Algunas ideas para una nueva Evaluación Social de la Tecnología (I)

Siendo muy directos, de lo dicho en las notas anteriores sería fácil deducir la existencia de posibilidades claras de que el hombre como lo conocemos hoy desaparezca. Para ello solo haría falta dejar el mundo libre en su caída. Es decir, institucionalizar el mercado como único mecanismo regulador de las actividades económicas, sociales y políticas; dejar que el interés exclusivo de los grandes grupos y de los países más poderosos constituya su única dirección, y establecer la no gestión y el no control de los desarrollos tecnológicos actualmente en marcha, como única fórmula para el desarrollo de tecnología. Al mismo tiempo, aunque no con las mismas probabilidades, existiría la posibilidad de impedir ese proceso, para lo cual se tendría que actuar muy enérgicamente sobre los mecanismos que mantienen nuestro mundo en marcha y lo hacen avanzar, comenzando por los relacionados con el desarrollo tecnológico.

Este parece ser el gran conflicto de la humanidad: ¿o dejamos funcionar libremente al actual modelo de producción, consumo e inversión –modelo, eficiente, autorregulado y canalizador de las energías de un ser como el hombre, superactivo y superimaginativo, pero que es productor de efectos colaterales no deseados– o, cambiamos el modelo hacia terrenos ignotos o hacia terrenos ya experimentados cuyos resultados han sido extremadamente negativos?

¿Es posible que no haya soluciones intermedias?. Probablemente no, si por tales entendemos sociedades pequeñas, estables, limitadas, estancadas en lo tecnológico y eliminadoras de toda imaginación e iniciativa individual, similares a la de los Amish de Pennsylvania. . Y probablemente sí, si nos referimos a mejorar el mundo actual en cuanto a desigualdades, injusticias y diferencias inaceptables de desarrollo y nivel de vida. Y seguramente también, si de lo que habláramos fuera de la desviación, o canalización, de las fuerzas innatas en el hombre para la acción, la consecución, la posesión y el poder –fuente de grandes males pero también de grandes bienes– hacia proyectos más solidarios, culturales, educativos, científicos y, en definitiva, humanos.

Pero independientemente de la solución de esos problemas, la impresión desapasionada y desinteresada obtenible sobre las grandes cuestiones relacionadas con el futuro del hombre, es la de la imposibilidad de detener la evolución de la especie en sus grandes líneas. Lo que no implica, ciertamente, la no eliminación de desigualdades y otros problemas actuales de la humanidad. La desaparición del hambre y del subdesarrollo en el mundo, puede, de hecho, resolverse a no muy largo plazo, y la consecución de esos objetivos, por cierto, puede ser más fácil con el modelo de producción, consumo e inversión actual –perfeccionado para decirlo con precisión–, que con modelos alternativos. El deterioro de nuestro medio ambiente es, hoy por hoy, una cuestión más peliaguda, pero tampoco imposible, y que pasa, siguiendo la lógica anterior, por una integración en nuestras leyes económicas de las externalidades negativas del crecimiento económico y la superpoblación.

(Foto arriba: FreeFoto.com)

Doctor Ingeniero del ICAI y Catedrático de Economía Aplicada, Adolfo Castilla es también Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid, MBA por Wharton School, Master en Ingeniería de Sistemas e Investigación Operativa por Moore School (Universidad de Pennsylvania). En la actualidad es asimismo Presidente de AESPLAN, Presidente del Capítulo Español de la World Future Society, Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Profesor de Dirección Estratégica de la Empresa en CEPADE y en la Universidad Antonio de Nebrija.

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