Charles Darwin y Pierre Teilhard de Chardin (53)

Noosfera. La referencia a los dos autores del título de este post, cuyas vidas transcurrieron en el siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, una tras otra literalmente ya que Darwin murió en 1882 y Teilhard nació en 1881, viviendo los dos 73 años, es solo una entradilla a temas actuales relacionados con la reconsideración actual del materialismo y la revitalización del idealismo y la metafísica que queremos tratar en próximos posts. La idea de redactarlo y colgarlo ha surgido de un comentario del jesuita Leandro Sequeiros sobre el tema tratado en los tres posts previos al presente. Analizamos las diferencias de carácter entre los dos autores y revisamos la posición de ambos en cuanto a la teoría de la evolución, una plenamente materialista y naturalista y la otra más compleja y relacionado con la espiritualidad y la consciencia humanas. Nos referimos al concepto de Noosfera utilizado por el segundo y lo relacionamos como fenómenos actuales como la Inteligencia Colectiva y la interpretación de esta materia aportada por el enfoque de Inteligencia Artificial Colectiva en el que el autor trabaja desde hace años y sobre lo que mantiene otro blog de esta página escrito conjuntamente con José María González de Álamo

(Imagen de arriba: Parque nacional de los Lagos de Plitvice, Croacia)

Reduccionismo de la ciencia

Mi amigo y maestro, el jesuita Leandro Sequeiros (nacido en 1942), científico, filósofo y teólogo de gran altura, me ha indicado como comentario a mis tres últimos posts que por qué no he utilizado a Teilhard de Chardin (1881-1955) en vez de a Darwin (1809-1882) al hablar de la falta de atención del Transhumanismo y de la Teoría de la Evolución al mundo de la consciencia y del espíritu.

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(Los Lagos De Plitvice, Croacia)

El consejo tiene mucho sentido ya que Sequeiros es uno de los grandes especialistas mundiales en Teilhard. Su obra sobre este autor es sencillamente impresionante en términos de libros y artículos en muy prestigiosas revistas. Yo mismo, además de leer el Fenómeno Humano, de consultar otras referencias y buscar mucho material en Internet, he aprendido ampliamente sobre el tema en sus obras y escritos.

Leandro, por otra parte, no solo tiene la amabilidad de leer mis torpes escritos, sino el cuidado de comentarlos, siempre con espíritu constructivo y con más visión de conjunto de los temas tratados de la que yo poseo.

Debo decir, en primer lugar, que lo escrito en los tres últimos posts de este blog es un ejercicio muy simple y ocasional preparado para una presentación muy breve hecha en el Congreso Internacional, TRANSVISION, celebrado en Madrid los pasados días 7, 8 y 9 de octubre.  No se trata de un trabajo a fondo, ni mucho menos, sobre la teoría de la evolución.

Dicho eso, es cierto que yo estoy más cerca de Teilhard (1881-1955) que de Darwin (1809-1882) en lo que se refiere a la evolución del hombre. El primero era paleontólogo y filósofo, además de sacerdote jesuita, mientras que el segundo era un naturalista empedernido, es decir, un científico reduccionista, que diríamos hoy.

Darwin como científico naturalista

Hay que tener en cuenta que el primero era creyente y fervoroso católico, así como asumir, su intensa experiencia en meditación y en el caminar profundo por los vericuetos del espíritu y la consciencia. Lo que sabemos del segundo es su intensa orientación al estudio de los animales y su curiosidad extrema por la naturaleza. Muy joven, y tras abandonar los estudios de medicina que había comenzado en la Universidad de Edimburgo, se dedicó al estudio de los invertebrados marinos. Más adelante, ya en Cambridge, mostró su pasión absoluta por el mundo de las ciencias naturales.

Sus cinco años en el Beagle y sus trabajos y publicaciones diversos lo consagraron muy joven como eminencia científica. La publicación de su famoso libro, de larguísimo título, El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida (1859), lo situó como científico en uno de los más altos lugares de la historia, al mismo nivel que personajes británicos anteriores y posteriores como Newton, Lord Kelvin o Ernest Rutherford.

Su explicación de la evolución de las especies de los seres vivos a partir de un antepasado común, aunque recibida con críticas y burlas en el Londres de mediados del siglo XIX, fue muy pronto aceptada por las comunidades científica e intelectual. Su tesis de la selección natural como mecanismo de evolución, formulada conjuntamente con Alfred Wallace (1823-1913), tardó un poco más en generalizarse y fue posteriormente perfeccionada con lo que se conoce como “Síntesis evolutiva moderna”. La selección natural se complementa en esta última teoría con las aportaciones de Mendel en cuanto a la herencia genética, la idea de las mutaciones aleatorias y la genética de las poblaciones.

Interés por las ciencias naturales

Pero, insistiendo algo más en el carácter de Darwin, tendríamos que mencionar su capacidad para estudiar y explicar a fondo cualquier fenómeno natural, desde la polinización de los insectos, la fecundación de las orquídeas (título de uno de sus trabajos), las plantas trepadoras o. incluso, las lombrices de tierra, tema este último, en el que se hizo un verdadero experto en sus últimos años de vida analizando las lombrices de su propio jardín.

De su anglicanismo inicial pasó al agnosticismo, con gran pena de su propia mujer, por cierto, que fue siempre profundamente creyente y religiosa. Aparte de sus propias inclinaciones vivió en una época materialista y cientificista, fuertemente marcada por la modernidad de la Ilustración. Se acercó, no obstante, no diríamos que al mundo espiritual, pero sí, al menos, al psicológico. Dos libros dan muestra de ello, uno de 1971, El origen del hombre, y la selección en relación al sexo, y, sobre todo, otro de 1972, La expresión de las emociones en el hombre y los animales. Este último mencionado en los posts previos, solo para decir que las emociones y sentimientos fueron tratados por este autor con una visión absolutamente material y naturalista.

Todo lo anterior está tomado de libros diversos sobre Darwin y sobre la teoría de la evolución, así como de distintos enlaces de Internet y, muy particularmente, de Wikipedia. Lo hemos resumido y recordado solo para contrastar la labor de Darwin con la de Teilhard de Chardin.

Darwin y Teilhard, no son desde luego, dos figuras del mismo nivel mundial en términos de popularidad, influencia y altura científica de sus obras, pero los seguidores del segundo consideran que sus ideas sobre la evolución del hombre y el destino de la humanidad son más comprensivas y completas que las del primero. Muy especialmente porque Teilhard presta atención al espíritu y a la consciencia y los considera una parte fundamental del hombre.

Una visión distinta de la evolución

Pierre Teilhard de Chardin fue también un gran científico, geólogo y paleontólogo por más señas, que investigó durante años en temas de su especialidad y realizó importantes trabajos de campo, en China y otros países, incluida España. Tenía la ventaja sobre Darwin de que era además filósofo y tenía una fe religiosa que lo llevaba a tener en cuenta el espíritu en todos sus estudios y reflexiones. No solo era una persona interdisciplinar sino transdisciplinar y, diríamos hoy, practicante de la “consiliencia”, es decir, de la interconexión profunda de las ciencias y las humanidades.

No formuló una teoría de la evolución tan amplia y detallada como la de Darwin, pero si aportó una visión distinta que a muchos nos parece más comprensiva. Introdujo la consciencia y el espíritu del hombre en sus explicaciones, algo fundamental, ya que el hombre no es nada sin estos componentes de su naturaleza.

Tenía, además, una visión ortogenista y finalista de la humanidad, es decir, de la existencia de una tendencia, o fuerza, innata a evolucionar y a progresar, con la aportación adicional de la existencia de un destino o punto final, al que denominó “punto Omega”. Se puede identificar en ello su propia fe religiosa, pero la defensa de tal fuerza no ha sido extraña en la historia de la filosofía, desde el propio Schopenhauer (1788-1860), con la identificación de la “voluntad” como impulso, aunque según él, ciego, irracional y absurdo, y al filósofo francés Henri Bergson (1859-1941) padre del espiritualismo y el vitalismo, que yo reivindico con frecuencia.

El concepto de Noosfera

Teilhard sugirió también la presencia en el hombre de un proceso continuo de mayor complejidad de su mente y de mayor consciencia, algo en lo que yo también creo. Con la posibilidad de que, el hombre mismo, con la capacidad que le permite la tecnología, la ciencia y su mayor desarrollo intelectual, esté contribuyendo a la aceleración de la evolución de su propia especie. Es lo que se ha llamado la “evolución consciente”. El Transhumanismo actual y su consecuencia, el Posthumanismo, no estarían lejos de estas hipótesis si fueran manejados por gente seria.

El concepto de Noosfera, utilizado anteriormente por el científico ruso, Vladímir Vernadski (1863-1945), incluible en el “cosmismo ruso”, fue empleado ampliamente por Teilhard. El término hace referencia a que los hombres son cada vez más inteligentes y se relacionan e interconectan unos con otros formando algo así como una “inteligencia colectiva” que puede ser, eventualmente, superior a la inteligencia individual de los hombres.

También en este terreno estamos avanzando en la actualidad, y en esta misma página Web se mantiene otro blog con el nombre de “Inteligencia Artificial Colectiva”, muy relacionado con estos temas. Internet y las múltiples redes que se crean dentro de ella están contribuyendo a la interconexión, no solo de las personas, sino, y muy especialmente, de sus inteligencias. Cabe esperar, por tanto, una especie de Red Neuronal Planetaria y existe la posibilidad de que la Noosfera pueda facilitarse por la Red de Redes. Se ha referido a ello el gran neurocientífico, Christof Koch (nacido en 1956), investigador de las bases neuronales de la consciencia, muy seguido por el que esto escribe y cuya obra ha sido ampliamente revisada en el este blog[1].

Críticas a la obra de Teilhard

La obra de Teilhard y su libro, El Fenómeno humano, basado en escritos anteriores (de 1930), pero en su versión final publicado póstumamente, fue muy criticada en su época, tanto por la propia Iglesia Católica como por la comunidad científica. La primera decretó en 1958 la retirada de todas sus obras de las bibliotecas de la orden jesuita y de la Iglesia en general, aunque posteriormente su figura y sus obras fueron rehabilitadas y alabadas por papas como Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.

La comunidad científica fue muy dura con él y alguno de sus representantes llegaron a mofarse de sus ideas. Peter Medawar (1915-1987), Premio Nobel de Medicina de 1960, conjuntamente con Frank Macfarlane Burnet (1899-1985), y padre del transplante de órganos, escribió un una reseña de su libro en 1961 en la revista Mind, en la que utilizaba expresiones como “saco de trucos”, “lleno de engaños”, una “sarta de tonterías” y un “conjunto de presunciones metafísicas”. Llega a acusarlo de deshonestidad, salvándolo de ella porque antes de engañar a los demás, dice, se ha engañado a sí mismo.

Richard Dawkins (nacido en 1941), el gran militante del ateísmo actual, en su libro de 1998, Unweaving the Rainbow, publicado en español el 2021 con el título, Destejiendo el arco iris: Ciencia, ilusión y el deseo de asombro, hizo una revisión devastadora del libro y lo tachó de “quintaesencia de mala ciencia poética”.

Julian Huxley (1887-1975), el gran biólogo evolucionista inglés, conocido por su adscripción al darwinismo y por su agnosticismo, fue, por el contrario, muy amigo de Teilhard, al que consideró una persona maravillosa. Escribió el prólogo de la versión inglesa, The Phenomenon of Man, en la cual reconoce el esfuerzo de Teilhard por unificar el humanismo con la evolución biológica y la cercanía del libro al suyo propio de 1941, The Uniqueness of Man. Reconoce, eso sí, que hay un punto crítico de no concordancia relacionado con la firme creencia en Dios de Teilhard.

Metafísica de la materia

A esto último se refiere Leandro Sequeros en su trabajo, “Pierre Teilhard de Chardin y Julian Huxley: sinergias de una amistad”, publicado en la Web de la Asociación de Amigos de Teilhard de Chardin (sección española), de la que es Vicepresidente. Glosa en él el trabajo previo de Rasoul Sorkhabi, «The Priest and the Biologist», publicado en la revista Quest 108: 1, pág. 28-31, en el invierno de 2020.

De nuevo, y como ocurre con muchos otros temas, se tiene la sensación de que cuando “uno va Leandro ya vuelve”.

En cualquier caso, y para los posts que siguen, conviene decir que las cosas están cambiando mucho en relación con el espíritu y la consciencia y que el caso del nuevo ateísmo o el ateísmo militante de, Sam Harris (nacido en 1967), Daniel C. Dennett (nacido en 1942), Richard Dawkins, Victor J. Stenger (1935-2014) y Christopher Hitchens (1949-2011), o el mismo Steven Weinberg (1933-2021), se está quedando trasnochado a una gran velocidad.

Hay una vuelta al idealismo y a la metafísica, sobre todo, a la vista de los trabajos de filósofos y científicos jóvenes que señalan la existencia de una metafísica de la materia y que empiezan a poner de relieve que el mundo cuántico y el de las partículas elementales son tan “espirituales” como el de la consciencia humana o el de la consciencia cósmica.

El materialismo y el ateísmo, no son otra cosa, al final, que ideologías cerradas a las que los hombres se adscriben sin más, probablemente para no volver a pensar sobre los problemas fundamentales del hombre.

A todo eso pretendemos referirnos en los posts siguientes.


[1] Hace unos años, en una conferencia impartida por este autor en lo que fue la última reunión anual de la etapa anterior de ASINJA, se expusieron estas ideas y Leandro Sequeiros, presente en el acto, explicó que Teilhard se refría a algo distinto. Algo puramente intelectual y espiritual. Yo sabía y sé que es algo distinto, como lo es la inteligencia colectiva, pero el hecho que la tecnología la facilite no debe ser rechazado.  


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Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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