Crear una mente. Últimos comentarios

El libro de Ray Kurzweil que hemos venido glosando en los últimos posts, «How to Create a Mind», es un libro sobre Inteligencia Artificial Fuerte, es decir, sobre el esfuerzo que los hombres están realizando para reproducir en una máquina la inteligencia humana en su totalidad. O, por decirlo con más precisión, para terminar fabricando máquinas que sean conscientes, es decir, «máquinas espirituales», como las llamó en un libro anterior el propio Kurzweil. El mundo está lleno en la actualidad de Inteligencia Artificial y uno no deja de sorprenderse a diario de la capacidad de las máquinas. Muchas máquinas en temas específicos superan hoy ampliamente a los humanos. Pero hay una frontera o un salto cualitativo de enorme importancia, entre la Inteligencia Artificial (IA) y la Inteligencia Artificial Fuerte (IAF); es el salto que existe entre lo físico y lo abstracto, entre las neuronas y sinapsis y los qualias, entre lo material y lo espiritual, y, en resumen, entre el cerebro y la mente.

Aunque hay muchos especialistas en Inteligencia Artificial a los que no les preocupa esa diferencia y se mantienen haciendo sus programas y artefactos, la historia de Kurzweil muestra que hay una relación entre esas dos inteligencias artificiales, ya que él mismo empezó con la primera y está hoy fuertemente interesado en la segunda.

Ya hemos dicho que Kurzweil está muy al tanto de todo lo que se está moviendo en el mundo alrededor del cerebro y de las máquinas destinadas a reproducir sus funciones, desde lo que dicen los neuro-científicos, a lo que dicen los filósofos, los psicólogos, o los ingenieros y tecnólogos. Sorprende su conocimiento enciclopédico sobre estas materias y los que lo seguimos sabemos de sus éxitos en la defensa de sus posiciones ante los más consumados y renombrados actores de las áreas de conocimientos mencionadas. Pero, francamente, en su libro se decanta por una de las dos opciones en la que los hombres nos debatimos en la actualidad: la monista (que no hay nada más que una realidad material en este mundo) y la dualista (que hay dos realidades, la material y la mental o espiritual). Se inclina por la opción más monista, mecanicista y reduccionista de todas las que hemos visto en los últimos años, y con su énfasis en el «reconocimiento de patrones» parece querer hacer, no máquinas pensantes, conscientes y sentientes, sino máquinas lectoras y sintetizadoras de voz (que es su terreno), inteligentes y conscientes de sí mismas.

Quiero decir, y lo hago con especial cuidado porque admiro y respeto mucho a Kurzweil, que ha querido llevar demasiado lejos el reconocimiento de patrones y transformarlo en lo único importante que hay que hacer para crear una mente como la humana. No parece admitir ni la “dualidad propietaria” de John Searle, es decir, que hay una diferencia cualitativa entre las neuronas y los axones, los impulsos eléctricos, su transmisión y la creación de circuitos y redes neuronales y las ideas abstractas o qualias, pero sólo dentro del cerebro de cada persona.

Hay una parte de su libro en la que se recrean sus debates públicos con dicho filósofo americano que me parece un poco capciosa. Searle en su argumentación conocida como la «Habitación China», a la que nos hemos referido ya ampliamente en este blog, argumentaba ante el hecho de que la máquina Watson de IBM hubiera ganado a los dos campeones mundiales de Jeopardy, que la máquina no era consciente de ello y que lo único que hacía era buscar a enorme velocidad en las poderosas memorias construidas en su interior por los hombres, hacer cálculos estadísticos y manipular símbolos. Kurzweil no se arredra y dice que eso exactamente es lo que hace el cerebro humano cuando razona o decide, manipular símbolos, hacer análisis estadísticos y buscar en la información almacenada en las neuronas. Añade, y aquí es donde me parece que no es consecuente, que si decimos que la máquina no se entera de esos cálculos y manipulaciones que se producen en sus circuitos, se podría decir lo mismo del cerebro humano, que tampoco se entera de procesos similares. Pero sabemos de hecho todos los humanos, que sí hay algo que se entera y es conscientes de nuestros pensamientos y nuestras elucubraciones en nuestro interior, no exactamente de los cálculos estadístico y del movimiento de los símbolos, pero sí de sus resultados.

Parece en resumen, que Kurzweil, en su afán de no admitir la existencia de algo distinto de lo material en el funcionamiento del cerebro y la mente — una misma cosa para él –, no reconoce el mundo de las ideas abstractas.

Eso me parece excesivo, porque mientras no conozcamos el proceso que de lo físico lleva a lo mental, a lo abstracto, a los qualias, no podemos simplificarlo y decir que son la misma cosa. Yo no digo que no descubramos algún día dicho proceso, pero mientras no lo conozcamos debemos reconocer la existencia de los dos mundos, al menos en el cerebro-mente de cada individuo.

Me temo, por otra parte, que la tecnología actual no es suficiente para conseguir la meta de construir máquinas conscientes; se necesitarán al menos dos cosas que están ahora en sus comienzos: a) ser capaces de construir ordenadores cuánticos y b) reconocer el papel previo y seminal de la Información (con mayúsculas) en nuestro mundo.

No podremos, por otra parte, sin ese conocimiento hacer máquinas conscientes, o que se aproximen a ello. Me parece un poco simplista basar todo en reconocedores de patrones, en introducir una jerarquía en ellos, en hacer que las máquinas aprendan y con eso sólo, llegar a tener unos reconocedores de patrones elevados en la jerarquía que sean ya ideas abstractas y todavía más, esperar que reconocedores a más nivel en dicha jerarquía creen ya la consciencia.

No sé qué dirán ante estas sugerencias de un ingeniero ilustrado, investigadores de la neurociencia como Christof Koch o Giulio Tononi, alumnos los dos de Francis Crick, entre muchos otros, que aunque monistas en sus interpretaciones, creen que hay un salto cualitativo entre lo físico y lo mental imposible de explicar hoy por hoy.

Kurzweil se deja quizá llevar por su mentalidad de ingeniero, manifestada por su afán de explicar que el hombre es una máquina construida sobre bases de carbono y producto de la larga evolución natural. Para él no hay nada extraño en pensar que otros seres construidos sobre silicio y ayudados a evolucionar rápidamente por los hombres y su tecnología, podrían generar las mismas capacidades que esa especie de máquina-hombre a la que pertenecemos.

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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