la respuesta (Catedral 2016).

Todos estos autores, y todos nosotros, los habitantes del planeta, debemos saber que la revolución digital está aquí para quedarse y que somos los hombres los que tenemos que adaptarnos a ella. Aunque, desde luego, salvando los valores de nuestra civilización y manteniendo siempre en primer lugar al ser humano, con todas sus implicaciones, y a la dignidad del hombre, con toda su grandeza.

Severidad de la situación española

Las nueva revolución tecnológica, es decir, la digitalización, que muchos critican, no está ayudando demasiado — de momento– al crecimiento y al empleo. El estancamiento secular al que ya hemos hecho amplia referencia en los últimos posts, se nos viene encima, aparentemente sin remisión, a pesar de ella. Y, también, por supuesto, por las manos atadas de los dirigentes ante la imposibilidad de utilizar las tradicionales políticas fiscales y monetarias.  

Para un país como el nuestro, con un alto desempleo y con una precariedad muy elevada en el trabajo, esta es una perspectiva muy peligrosa. Y, por favor, no le demos vueltas, la pobreza, la desigualdad y las dificultades para vivir están muy extendidas entre nosotros. Quizás haya del orden de un 48 % de la población de nuestro país que vive más o menos bien, pero el resto vive deficientemente, con un 17 % en el umbral de la pobreza, es decir, en situación de mera supervivencia.

El número de personas normales viviendo en la calle es cada vez mayor, y como nos han dicho ellas mismas en programas recientes de TV, las soluciones arbitradas en forma de refugios, asilos, casas de acogida u otras, no son válidas. La aglomeración, los malos servicios y la insalubridad, les hace seguir eligiendo la calle a pesar de su dureza.

Ejemplos de malas condiciones de vida

Por no hablar de un perfil bastante frecuente como el siguiente: “persona de 45 años, aparejador de profesión y que empezó funcionando muy bien en sus primeros trabajos, más de 15 años sin empleo, divorciado y con los hijos a cargo de la mujer, viviendo en casa de los padres y en los últimos meses ejerciendo un trabajo de celador en una clínica, con un sueldo inferior a los 800 Euros”.

Lo que no quita que España haya sido unos de los países de la zona Euro de mayor crecimiento durante los últimos cinco años y que el desempleo haya descendido en esos años de una manera notable. Los síntomas de la desaceleración, por otra parte, se están notando en nuestro país pero menos que en las grandes economías europeas. No parece haber peligro de recesión, como sí lo hay en Alemania, Reino Unido, Italia e, incluso, Estados Unidos

Comentarios adicionales sobre el desempleo estructural español

Aunque lo hemos dicho también en los posts anteriores, repetimos en este que España, con la posición 13 en el ranking mundial por PIB, es el octavo por abajo en el último, Índice de Miseria de Bloomberg, calculado en 2018 para 63 países. Sólo siete países están peor que nosotros en esa muestra: Ucrania, Grecia, Turquía, Egipto, Argentina, Sudáfrica y Venezuela. El motivo es el elevado porcentaje de desempleo ya que tal índice es una suma simple de la tasa de inflación y de la de desempleo[1].

El mejor valor del desempleo de los últimos treinta años se alcanzó en 2006 con el 8,26 %. Es una ratio muy deseable pero que resulta elevada para lo que suele ser normal en países de buen funcionamiento económico, como: Alemania (3,4); Estados Unidos (3,8); Reino Unido (4,3); Países Bajos (4,2); Corea del Sur (3,2); o Japón (3,3).

¿Cómo se explica esta situación?

Durante años el autor de este blog ha tratado de explicar en innumerables conferencias internacionales la peculiaridad de nuestro país, sin lograrlo plenamente. Durante años acudimos al estudio del NAIRU (Tasa de inflación no aceleradora del desempleo) y más adelante utilizamos el término NAWRU (Tasa de paro no aceleradora de los salarios). Basadas ambas en la Curva de Phillips.

Cuando el desempleo involuntario se mantiene alto durante largos periodos de tiempo y no es sensible a políticas fiscales o monetarias de expansión económica, se dice que hay un desempleo estructural. Utilizándose los dos análisis anteriores (NAIRU y NAWRU), simplemente para mostrar que un país puede tener un desempleo natural o característico elevado.

Conocidos economistas mundiales solían indicarnos que tales conceptos no eran válidos y que tal fenómeno se daba en muy pocos países, debiéndose siempre probar a conseguir un crecimiento elevado durante largos periodos de tiempo para reducir el desempleo. Así como utilización de medidas directas sobre el mercado de trabajo y su regulación. Dar por hecho, y aceptar, un alto desempleo estructural, no tiene sentido de acuerdo con la teoría económica.

El problema adicional es que el país tiene otros desajustes estructurales.

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[1] El Índice de Miseria original fue introducido por el economista americano Arthur Okun (1928-1980). Bloomberg lo ha actualizado.

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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