Tanto la biología en general como la llamada biología molecular y la genética, habían avanzado de manera considerable hasta 1953, año del descubrimiento de la doble hélice, desde que el oscuro monje agustino Gregor Mendel (1822-1884) publicara en 1866 su famoso trabajo sobre la herencia.
La comunidad científica ignoró el trabajo del monje durante treinta y cuatro años y, de hecho, no fue hasta 1922 cuando los llamados por Mendel, factores de la herencia, a los que hoy llamamos genes, fueron situados en el interior del cromosoma de las células orgánicas. Los avances desde mediados del siglo XIX hasta primeros del XX fueron paulatinos, aunque en ellos trascurrieron tiempos en los que los factores de la herencia fueron utilizados en forma tan xenófoba y sesgada por supuestos científicos, que da vergüenza recordarlo. Se nos olvida a veces que Mein Kampf, la racista obra de Hitler, tuvo muchos partidarios en los Estados Unidos antes de que los nazis llegaran al poder.
También y en paralelo con esos usos negativos de los conocimientos, los científicos a primeros del siglo XX fueron centrando su rastreo de los genes hasta situarlos con claridad en el cromosoma. Del ADN se conocía su existencia vaga desde 1869, así como propuestas intuitivas sobre la teoría química de la herencia. No se demostró que era una larga molécula que contenía cuatro bases químicas distintas hasta los año 30 del siglo pasado. Dichas bases enormemente populares hoy son la adenina (A), la guanina (G) la timina (T) y la citosina (C).
En términos de materia orgánica, y para lo que interesa en este blog, somos, según lo descubierto, robots químicos formados por la agrupación de pequeñas moléculas de cuatro tipos fundamentales: aminoácidos, nucleótidos, azúcares y ácidos grasos. Todas ellas a su vez formadas por átomos de Carbono, Nitrógeno, Hidrógeno y Oxígeno, agrupados en formas diversas como el cianuro de hidrógeno, el formaldehído, el ácido fórmico o la urea. Dichas moléculas simples (entre ellas los aminoácidos y los nucleótidos) se pueden asociar formando grandes polímeros y de hecho tienen tendencia a ello bajo determinadas circunstancias y ante la presencia de catalizadores. Los aminoácidos, de los que existen un conjunto de 20 distintos, se asocian entre sí para formar las proteínas y los nucleótidos se unen para formar los ácidos, ribonucleico (ARN) y desoxirribonucleico (ADN). Compuestos estos dos últimos a partir de cuatro tipos de nucleótidos cada uno. En el párrafo anterior se han indicado los del segundo. Como es bien sabido, el flujo de información va en la célula desde el ADN a la proteína vía el llamado ARN mensajero (ARNm en español o mRNA en inglés), pero este es un tema de más detalle cuyo lugar no es este trabajo.
(Foto arriba: FreeFoto.com)