Nos detenemos algo en este post en presentar la dimensión de Darwin como científico. Para los ingleses uno de los más grandes del mundo de todas las épocas, según se puede deducir del hecho de que fue uno de los cinco personajes del siglo XIX no perteneciente a la realeza del Reino Unido, que fue honrado con funerales de Estado y sepultado en la Abadía de Westminster. Se aprovecha para recordar lo que es la ciencia y lo que son los científicos y para destacar que Darwin era en todos los sentidos un científico excepcional. Se hace referencia al método científico y a su creador René Descartes así como al introductor del método inductivo, Francis Bacon.

Contrariamente a ello Darwin pasa por ser uno de los grandes científicos de todas las épocas y sus aportaciones se sitúan entre las más destacadas de la historia. La ciencia, no lo olvidemos, es el conocimiento adquirido de hechos objetivos y observables — en principio o en su planteamiento más ortodoxo — , a través del análisis, la observación, la medición, el razonamiento estructurado y la experimentación siempre que ésta sea posible. Su objetivo es encontrar la homogeneidad entre fenómenos distintos y los patrones de funcionamiento que los rigen, estableciendo de esto último leyes generales que todo el mundo acepte y que soporten la prueba de la “falsabilidad” o refutabilidad. La ciencia produce teorías sobre la naturaleza y los componentes físicos de nuestro mundo, las cuales deben permitir la formulación de métodos de actuación y técnicas que faciliten las aplicaciones prácticas. “No hay nada más práctico que una buena teoría” es una frase que se le atribuye a Bertrand Russel.
Para formular teorías explicativas de los fenómenos naturales es necesario tener imaginación y creatividad, y disponer de la habilidad de saber formular hipótesis, a veces excéntricas, así como ser capaces de obtener síntesis de lo observado, analizado, medido, demostrado y experimentado. La posibilidad de experimentación va unida a la ciencia misma, siendo muy importante que los científicos prueben, diríamos que todos los que quieran, repitiendo experimentos que demuestren las teorías establecidas.
Como es sabido, en la ciencia se aplica el método científico, el cual es definido por el Oxford English Dictionary, como: «un método o procedimiento que ha caracterizado a la ciencia natural desde el siglo XVII, que consiste en la observación sistemática, medición, experimentación, la formulación, análisis y modificación de las hipótesis».
Platón, Aristóteles y otros filósofos antiguos creían en el método y buscaban las causas de los fenómenos y las leyes que los regían, pero no fue hasta la Edad Moderna y con Descartes (1596- 1650) y su libro Discurso del Método, cuando se establecieron las “reglas del método” (título del capítulo IV de dicho libro) para “dirigir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias”. Junto a él hay que mencionar al inglés Francis Bacon (1561 – 1626) que consolidó el método inductivo deducido del empirismo. Y antes de ellos hay que recordar la obra de precursores de dicho método como da Vinci, Copérnico, Brahe, Kepler o Galileo. Después, la ciencia y los descubrimientos científicos se vieron fuertemente ayudados por el método científico en cuestión.
Darwin fue un personaje excepcional en relación con todas esas dimensiones. Disponía de una curiosidad extrema por la naturaleza, primero en relación con la Tierra y su estudio, la Geología, que se formó como ciencia moderna a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX; luego por lo animales que la habitan, o Zoología, que también se desarrolló en aquellas épocas de la mano de naturalistas ya mencionados en este blog; y, por fin, por los restos fósiles, o Paleontología (estudio del pasado de la vida en la Tierra a través de los fósiles), que él mismo contribuyó a crear.
Era un observador de primera categoría y un analista riguroso de fenómenos geológicos, zoológicos y de otros tipos, que prestaba atención a los detalles y buscaba la explicación de las cosas. Como todo buen científico veía en la realidad lo que muchos no ven y se fijaba en aspectos en los que muchos no reparan.
Sus notas durante el viaje de la Beagle, y a lo largo de toda su vida, son monumentos de recopilación de información y de argumentación, y el acopio que hizo de especímenes, muestras de fósiles y elementos muy diversos, fue extraordinario en los cinco años de su viaje, lo que permitió una oleada de investigaciones basada en ellos a su vuelta a Inglaterra en 1836. No dejó de hacerlo durante toda su vida, y en sus últimos años, cuando ya gozaba de una fama impresionante y era una figura internacional, siguió obsesionado con sus observaciones y haciendo investigaciones profundas sobre, por ejemplo, las lombrices de su propio jardín.